sábado, 26 de marzo de 2011

Feliz día del golpe


No tienen una idea de la bronca homicida que me provoca tener que estar escribiendo sobre este tema.

Quiero que se pongan en perspectiva: yo soy de mayo de 1984, lo que significa que apenas coexistí con el Proceso durante cuatro meses (desde agosto hasta diciembre de 1983) y esos cuatro meses encima fueron in utero. La experiencia histórica que tengo del Proceso es, literalmente, la que tomo de mis parientes, de los libros de historia y de los documentales. Es un tema que tiene tanta presencia y actualidad para mí como la Segunda Guerra Mundial, el Cruce de los Andes o la Revolución Francesa.

O por lo menos así debería serlo, si no fuera por la insistencia perversa e inútil por revivir el tema que comparten los miembros de una clase política incompetente y obsesionada con encontrar chivos expiatorios para todos sus desastres, un montón de pendejos pelotudos que en su ignorancia no tienen otra cosa mejor que hacer para canalizar su soberbia adolescente, una banda de turros interesados en exprimir hasta el último puto centavo que puedan, y un montón de viejos forros corruptores de menores que se esconden atrás de los muertos para que nadie pregunte cómo es que consiguieron salir vivos.

Sí, les dije "corruptores de menores"; para mí no existe diferencia entre Jorge Corsi y un pseudomontonero que le llena la cabeza a los jóvenes y chicos con mierda romántica de la década del '70 para que los viejos que "consiguieron sobrevivir" puedan seguir pajeándose con sus fantasías revolucionarias.

El mero hecho de que a treinta y cinco putos años del 24 de marzo del '76 todavía haya que seguir debatiendo (o tratar de pasar por la vida mientras otros insisten en reavivar el debate) si la violencia política en la Argentina fue buena o mala es una muestra tanto del fracaso colectivo de este país como de la perversión de una generación a la que aparentemente no le bastó la muerte y el odio de esa época para descubrir que ambas cosas son total y completamente al pedo.

Perdimos treinta y cinco años haciéndonos la del mono con el Proceso y encima pudrimos la cabeza de los chicos llevándolos a la Plaza de Mayo a escupir fotos de Mirtha Legrand, de Mariano Grondona y de Chiche Gelblung. No, si de verdad nos las sabemos todas...

Después de todo, siempre es más fácil creer que se trató de un grupo de milicos malos que bajaron de un plato volador para cagar a tiros a pobres chicos que iban repartiendo florcitas y cantando "Muchacha ojos de papel", en lugar de preguntarse qué catzo andaba mal con este país como para que se llegara al punto de vivar al golpe de Estado más esperado y previsto de la historia.

Por último, para los que se ilusionan con lo que pudo haber hecho de este país "la generación perdida", debería bastarles con ver cómo manejan las cosas sus herederos morales y espirituales, porque después de todo ellos son los que no dejaron atrás sus ideales, ¿no? Supongo que la única diferencia es que la generación de los "jóvenes idealistas" hubiera hecho un buen uso de paredones y otras dulzuras de la justicia revolucionaria, pero no vayamos a quitarles las ilusiones a todos los mamones que andan por ahí con remeritas del Che y del Nestornauta.

Sin embargo, hay algunos destellos de esperanza. Gracias a los kirchneristas y su fijación oral con el setentismo, ya podemos ver al 24 de marzo recordado como se merece: con adolescentes que suben en estado de pedo y botella en mano al colectivo para ir al boliche, con comerciantes y cuentapropistas que putean por las pérdidas de otro feriado inventado y con grandes masas que llenan las rutas argentinas sin que les succione un testículo que ese día sea una "jornada de reflexión".

Listo, ya está, terminé mi calentura. Me voy a dormir una siestita.

sábado, 19 de marzo de 2011

Sábado nuclear


Me gusta la energía nuclear. He ahí mi posición impopular de la semana.

El día que alguien me muestre otra fuente de energía de altísima generación (sólo Atucha y Embalse cubren cerca del 6% de la generación de energía de la Argentina), virtualmente interminable, que no genere contaminación atmosférica, que sea tremendamente eficiente (para generar lo mismo que una central nuclear, habría que tapizar casi toda la provincia de Buenos Aires con células solares), que no tenga un impacto ambiental severo en su construcción (cosa que sí pasa con las centrales hidroeléctricas), que sólo necesite un recambio de combustible cada 10 o 20 años y que lo usado sea potencialmente reprocesable en un 90% y vuelto a usar, cosa que no pasa ni con el petróleo, ni con el gas, ni con el carbón, hablamos.

