sábado, 28 de noviembre de 2009

Contra la onda verde

Salgamos un poco de la escena política local, tan cargada de miserias y miserables, de mediocridades y mediocres, y vamos al curro de moda en todo del mundo: el ambientalismo.

No soporto el ecologismo y todos sus derivados: los loquitos prepotentes de Greenpeace, la pedantería de los veganos, la condescendencia de los ambientalistas, el esnobismo de esa farándula que busca siempre nuevas causas para sentirse menos culposos sobre su dinero, el oportunismo de los políticos que descubren el ambientalismo cuando presentan nuevos proyectos de impuestos, y el tremendismo de tantos horangeles sueltos que andan necesitando un nuevo apocalipsis de vez en cuando para mantener el curro.

Una cosa es hacer un uso sensato y racional de los recursos así se hace un empleo más eficiente. Una cosa es mantener limpio el ambiente privado y el espacio público; ser limpio es de bien parido. Una cosa es no ser sádicos y no provocar sufrimiento innecesario a las criaturas vivas, más allá del necesario para nuestra supervivencia y prosperidad.

Otra cosa muy distinta es la religión medioambiental. Sí, la llamo religión porque eso es lo que es: un culto druídico, vivido de manera inconsciente o consciente, que sostiene que hay una diosa llamada "Tierra" o "Naturaleza" a la que ofendemos con nuestra pretensión de vivir mejor y que por eso nos "castiga" con sequías, huracanes y sudestadas con desbordes del arroyo Maldonado, y que lo seguirá haciendo hasta que veamos la luz y volvamos todos a la feliz e idílica época en la que vivíamos en armonía con la naturaleza, cazando y recolectando... esa misma era que amamos tanto como para convertir a nuestra civilización en una verdadera historia para escapar de ella.

Otra cosa muy distinta a ser sensato es el pedo mental que padecen tantos pajaritos, por influencia de unos cuantos turros que se llevan guita de arriba con este curro, que parecen creer que vale lo mismo la vida de un ser humano que la del armiño moteado de González Catán o como se llame la criaturita de moda en cuyo nombre no podemos extraer minerales, construir casas o sembrar campos.

Y si piensan que exagero, esperen a ver a los que creen que un ser humano vale menos todavía que el buen armiño, o incluso alguna planta. Ni hablar de esos hijos de puta, porque no les cabe otra descripción, que creen que lo mejor que le podría pasar al mundo es que palmen de una vez unos cuantos miles de millones de personas... o todos... para que vuelvan a florecer los picudos algodoneros y todo el resto de la fauna, libres ya de los demonios humanos.

Somos la especie dominante, muchachos. No lo digo yo, lo dice la naturaleza misma (¡ja!). Predominamos y prosperamos no sólo porque nos adaptamos al ambiente, sino porque lo adaptamos a nosotros. Lo hicimos nosotros como lo pudieron haber hecho los orangutanes o los chimpancés si se hubieran avivado primero.

En fin, como todo buen culto, el ambientalismo inventó su propia versión del Apocalipsis: el cambio climático por causas humanas. Al diablo con los cuatro jinetes clásicos, para los ecologistas, los nuevos jinetes son la industria, la libertad, la ciencia y el progreso. Si no enmendamos nuestros males, la Diosa Gaia nos va a hervir a todos en la sartén del cambio climático y nos va a liquidar en una serie de cataclismos como los que pinta "El Día después de Mañana".

Y del apocalipsis vinieron colgados los políticos. Cuándo no. Manga de inútiles vendedores de humo, incompetentes para todo excepto para decirles a los demás cómo tienen que vivir, ratas iletradas y oportunistas que viven colgándose de cada nuevo curro que aparece. Ahora, con el ecologismo, están en su salsa: ¿quién podría negarse a pagar nuevos impuestos o a someterse a sus absurdas regulaciones si con eso se "salvaría al mundo" de un "desastre"?

Y son todos iguales en su oportunismo y codicia, sean del partido que sean, llámense Al Gore o Cristina Kirchner. Todos ellos van a las cumbres de la ONU y ponen cara de circunstancia, contentos ellos porque van a poder lucrar más impuestos y contentos los de las Naciones Unidas porque al fin intuyen que encontrarán una "utilidad" que les permitirá currar de lo lindo y decirles a los demás cómo vivir sus vidas, todo en pos del paraíso políticamente correcto que sueñan los progres.

Sólo que ahora es peor: ahora los políticos persiguen abiertamente la imposición de una ideología que considera bueno el atraso en todas sus formas.

