sábado, 26 de febrero de 2011

Ideas de fondo

Creo que hace un tiempo hice un par de posts en donde me basé en la frase de Ortega y Gasset que dice que "una nación es un proyecto sugestivo de vida en común", y en estos días me sentí tentado a volver a esa idea.

En mi humilde y absolutamente intrascendente opinión, más que una selección de fútbol, más que una bandera, más que un himno nacional o que los próceres, una nación es un conjunto de principios fundamentales y compartidos por sus miembros acerca de la mejor manera de organizarse para la vida comunitaria y para garantizar la paz y el orden.

Una persona no tiene que sentirse orgullosa de su país por los campeonatos que sus equipos ganen, por los récords mundiales que pueda llegar a tener o por ese otro millón de cosas a las que parece limitarse la noción de argentinidad, sino porque en lo más profundo de su ser esa persona está convencida de que en su país puede hacer la mejor vida posible para sí mismo y para los suyos.

Y así vuelvo a ese punto que creo haber mencionado en esos otros posts: ¿qué idea de vida en común tenemos en la base de lo que significa ser argentino?

Las respuestas que pueden intentarse con sólo abrir el diario o ver los noticieros no son precisamente halagüeñas.

Tenemos una sociedad en la que la idea fundamental consiste en que es preferible pasar por hijo de puta antes que por boludo, y que la definición de "boludo" es no cagarse en el otro en cuanto se presenta la ocasión o cualquier otra clase de comportamiento que se ajuste a las reglas. Una sociedad en donde todo el mundo reclama en público que el Estado se haga cargo de mantenernos mientras que en privado no deja de putear al Estado por su rotunda incompetencia. Una sociedad que prefiere explicarlo todo mediante fantasías paranoicas y delirios de persecución antes que examinar sus propias responsabilidades. Una sociedad que dignifica y convierte en meritoria la humillante actitud de extender la mano para mendigar.

¿Tiene vida una sociedad así? La tiene, somos prueba viviente de ello, aunque pienso que en un nivel inconsciente todos los argentinos ven al país como un Titanic que está siempre a cinco minutos de hundirse, y que en vez de pensar en cómo salvar el barco prefieren manotear todo lo que puedan meter en los botes salvavidas.

La estructura mental de este país, la base ética y moral sobre la que está construído, está totalmente podrida, quizás más allá de cualquier recuperación que no involucre el trauma de estrellarse a gran velocidad contra las consecuencias de sus acciones.

Quién sabe, tal vez haya solución. En este sábado pesimista de fines de febrero, a días de escuchar a la jefa de mi Estado celebrar como un logro nacional un contrato de televisación deportiva, me cuesta creer que la haya.

sábado, 19 de febrero de 2011

Batería de cosas

Dudas que tengo

Tanta insistencia con las colectoras en la provincia, corriendo el riesgo de alienar a los capomafias del Conurbano en favor de la candidatura condenada del gordito metrosexual de Sabbatella; tanto frenesí por controlar los números de la inflación y fajar a los que no repitan el verso del INDEK; tanto bife que se le viene pegando a los que asoman la cabeza en la contienda, llámense Macri o Mongo Aurelio; tanta necesidad de armar una farsa imbécil con los norteamericanos... todo esto me lleva a hacer una pregunta.

¿Acaso no les están dando los números para ganar en primera vuelta, como andan diciendo?

No sé, la dejo picando ahí.

Al fin que ni quería

Parece que Reutemann dijo una vez más que no piensa presentarse como candidato a nada, que no insistan más, que no quiere ser ni presidente ni vice ni ninguna otra cosa.

Digo yo, ¿tiene sentido seguir deshojando la margarita por un pusilánime como el Lole, campeón de salir segundo toda la vida? El tipo tenía la presidencia servida en el 2003 y se bajó por vaya a saber uno qué mariconeada que tuvo, dejándole en consecuencia el camino libre al nunca suficientemente maldito Virolo.

Capaz da para decir que hay que llevar al Lole a la presidencia precisamente por ser un tipo que parece no querer el poder, pero esa clase de razonamientos funcionan bien sólo en las historietas.

Si tantos problemas tiene el Lole, que se vuelva con Mimicha al campo y que se deje de joder.

Comunicación oficial

El cable de Télam... simplemente el cable de Télam. Y el EterNéstor que pusieron de adorno. Y el planisferio invertido. Y el cartel de "Agencia de Noticias del Pueblo Argentino". Y el candombe kakal en las transmisiones de Fóbal Para Todos...