Pero eso no importa, porque con todo lo que está pasando en Fukushima, el cartel oportunista de charlatanes, oscurantistas y misántropos que se hace llamar "movimiento ecologista" está saltando en una pata y feliz como perro con dos colas, relamiéndose con la idea de volver a la carga contra la energía nuclear como parte de su fantasía retrógrada.

Ojo, yo no tengo ningún problema con hacer un uso responsable del medio ambiente, ser limpio y limpiar cuando sea posible y evitar el sufrimiento. Sí tengo problemas con la tecnofobia irracional y absurda, con el verso tremendista disfrazado de teoría científica, con el primitivismo convertido en ideal de vida y con el delirio que plantea equiparar la vida de un ser humano con la de una vaca, un ornitorrinco o una tararira.

Para que nadie se escandalice, no digo que lo que pasa en Japón sea una fiesta: es un quilombo mayúsculo que todavía puede empeorar y que nadie puede asegurar que todavía haya terminado. Falta muchísimo por hacer y por lograr para poder respirar tranquilos, y si no se maneja bien el control de emergencias, puede ser una verdadera tragedia, cosa que todavía no es a pesar de que los canales de noticias sigan poniendo la palabra "Apocalipsis" como si tuviéramos a los Cuatro Jinetes cabalgando por el cielo.

Lo que hay que tener en cuenta para analizar Fukushima es que es sólo una de las dieciséis nucleares de Japón, y que está teniendo estos problemas después de haberse bancado un terremoto de 9 puntos en la escala de Richter y un fucking tsunami. Después de todo eso, sólo una central entre dieciséis está jodida. Si la energía nuclear fuera tan insegura y tan bomba de tiempo como la pintan los ecologistas, hoy todo Japón debería estar brillando en la oscuridad, los futuros nenes japoneses serían bicéfalos y los pescados para el sushi vendrían con tres ojos.

No sé ustedes, pero insisto: después de semejante combinación de desastres, que sólo una planta de las dieciséis que tiene el país esté en condiciones graves me parece una razonable muestra de seguridad.

Pero qué pasó con Chernobyl, pueden decir después. Para empezar, Chernobyl era una planta horrendamente diseñada y obsoleta desde el vamos, administrada por imbéciles y retardados sin más virtud que su conexión política con el Partido Comunista de la URSS. Una descripción que leí y que me quedó es que las circunstancias que llevaron al accidente de Chernobyl (central diseñada sin recubrimientos, con barras de control inflamables, una prueba realizada en horas de la madrugada con los mecanismos de seguridad desactivados y con la mayor parte del personal en sus casas) hubieran sido el guión perfecto para un capítulo de Los Simpsons.

Juzgar la seguridad de la energía atómica a partir de lo que pasó en Chernobyl equivale a decir que andar en bicicleta es inseguro porque una vez un pelotudo quiso hacer la Willy con la rueda delantera en una barranca con los ojos cerrados y terminó con traumatismo de cráneo.

Pero nada de eso alcanza, porque los muchachos ecologistas ya están reclamando a gritos el cierre de todas las centrales nucleares del mundo y haciendo un despliegue de conducta apocalíptica que hubiera llevado a Nostradamus a decirles que no se vayan de mambo. ¿Con qué reemplazamos la energía nuclear? Nunca te lo van a decir, más allá del cuentito de las "energías alternativas" que ni por puta pueden cubrir las necesidades actuales de energía.

Ah, ¿pero qué pasa si reducimos el consumo de energía y adoptamos un estilo de vida más sustentable y eco-friendly? Flaco, si mi abuela tuviera bigotes, sería mi abuelo. Existen necesidades actuales que tienen que ser cubiertas y que ni pueden ser puestas en suspenso hasta el día que los chanchos vuelen, la energía solar sea eficiente, y todos vivamos en comunas de adobe y techos de paja mientras mateamos al son de "Y rasguña las piedras", ni pueden ser inmediatamente suspendidas sin provocar descalabros, caos, colapso y muy posiblemente cientos de millones de muertes a causa del desabastecimiento. Claro que en el fondo a muchos ecologistas extremos no les quitaría el sueño que la población mundial baje unos cuantos cientos o miles de millones, con tal de preservar para la posteridad a la tararira rayada de Claromecó.