Es por eso que tanto me estoy cagando de la risa con el escandalete de los mails que prueban que el equipo británico que "demostró la verdad" del cambio climático se la pasó truchando datos, acomodando números y suprimiendo evidencia contraria para poder dejar bien prolijito el "relato" que después los políticos usarían para vender miedo a cambio de dinero. La misma manga de hijos de puta que en nombre de la "ciencia" intentaron inventar un "consenso" con visos de dogma religioso, resultó ser un conjunto de ladrones de gallinas y truchadores dignos del INDEK.

Y en nombre del "consenso sobre el cambio climático", todos los idiotas útiles y los idiotas interesados se movilizan para defender la veracidad de los datos truchos y el honor de los ladrones de gallinas. Todos repiten el mismo verso, gritándolo un poco más fuerte para ganar tiempo hasta que Barack Obama, Ban Ki-moon y el resto de los turros se junten en Copenhague a chupar y pensar nuevas maneras de cagar nuestras vidas en nombre de la Madre Naturaleza.

El tema es que ya les están cascoteando el rancho: los cimientos de su "evidencia" están bien podridos.

Una vez más queda demostrado que el dogma progresista es un verso, y que hay dos categorías de progres: los hijos de puta que inventan el verso y que lo venden, y los giles que lo compran y lo creen de buena fe.

Insisto, cómo me estoy cagando de la risa.

sábado, 21 de noviembre de 2009

De ingenuos, improvisados y pinchateléfonos

Viene siendo hora de hablar un poco del papelonazo de la Policía Metropolitana.

Ahora, como de costumbre, quiero dejar bien claro en donde estoy parado yo. Soy un tipo que votó cinco veces a Macri: en primera y segunda vuelta de las elecciones a jefe de Gobierno de 2003 y 2007, y para diputado nacional en 2005. En esas tres oportunidades voté por convicción: la convicción de que era preferible a las alternativas, sean éstas el inmoral y degenerado de Aníbal Ibarra (2003), el pedante e insufrible Rafael Bielsa (2005), o el insípido y teledirigido Daniel Filmus (2007).

Hasta el momento, pienso que sin haber sido todo lo bueno que pudo ser, el gobierno de Macri ha sido bastante mejor que lo que han sido otros anteriores. Es un gobierno bastante improvisado, que por momentos pierde el empuje y cede demasiado rápido, pero que intentó atacar problemas como el exceso de empleados públicos, la limpieza del espacio público y la seguridad. Mucho quedó en el tintero, por errores propios y picardías ajenas; no es nada fácil gobernar la ciudad teniendo a los Kirchner de invitados.

De entrada, no se le murieron 194 personas en un incendio exacerbado por la falta de controles, la corrupción y el descalabro del sistema de emergencias, como le pasó a Aníbal Ibarra, que no entiendo cómo tiene todavía cara para hablar cuando la única acción que por decencia debe tomar tendría que ser vestirse con harapos y exiliarse en el desierto de Atacama.

Estoy convencido de que la Ciudad necesita una policía propia. Es un despropósito que de los 24 distritos de la República, el único que no cuente con la posibilidad de instrumentar su propia política de seguridad y control del espacio público sea el que contiene a la ciudad con más habitantes, más densidad de población y mayor ingreso per cápita. Es una verdadera barbaridad que la seguridad de los porteños dependa de que haya buen feeling entre Bolívar 1 y Balcarce 50. Y, de última, como se quejan muchos impulsores de la teoría del complot porteño para controlar el país, que el resto de la República pague el servicio de seguridad de los porteños es un despropósito.

Hasta ahí mi postura. Bastante larga me salió.

Habiendo dicho todo eso, vamos al papelón del espionaje. Claramente, lo que sale de esto es que los dos grandes pecados del macrismo en toda esta estupidez han sido la ingenuidad y la improvisación. Son dos pecados mortales en política, y en la política argentina directamente condenan el alma al infierno.

Macri se comportó con una inenarrable e imperdonable ingenuidad en todo este asunto. La primera muestra fue haber puesto las manos en el fuego por un tipo como el "Fino" Palacios. Debería haber aprendido de los Kirchner que sólo podés bancar semejante defensa de amianto si sos un caradura absoluto y si tenés los medios para hacerle la vida imposible a tus críticos. Fuera de eso, así como no se debe irritar tanto al enemigo como para no poder hacer las paces después, no hay que inmolarse en defensa de nadie que más tarde tengas que dejar ir con el rabo entre las patas. Y la improvisación en este caso pasó por tomar a alguien como Palacios, que por más inocente de lo que se le acusa que pueda ser, ya quedó inhabilitado para el cargo por estar indagado y procesado.