Yo digo, y estoy diciendo demasiadas cosas en un solo post, ¿se volvieron completamente locos, perdieron cualquier rastro de mesura y vergüenza o simplemente están tratando de comprobar qué tan pelotudos somos y cuánta mierda podemos tragar sin quejarnos?

Creo que son las tres cosas al mismo tiempo.

De todas maneras, es de esperarse dada la calidad aberrante de la prensa oficialista. Igual acá les dejo una propuesta: podemos ahorrar todo lo que se gasta en Canal Siete, Radio Nacional, CN23, Encuentro, El Argentino, Tiempo Argentino, Página/12 y los demás medios difusores del Relato Patrio y empapelar el país con carteles que digan "Puto y gorila el opositor que lee".

Realpolitik

Ahora que armamos una crisis internacional en torno a un botiquín con morfina, unos GPS y unos walkie-talkies, me pregunto cuál va a ser la próxima gesta de soberanía en la que nos va a embarcar el gobierno de la Viudita.

Mi humilde propuesta es que rompamos relaciones con Brasil la próxima vez que Pelé hable algo sobre la Selección o sobre el Diego. Más causa nacional y popular que esa no van a encontrar.

Sin mencionar que estaría perfectamente a tono con el enfoque "milanga y fóbal" de nuestra política exterior, en particular desde que Twitterman llegó a la Cancillería a sobreactuar su obsecuencia.

sábado, 12 de febrero de 2011

Palabras prestadas pero apropiadas

Les dejo a continuación un artículo que escribió Enrique Szewach y que me parece que no podría explicar mejor lo que provoca vivir bajo la arbitrariedad kirchnerista. Quizás su tono sea un poco exagerado y el propio Szewach lo reconoce así, pero no le quita peso a sus palabras.

Ah, llega a ustedes por cortesía de El Opinador Compulsivo, hogar de las Opiladies.

Abuelos

Antes que me recuerden aquéllos versos de “ahora vienen por mí”, aclaro que ya en otras ocasiones escribí y protesté por el tema que domina esta nota y que no han venido por mí, todavía, aunque si por algunos amigos y colegas.

Antes que me acusen de exagerar los argumentos que aquí presento, confieso que SOY exagerado.

Hechas estas aclaraciones, lo sucedido estos días, en torno al cuestionario intimidatorio que la Secretaría de Comercio les hizo llegar a las consultoras privadas, que elaboran índices de precios al consumidor para compensar la ausencia de un índice oficial creíble, y las continuas arbitrariedades del gobierno, en materia de mercados, comercio, importaciones y exportaciones, etc., me volvieron a ratificar lo irrespirable que se ha puesto el aire en la Argentina.

Los métodos nazis que ha impuesto el populismo corporativo y regresivo (disfrazado de progresismo) que prevalece y la pasividad e impotencia con que la sociedad los ha aceptado, y hasta, en algunos casos respaldado, me asustan, me entristecen, y atacan mi optimismo incondicional, sobre el futuro posible para la Argentina.

En la práctica, bajo los formalismos de una democracia republicana, nuestro país está dominado por un Estado arbitrario e ilegal. Que se toma atribuciones que no le competen. En dónde funcionarios de cualquier rango, dan órdenes telefónicas a ciudadanos, empresas, organizaciones, sin el respaldo del derecho, ni de ley alguna, sólo con la amenaza de utilizar sus propias fuerzas de choque, que toman la forma de sindicalistas descontrolados, inspecciones impositivas o laborales, difamación a través del periodismo del régimen, o jueces adictos.

Es cierto que existe la posibilidad de “defenderse” formalmente, recurriendo a lo que han dejado de la justicia y a lo que queda del periodismo independiente. Pero no es menos cierto que, en el ínterin, por la demora propia de esos mecanismos formales en los que se amparan, se pierde tiempo, dinero, recursos y, sobre todo, se desgastan las voluntades.

Como me dijo un amigo los otros días, a raíz del cuestionario que había recibido, respecto de su estimación propia del índice de precios al consumidor: “¿Cómo no le vas a contestar una nota a Stalin? Hasta que la justicia nos de la razón, nos van a hacer quebrar”.

Es cierto que no derriban la puerta a medianoche, para sacarte de la cama; ni te suben a un avión para tirarte desde el aire al río. Es cierto que no te destierran al Gulag, ni te condenan a trabajos forzados. Pero ¿Cómo puede progresar, en serio, un país, en el que cualquier personaje con poder, puede decidir, en un instante, la vida o la muerte de un negocio, de una empresa, de una iniciativa? ¿Cómo se puede hundir capital y lograr rentabilidades razonables, en el marco de políticas que se modifican de la noche a la mañana, por un capricho, una insensatez, o un acto de corrupción?