Todas las formas de generación de energía tienen sus riesgos. Usar petróleo implica el riesgo de tener un derrame en el océano o una explosión en un oleoducto. Usar carbón representa un peligro para los mineros, además de la posibilidad de explosiones. Ni hablar de lo que puede pasar con el uso de gas. Una represa hidroeléctrica siempre puede reventar y hacer que el agua embalsada destruya todo lo que encuentra. Y usar energía nuclear significa afrontar la posibilidad de que te toque un Fukushima. Si querés esperar a encontrar una fuente de energía barata, abundante, renovable y libre de riesgos, esperá sentado y liberá los compromisos que tenés en tu agenda porque tenés un buen rato. Otra no hay.

A la energía nuclear hay que respetarla y mucho, porque las consecuencias de un accidente son legítimamente terroríficas. Y quizás en el futuro encontremos una salida superadora, tal vez venga de la mano de la fusión nuclear en vez de la fisión, pero para eso todavía falta. Por el momento, es lo mejor que tenemos. Y lo verdaderamente humano es aprender de los accidentes para que en el futuro no se repitan, en vez de correr a la cueva a escondernos.

sábado, 12 de marzo de 2011

Necrofilia pelotuda

Anoche volvía del centro para casa en el colectivo y veía los afiches que habían pegado los agentes del kakismo en preparación para su aquelarre en la cancha de Huracán. El más deprimente de todos (en directa competencia con los afiches gramaticalmente incomprensibles que proclamaban que "2011 es Cristina") era uno que decía "11 de marzo de 2011 - Cámpora al Gobierno, Perón al Poder".

Ahí me dí cuenta que estamos bien jodidos. Por el amor de Dios, Perón y Cámpora están muertos y enterrados, y profanado el cadáver en el caso del Pocho... por no decir nada de cómo terminó el experimento de poner a Chirolita de testaferro presidencial y quién fue el que le mandó pegar la patada en el culo.

Y encima, como si no bastara con los casos de redención post-mortem de Alfonsín o Kirchner para demostrar la necrofilia nacional, encima ahora tenemos que bancar que se alabe la memoria del pelotudo atroz de Cámpora como para que quede en claro que ni siquiera somos selectivos con la necrofilia.

Por Dios, este gobierno ha gastado más días en elogiar a Cámpora que los días que ese forro chupamedias jugó a ser Presidente. Hasta Ricardo Fort supo mantenerse en el candelero más tiempo que "el Tío".

Pero bueno, es perfectamente consistente con el fetiche del kirchnerismo por la mediocridad en todas sus manifestaciones. Desde los nombramientos en el gabinete hasta las designaciones en organismos públicos, desde la forma en que se comportan hasta la calidad de sus ideas, desde los principios que dicen tener hasta las figuras que dicen venerar, el kirchnerismo es una interminable apología de la mediocridad.

Cámpora, siendo uno de los presidentes más mediocres de un país al que no le faltaron mandatarios mediocres para la comparación, y un ser cuya única "virtud" era su obsecuencia incondicional, tenía que ser una figura de adoración para los kirchneristas. Eso por no entrar en comparaciones entre el acceso de Cámpora a la Presidencia y la gran idea de poner en el sillón de Rivadavia a la Viudita Imbécil.

En fin, ahí seguimos nosotros como país, firmes como rulo de estatua, al borde del precipicio y decididos a ir para adelante, enarbolando el estandarte de una nulidad histórica que tuvo sus 50 días de fama hace casi cuarenta años...

sábado, 5 de marzo de 2011

De reelecciones y privaciones

Respecto de esta controversia sobre si el cristinismo está pensando en cambiar la Constitución para permitirle a la Viudita presentarse a las elecciones de 2015, y también sobre la idea de que los kakas creen tener las elecciones de octubre ganadas, me permito recordarles que había alguien hace no mucho tiempo que también creía que el futuro estaba escrito a su favor y se ilusionaba con nuevos mandatos y nuevas venganzas, hasta que un día feriado el cuerpo no le dio más y convirtió todas sus ambiciones en comida para gusanos.

Como en aquella parábola del Evangelio, hay que tener cuidado de no enloquecerse con grandes planes y éxitos hacia el futuro, no sea cosa que en el momento menos pensado Dios diga ”Insensato, esta misma noche vas a morir, ¿Y para quién será lo que has amontonado?”.

Pero no quiero darle más entidad a los desvaríos de una demente como Diana Conti, sobre todo después de que Luis Juez le diera la respuesta perfecta ("Le digo que la medida es una de Fernet por dos de Coca. Si la cambiás, cagaste"), así que voy a cambiar rotundamente de tema y paso a dejarles unos extractos de un artículo cuyo enlace al texto en inglés original les dejo aquí.