"La mujer del César no solo debe ser honesta sino también parecerlo". No hay ninguna novedad en esto.

La segunda muestra de ingenuidad e improvisación pasó por la reacción del gobierno de la Ciudad en todo este asunto. Confiar en que "el tiempo" se iba a llevar todo el papelón al olvido es subestimar el hecho de que, al ser él uno de los figurones más importantes de la política, la dinámica política y mediática no iba a dejar pasar este hecho como tantos otros. Y aún si hubiera podido hacerlo, no faltan interesados en serruchale el piso al intendente.

Más todavía cuando del otro lado, de una manera u otra, está Néstor Kirchner. El marido presidencial es un experto en agarrar hasta el menor resquicio que pueda para explotarlo, y al dejar el flanco de las escuchas telefónicas medio al aire y esperando que con meter a Burzaco como jefe bastara para que desapareciera, Macri le dejó la pelota picando en el área a los K. No importa que los encargados de patear la pelota hayan sido los impresentables de Caníbal Fernández y Floppy Randazzo, o que los Kirchner sean la Stasi de Alemania Oriental en comparación con la Metropolitana: lo que importa es que la pelota estuvo libre para que la patearan, y que la culpa de eso, por acción y por omisión, es de Macri.

Si Macri quiere no ya ser candidato a presidente en 2011, sino llegar a 2011 con posibilidades de ser algo más, necesita hacerse a la idea de que la política argentina no le va a tolerar tantas improvisaciones y excesos de "ingenuidad", por no llamarla de otra manera. No basta con marketing, publicidad y el carisma de Gabriela Michetti para ser presidente de la nación. Hace falta astucia e inteligencia. Viveza no; como bien se lo definió, el vivo es aquel que sabe salir de problemas en los que un inteligente no hubiera caído. Macri necesita ser vivo ahora, pero inteligente para el futuro.

Por último, sobre la Policía Metropolitana. Creo que este escándalo, lejos de herir de muerte a la Policía de la Ciudad, la va a fortalecer. Convengamos en que picardías serias como las de Palacios, Chamorro y Ciro James son endémicas a las instituciones policiales. Es preferible, entonces, que se las detecte en la etapa de formación de la Metropolitana y se las extirpe allí mismo, antes de darles la oportunidad de crecer y pudrir lo que puede ser una salida positiva para la inseguridad.

Las propuestas de la oposición porteña de volver a cero con la formación de la Metropolitana deben ser ignoradas, no sólo por el desperdicio de dinero y recursos, que representarían sino también porque se pierde la oportunidad de detectar desde temprano un mal endémico que azota a las instituciones de seguridad de la Argentina y de ensayar respuestas correctivas en el momento más crucial de todos: en la conformación de la fuerza, una fuerza cuyo nacimiento y desarrollo es un acto de justicia para la Ciudad y una inevitabilidad histórica.

Saludos.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Aclarando las confusiones

Uno de los principales problemas que enfrentamos es que no tenemos una clara idea de los fenómenos que tienen lugar alrededor nuestro. Tan malo o peor que el oscurecimiento de la realidad es la distorsión de los conceptos, y de las naturalezas mismas de las distintas realidades con las que diariamente nos encontramos.

La gravedad es clara: ¿cómo combatir contra algo si no sabemos bien lo que es? O peor aún: si creemos que es algo completamente distinto a lo que es en realidad.

Por ejemplo, veamos una pregunta que ha atormentado a analistas, politólogos, periodistas e interesados en la Argentina desde hace ya más de sesenta años: ¿qué es el peronismo? ¿Cuál es la naturaleza de ese fenómeno político que ha dominado la vida política argentina sin la menor semblanza de una ideología concreta o de una estructura partidaria sólida y definida?

De boca de los propios peronistas no vamos a tener una respuesta clara: para ellos, les basta con repetir con tono vagamente religioso que lo suyo es "un sentimiento", "una mística", "un movimiento", y otras tantas cosas que conmueven pero que no nos dicen nada.

La verdad que los peronistas se encargan tanto de ocultar es que su "movimiento" es algo mucho más mundano y oligárquico que lo que ellos quisieran que creyéramos. Veamos si no cuáles son los grandes jugadores del peronismo: gobernadores provinciales, intendentes locales, líderes sindicales y empresarios de la "burguesía nacional".

