Feliz día del golpe

No tienen una idea de la bronca homicida que me provoca tener que estar escribiendo sobre este tema.
Quiero que se pongan en perspectiva: yo soy de mayo de 1984, lo que significa que apenas coexistí con el Proceso durante cuatro meses (desde agosto hasta diciembre de 1983) y esos cuatro meses encima fueron in utero. La experiencia histórica que tengo del Proceso es, literalmente, la que tomo de mis parientes, de los libros de historia y de los documentales. Es un tema que tiene tanta presencia y actualidad para mí como la Segunda Guerra Mundial, el Cruce de los Andes o la Revolución Francesa.
O por lo menos así debería serlo, si no fuera por la insistencia perversa e inútil por revivir el tema que comparten los miembros de una clase política incompetente y obsesionada con encontrar chivos expiatorios para todos sus desastres, un montón de pendejos pelotudos que en su ignorancia no tienen otra cosa mejor que hacer para canalizar su soberbia adolescente, una banda de turros interesados en exprimir hasta el último puto centavo que puedan, y un montón de viejos forros corruptores de menores que se esconden atrás de los muertos para que nadie pregunte cómo es que consiguieron salir vivos.
Sí, les dije "corruptores de menores"; para mí no existe diferencia entre Jorge Corsi y un pseudomontonero que le llena la cabeza a los jóvenes y chicos con mierda romántica de la década del '70 para que los viejos que "consiguieron sobrevivir" puedan seguir pajeándose con sus fantasías revolucionarias.
El mero hecho de que a treinta y cinco putos años del 24 de marzo del '76 todavía haya que seguir debatiendo (o tratar de pasar por la vida mientras otros insisten en reavivar el debate) si la violencia política en la Argentina fue buena o mala es una muestra tanto del fracaso colectivo de este país como de la perversión de una generación a la que aparentemente no le bastó la muerte y el odio de esa época para descubrir que ambas cosas son total y completamente al pedo.
Perdimos treinta y cinco años haciéndonos la del mono con el Proceso y encima pudrimos la cabeza de los chicos llevándolos a la Plaza de Mayo a escupir fotos de Mirtha Legrand, de Mariano Grondona y de Chiche Gelblung. No, si de verdad nos las sabemos todas...
Después de todo, siempre es más fácil creer que se trató de un grupo de milicos malos que bajaron de un plato volador para cagar a tiros a pobres chicos que iban repartiendo florcitas y cantando "Muchacha ojos de papel", en lugar de preguntarse qué catzo andaba mal con este país como para que se llegara al punto de vivar al golpe de Estado más esperado y previsto de la historia.
Por último, para los que se ilusionan con lo que pudo haber hecho de este país "la generación perdida", debería bastarles con ver cómo manejan las cosas sus herederos morales y espirituales, porque después de todo ellos son los que no dejaron atrás sus ideales, ¿no? Supongo que la única diferencia es que la generación de los "jóvenes idealistas" hubiera hecho un buen uso de paredones y otras dulzuras de la justicia revolucionaria, pero no vayamos a quitarles las ilusiones a todos los mamones que andan por ahí con remeritas del Che y del Nestornauta.
Sin embargo, hay algunos destellos de esperanza. Gracias a los kirchneristas y su fijación oral con el setentismo, ya podemos ver al 24 de marzo recordado como se merece: con adolescentes que suben en estado de pedo y botella en mano al colectivo para ir al boliche, con comerciantes y cuentapropistas que putean por las pérdidas de otro feriado inventado y con grandes masas que llenan las rutas argentinas sin que les succione un testículo que ese día sea una "jornada de reflexión".
Listo, ya está, terminé mi calentura. Me voy a dormir una siestita.
Quiero que se pongan en perspectiva: yo soy de mayo de 1984, lo que significa que apenas coexistí con el Proceso durante cuatro meses (desde agosto hasta diciembre de 1983) y esos cuatro meses encima fueron in utero. La experiencia histórica que tengo del Proceso es, literalmente, la que tomo de mis parientes, de los libros de historia y de los documentales. Es un tema que tiene tanta presencia y actualidad para mí como la Segunda Guerra Mundial, el Cruce de los Andes o la Revolución Francesa.
O por lo menos así debería serlo, si no fuera por la insistencia perversa e inútil por revivir el tema que comparten los miembros de una clase política incompetente y obsesionada con encontrar chivos expiatorios para todos sus desastres, un montón de pendejos pelotudos que en su ignorancia no tienen otra cosa mejor que hacer para canalizar su soberbia adolescente, una banda de turros interesados en exprimir hasta el último puto centavo que puedan, y un montón de viejos forros corruptores de menores que se esconden atrás de los muertos para que nadie pregunte cómo es que consiguieron salir vivos.
Sí, les dije "corruptores de menores"; para mí no existe diferencia entre Jorge Corsi y un pseudomontonero que le llena la cabeza a los jóvenes y chicos con mierda romántica de la década del '70 para que los viejos que "consiguieron sobrevivir" puedan seguir pajeándose con sus fantasías revolucionarias.
El mero hecho de que a treinta y cinco putos años del 24 de marzo del '76 todavía haya que seguir debatiendo (o tratar de pasar por la vida mientras otros insisten en reavivar el debate) si la violencia política en la Argentina fue buena o mala es una muestra tanto del fracaso colectivo de este país como de la perversión de una generación a la que aparentemente no le bastó la muerte y el odio de esa época para descubrir que ambas cosas son total y completamente al pedo.
Perdimos treinta y cinco años haciéndonos la del mono con el Proceso y encima pudrimos la cabeza de los chicos llevándolos a la Plaza de Mayo a escupir fotos de Mirtha Legrand, de Mariano Grondona y de Chiche Gelblung. No, si de verdad nos las sabemos todas...
Después de todo, siempre es más fácil creer que se trató de un grupo de milicos malos que bajaron de un plato volador para cagar a tiros a pobres chicos que iban repartiendo florcitas y cantando "Muchacha ojos de papel", en lugar de preguntarse qué catzo andaba mal con este país como para que se llegara al punto de vivar al golpe de Estado más esperado y previsto de la historia.
Por último, para los que se ilusionan con lo que pudo haber hecho de este país "la generación perdida", debería bastarles con ver cómo manejan las cosas sus herederos morales y espirituales, porque después de todo ellos son los que no dejaron atrás sus ideales, ¿no? Supongo que la única diferencia es que la generación de los "jóvenes idealistas" hubiera hecho un buen uso de paredones y otras dulzuras de la justicia revolucionaria, pero no vayamos a quitarles las ilusiones a todos los mamones que andan por ahí con remeritas del Che y del Nestornauta.
Sin embargo, hay algunos destellos de esperanza. Gracias a los kirchneristas y su fijación oral con el setentismo, ya podemos ver al 24 de marzo recordado como se merece: con adolescentes que suben en estado de pedo y botella en mano al colectivo para ir al boliche, con comerciantes y cuentapropistas que putean por las pérdidas de otro feriado inventado y con grandes masas que llenan las rutas argentinas sin que les succione un testículo que ese día sea una "jornada de reflexión".
Listo, ya está, terminé mi calentura. Me voy a dormir una siestita.