El legado más perverso
El legado más perdurable, perverso y nefasto de los Kirchner va a ser su absoluto desprecio por las reglas de juego.
El respeto de una sociedad por las leyes y reglas que la organizan es algo mucho más complejo y frágil que lo que comúnmente se piensa. No se trata solamente de atenerse a lo que dice la Constitución y los demás instrumentos legales, pues estos son absolutamente inútiles si la propia sociedad no tiene una conciencia de lo que es aceptable y no aceptable, de lo que es "legítimo" más que "legal".
Hay límites al comportamiento que van más allá de lo que las leyes mismas establezcan en sus articulados. Para que una sociedad funcione efectivamente, sus miembros deben estar al tanto de la existencia de estos límites, de estas fronteras éticas que separan lo que puede hacerse de lo que es quizás no ilegal, pero sí inmoral.
Pero por su misma razón de ser, esos límites son muy fáciles de cruzar. Basta que exista una persona en condiciones de hacerlo que carezca de los frenos morales que consideraríamos "decencia" para que los límites sean traspuestos e ignorados por completo.
Y cuando uno lo hace, el resto lo sigue... lo siguen primero los que consideraron hacerlo pero fueron detenidos a último momento por sus propios pruritos, luego los que descubren la conveniencia de cruzar el límite, y por último todo el resto de la sociedad, que no ve ninguna reacción o castigo (antes al contrario, puede llegar a ver premios) por atravesar esa frontera invisible.
Néstor Kirchner, con su ansia de ganar a cualquier costo y perpetuarse en el poder, ha cruzado esos límites.
Es cierto que nada le prohibía a Cristina Kirchner suceder a su esposo en la Presidencia. No hay artículo de la Constitución que lo prohíba, es cierto. Sin embargo, la incomodidad que despierta la idea de un hombre que coloca a dedo a su esposa para que lo suceda en el cargo es señal de la enorme irregularidad que se comete.
Y así como ésta, hay tantas otras: la estatización de las AFJP para apoderarse de sus fondos y usarlos para la campaña del Frente para la Viktoria, las maniobras arteras que desplegó el oficialismo durante el conflicto con el campo para embarrar la cancha y ganar aquella guerra idiota, la reasignación de partidas presupuestarias, el adelantamiento de las elecciones nacionales, las renuncias a los cargos para encabezar listas (pecadillo no exclusivo del kirchnerismo), la payasada de las candidaturas testimoniales... la lista puede integrarse con todas y cada una de las "brillantes jugadas" que el ajedrecista de Río Gallegos impuso para no perder el centro de atención primero y después el poder.
El problema es: ¿cómo restauramos esos límites que antes de los Kirchner parecían infranqueables sólo porque nadie se atrevía a cruzarlos?
¿Cómo devolvemos a la sociedad la idea de que hay fronteras éticas que no pueden cruzarse con tal de ganar?
¿Cómo podemos hablar de "consensos" y de "políticas de Estado" cuando se perdieron aquellos consensos más básicos acerca de las reglas de juego, abandonadas para poder ganar a cualquier costo?
Este legado de audacia amoral de los Kirchner será perverso, porque será la inspiración que necesita cualquier perversito futuro que aspire a emular a los Kirchner en su ambición de tener el poder absoluto.