¿Por qué ningún otro partido puede gobernar en la Argentina, salvo el peronismo? Porque si lo intentara, los gobernadores conspirarían en su contra, los intendentes arrearían a los clientelizados, los sindicatos vivirían de paro y los "empresarios" (uso la palabra entre comillas porque se supone que el empresario acepta operar a riesgo, sin depender de la protección eterna de papá Estado) joderían a más no poder.

¿Qué es el peronismo? Lisa y llanamente, el peronismo es la alianza de los grandes grupos de poder de la Argentina. Su faz "política" en sentido limitado, es decir como entidad partidaria-electoral-legislativa, es sólo la manifestación de esa alianza en el campo de lo político institucional.

Mientras no entendamos que el peronismo agrupa a todos aquellos grupos sin los cuales las cosas no se mueven en la República Argentina, no vamos a encontrar una manera de superar la existencia del peronismo. Es gracioso, porque nadie más que los peronistas han declamado la existencia de una oligarquía en nuestro país, siendo que ellos mismos son la oligarquía más perfecta y poderosa que ha conocido la Argentina.

O podemos sino hablar de la izquierda. ¿Cuál ha sido uno de los mayores triunfos de la izquierda en la historia reciente? Posicionarse como "los buenos" de la película.

¿No me creen? ¿Por qué "derecha" es un término despectivo mientras que ser de "izquierda" pareciera ser una especie de certificado de moral y decencia? ¿Por qué mientras se condena al nazismo por sus crímenes inmundos, la barbarie comunista todavía despierta nostalgia?

Porque la izquierda ha logrado que se acepte la existencia de dos tipos de colectivismos: el suyo propio, que muestra como el epítome de la bondad y del progreso humano, y el "de derecha", que usa convenientemente como depósito de todas las perversiones y monstruosidades que trae el colectivismo. Los "colectivistas de izquierda" nos muestran los horrores del "colectivismo de derecha" y nos dicen que la razón de esos horrores está en su condición de "derecha", no en la naturaleza colectivista que comparten.

Así mismo, debemos rechazar la dicotomía "izquierda-derecha". Tanto la izquierda como la derecha, en sus formas extremas, son concepciones colectivistas que sostienen lo mismo: que la suma total de los habitantes, corporizada en una institución llamada "Estado", tiene prioridad y preeminencia sobre el individuo, y puede por tanto decidir la forma en la que ese individuo vive su vida. Las diferencias entre ambas formas extremas de colectivismo son menores y no significan ningún cambio respecto de su principio fundamental: que el individuo debe someterse absolutamente a los dictados del colectivo del que forma parte.

Es por esto que la dicotomía política real, la única que existe en el mundo, es aquella entre los que sostenemos que los individuos somos libres de vivir nuestras vidas como mejor nos plazca en el marco de una sociedad que preserve esos derechos y permita que los ejerzamos por completo, y aquellos que creen que una entelequia que no tiene existencia más allá que la que le dan sus propios miembros, llámese "Estado", "raza" o lo que sea, debe tener poder absoluto sobre cada aspecto de la vida de sus integrantes.

En suma, se trata del individualismo versus el colectivismo, sea éste religioso, económico, político o ecológico. Toda forma de colectivismo es, a la larga, lo mismo: el dominio del grupo sobre el individuo.

Saludos.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Sube la temperatura

Creo que ya se conoce bastante la fábula del sapo en el agua hirviendo. Aquella que dice que si se arroja un sapo a una olla con agua hirviendo, la criatura escapará ni bien toque el agua, pero si el mismo sapo es puesto después en una olla llena de agua fría a la que se le va subiendo la temperatura de a poco, se quedará ahí hasta morir calcinado, porque no fue notando los sutiles aumentos de la temperatura.

Es una estrategia excelente para los aprendices de dictadores: sólo un imbécil y un improvisado puede querer instalar una dictadura de la noche a la mañana, pero si todos los días se ocupa de erosionar las instituciones y desmantelar sus controles de manera extremadamente técnica e imperceptible, muy probablemente le vaya bien.

¿Y por qué no? Sus opositores se verán reducidos a discutir punto por punto en una serie interminable de agotadoras escaramuzas, bregando por mantener la coma o el párrafo de una ley que a la gente no le importa porque es demasiado técnico como para afectarlos en su vida cotidiana. Así, los opositores "serios" quedarán como defensores de incisos; los otros, los que por conocer de historia o por saber un poquito más son capaces de intuir el hilo conductor tras todas esas maniobras, aparecerán ante el público como paranoicos o dementes de la teoría conspirativa.

Hasta que sea demasiado tarde.