¿Cómo puede una sociedad que se dice progresista y democrática, soportar las mentiras, las burlas, las excentricidades, de algunos de sus gobernantes, sin, siquiera, el castigo de la protesta, o del voto?

¿Tan fácil resulta comprar voluntades, con un poco de fiesta consumista, subsidios y regalos para los amigos?

Parece que sí.

Mis abuelos paternos, murieron en las cámaras de gas de Auschwitz. Mucho antes de ese momento, una sociedad culta y exquisita, se había dejado convencer, dominar, controlar, o formó parte, de una secta irracional.

Mucho antes, un Estado arbitrario convirtió a sus ciudadanos en víctimas, victimarios o cómplices. Dónde y cuándo se pudo o se debió parar semejante orgía de insensatez, destrucción y muerte, es una pregunta, aún hoy, con muchas respuestas o con ninguna.

A usted, insisto, le puedo parecer exagerado, quizás porque no tiene estos antecedentes “genéticos”, o porque no le asigna a estos hechos, la misma importancia que yo, y lo entiendo.

Pero, en mi caso, cada vez que en la Argentina se cometen, se aceptan, se toleran arbitrariedades que nos dejan tan lejos del resto del mundo.

Cada vez que algún funcionario, algún periodista corrupto del régimen, o algún dirigente gremial o empresario, convalida estas atrocidades “menores”, o mira para otro lado, o hasta las justifica con sofismas absurdos.

Cada vez que yo mismo no hago nada, acepto y me digo a mí mismo, “no es para tanto”, “es una tontería más sin consecuencias”, “ya pasará”.

Cada vez que esto sucede, siento que mis abuelos paternos vuelven a entrar en esa cámara de gas, a la que los llevaban a “ducharse”. Siento que mueren de nuevo. Que los mato.

sábado, 5 de febrero de 2011

Merecer algo mejor

"It's what you said at the ceremony before the attack, when Galactica was being decommissioned. You gave a speech, it sounded like it wasn't the one you prepared. You said that humanity was a flawed creation, and that people still kill one another for petty jealousy and greed. You said that humanity never asked itself why it deserved to survive. Maybe you don't."

Ya sé que en otra oportunidad cité ese pasaje de la remake de Battlestar Galactica, pero nunca viene de más volver sobre la siguiente cuestión.

En la base de la gran angustia existencial de los argentinos está la idea de que lo que nos pasa como país y como sociedad es algo que nosotros no tenemos por qué soportar, que es algo que nos es impuesto... que no merecemos.

Pues bien, he ahí una buena pregunta: ¿por qué no habríamos de merecer lo que nos pasa? Ciertamente no estamos haciendo méritos para merecer algo mejor. El bolas tristes de Fito Páez diría que es una cuestión de actitud o algo por el estilo.

¿Que soy muy duro? El hecho de que todavía sea considerada como una potencial ganadora electoral la cabeza de un gobierno en el que hay inflación descontrolada (y negada en la cara del país), inseguridad minimizada, corrupción desbocada, miseria maquillada, incompetencia supina en todos los niveles del Estado, intolerancia alentada desde las primeras líneas del gobierno, arbitrariedades varias, entre otras cosas, me da a entender que la sociedad argentina o está cómoda con este estado de cosas, o no tiene ganas, energía o interés en empezar a resolverlas.

Total, siempre se le va a poder echar la culpa a la conspiración antiargentina, a la oligarquía vacuna y sojera, a los ingleses por el Mundial '86 o a los presidentes de EE.UU. que desde Washington en adelante trasnochan y madrugan para cagarle la vida a la Argentina. Siempre es mejor lloriquear en la mugre y la miseria de ser víctimas permanentes que realmente asumir el esfuerzo de merecer algo mejor.

Qué se yo, capaz hay que ser más selectivos a la hora de votar, más impiadosos con los criminales que ejercen o ejercieron cargos, menos tolerantes del desparpajo, más ordenados... vaya uno a saber qué hace falta para merecer algo mejor que lo que estamos teniendo.

No sé, capaz que estoy demasiado pesimista, quizás por una sobredosis de documentales apocalípticos en la bosta de History Channel, pero cuando veo una sociedad que no tiene drama en acostumbrarse a una realidad nefasta y quejarse de ella a la vez, y que no concibe otra solución a sus problemas que no sea patearlos para adelante a ver si la culpa le cae a otros, termino pensando que el país que nos toca es exactamente el que merecemos por nuestros esfuerzos y disposición, y en el que más cómodos nos sentimos.

Necesito una cerveza, caracho.
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