Desde hace seis años que en la Argentina venimos sintiendo que todos los días le van subiendo un poquito más la temperatura a la hornalla. Y nosotros, adentro de la olla, pensando que lo que hace falta es solamente sacarse la ropa para adaptarse a los tiempos que corren.

Hasta ahora, o más bien hasta su guerra idiota de marzo-julio del 2008 contra el campo, al Gobierno le iba bien con su gradualismo. Los opositores (que bastante idiotas son también) se desangraban en peleas inútiles para preservar leyes frente a una aplanadora legislativa de levantamanos, mientras la gente veía Tinelli. Eso le funcionó hasta el voto no positivo, después el Gobierno se recuperó y finalmente volvió a tropezar en junio de este año con las elecciones.

Y desde entonces, Kirchner mandó que la hornalla subiera diez grados todos los días. Resumamos algunas de las más groseras acciones del oficialismo hasta ahora:
  • Logró que le prorrogaran unos poderes excepcionales completamente inconstitucionales para dibujar el presupuesto y transferir partidas a gusto y piacere.
  • Se apropió de las transmisiones futbolísticas, creando un público cautivo para la publicidad oficial del Estado, que es la única que se transmite en los partidos de fútbol.
  • Aprobó una ley de medios tiránica y retrógrada, que dará como resultado un virtual monopolio oficial de radio y televisión de alcance nacional frente a un sector privado reducido, vigilado, limitado y ahogado financieramente por las restricciones publicitarias.
Y la maniobra sigue:
  • Trabaja en una "reforma política" que se ocupa de desmantelar la gran mayoría de los partidos chicos (algo que en cierto sentido no sería tan malo para un país en donde los partidos políticos se han reducido a amigos de un cacique) y de complicar las regulaciones electorales sin introducir cambios en los elementos más grotescos del sistema electoral argentino: la boleta sábana y el control de las elecciones por el Ministerio del Interior.
Pero esta semana... Dios mío, en esta semana que pasó el tuertito loco giró la perilla hasta arrancarla.
  • Ley de ADN: si Estela de Carlotto, en su infinita sabiduría, sospecha que tus padres no son los verdaderos, entonces un juez podrá obligarte a dar ADN para testificar en su contra y verificar tu "identidad", aún contra tu expresa voluntad y ciscándose en los artículos del Código Procesal Penal que protegen nuestro derecho a no declarar en contra de parientes si no lo queremos. Y si de todas maneras tenés suerte y el juez no manda a que te claven la jeringa, no hay drama: puede allanar tu casa para buscar el material genético que considere necesario.
  • Limitación de los amparos: Si se aprueba ese engendro, pedir la protección de la Justicia ante cualquier acto inconstitucional del Gobierno o de la administración pública va a ser más difícil que hacer callar a Cristina cuando está por cadena nacional.
  • Impuestazo tecnológico: ¿Querés cambiar el celular? Preparate a pagar 30 por ciento más si el aparato que te gusta no tiene packaging hecho en Tierra del Fuego.
  • "Conflictividad social": Un infierno de cortes, huelgas y manifestaciones, todas con un mismo objetivo... extorsionar más dinero, privilegios y beneficios de parte del Estado, tomando como rehenes a los ciudadanos laburantes que pagan sus impuestos.
  • Boicot de la Policía Federal a la ciudad de Buenos Aires.
  • Y la última: la renovada guerra del Gobierno contra los diarios. Porque no vayan a creer que la bronca del Gobierno era sólo contra los audiovisuales, no... ahora va por los gráficos. Primero con las patoteadas de Poronga Moreno para quedarse con Papel Prensa, luego con las patoteadas de los muchachos de Moyano para bloquear la salida de los diarios hasta que se incluya en Camioneros a los distribuidores de diarios, y por último con el decreto para "canillitizar" la venta de diarios y declarar como "trabajadores" a los vendedores de diarios (mi sentido de la mala leche me dice que es para que el Sindicato de Camioneros pueda incorporar después a los vendedores de diarios en el aparato extorsivo y mafioso que responde a Hugo Moyano). La santísima trinidad del control gubernamental sobre la prensa escrita: control sobre los insumos, la distribución y la venta directa.
Cada día que pasa, el aire se vuelve más enrarecido, el agua de la olla está más caliente y los ánimos están más caldeados. Quizás peque de paranoico, pero tengo la sensación de que se están acelerando los tiempos hacia una salida que no podemos intentar imaginar.

Si todo sigue así, uno de estos días el agua va a hervir con nosotros adentro de la olla.

Estemos atentos.
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