Se trata de una pequeña reflexión sobre la libertad de mercado y el mundo en el que vivimos, un mundo que no hubiera podido ser posible sin muchas cosas que damos por hechas.

"Yo, el Lápiz, así de simple como parezco ser, merezco tu maravilla y asombro, una afirmación que intentaré demostrar. De hecho, si puedes entenderme -no, eso es mucho pedir de cualquiera-, si puedes tomar conciencia del milagro que represento, podrás ayudar a preservar la libertad que la humanidad está perdiendo de forma tan alegre. Tengo una profunda lección que enseñar. Y puedo enseñar esta lección mejor que lo que pueden hacer un automóvil o un avión o un lavaplatos porque, bueno, porque soy en apariencia tan simple."

"¿Simple? Sin embargo, no hay una sola persona sobre la faz de esta Tierra que sepa cómo hacerme. Esto suena fantástico, ¿no es verdad? Sobre todo cuando te das cuenta de que hay entre mil y mil quinientos millones de los míos producidos cada año en los Estados Unidos."

"Levántame y mírame. ¿Qué ves? No hay mucho que asome a la vista, hay algo de madera, laca, una inscripción impresa, grafito, algo de metal y una goma de borrar."

"De la misma manera en que no eres capaz de remontarte muy atrás en tu árbol genealógico, me es imposible nombrar y explicar todos mis antecedentes. Pero quisiera sugerir los suficientes como para darte una idea de la riqueza y complejidad de mi pasado".

"No hay una sola persona sobre la faz de esta Tierra que sepa cómo hacerme". Lo mismo puede decirse de casi todos los bienes de consumo actuales. En un sentido muy importante, no sabemos el mundo que hemos hecho. Su producción, al igual que la producción de lápices, está tan dispersa y depende de tantas cadenas complejas de eventos que si un planificador central la propusiera, ese plan sería rechazado a carcajadas por el Politburó.

Y sin embargo, a diferencia de los planes diseñados, de los planes desarrollados por un individuo o por un pequeño comité central, los planes que se desarrollan orgánicamente tienen una posibilidad de éxito mucho mayor. Se producen lápices. La gente trabaja y se le paga. El malgasto y el desecho es castigado o eliminado. Si una parte del sistema falla, el sistema mismo, es decir el sistema de precios, está listo para indicarnos dónde puede encontrarse la mejor alternativa, y ni siquiera tenemos que preguntarle al planificador central.

Cuando elogio la libertad de mercado, es esto lo que estoy elogiando. El proceso; nada más. No estoy elogiando las grandes concentraciones de dinero, y ciertamente no elogio a las personas que las poseen. No estoy diciendo que sea suficiente con tener lápices baratos, y que los pobres se queden donde están. Todo lo que digo es que no hay otro sistema que haya producido tantos lápices por tanto tiempo y de forma tan barata. Eso es bastante excelente de por sí, ¿no es así?

Tampoco hay otro sistema que nos haya dado el tiempo extra que haga posible que casi todos los niños pasen sus años formativos aprendiendo cómo usar lápices. La libertad de mercado no abolió el trabajo infantil ni produjo la alfabetización masiva. Pero la libertad de mercado hizo que estas cosas fueran propuestas a considerar sin que indujeran hambrunas en primer lugar. (¿Educación de masas durante los primeros veinte años de vida? ¿En la Edad Media? ¿Estás bromeando?)

Lo que, de nuevo, no significa que los pobres deban contentarse con lo que les toca o que las grandes concentraciones de dinero sean perfectamente justas, etcétera, etcétera. Es sólo decir que puedes comprar una calculadora de bolsillo por un dólar, mientras que en los años cincuenta el único lugar donde podías encontrar una calculadora de bolsillo era en las páginas de Isaac Asimov. Eso es bien increíble. ¿Podría incluso Asimov haberlo imaginado, tan pronto y tan barato?

Fuera de la libertad de mercado, no hay nada que parezca capaz de arrinconar a la privación de forma tan completa, que nosotros en el mundo industrializado podamos pensar que la privación es una curiosidad y, peligrosamente, concluír que es fácil de abolir. No lo es. El camino para salir de la privación es angosto y nos ha tomado una eternidad encontrarlo.

Sin embargo, la privación es lo que nos da la naturaleza. A diferencia de los mitos, la Madre Naturaleza no es una mujer generosa. No nos da lápices, y ni siquiera nos da frutas y verduras en gran cantidad. Nos da requerimientos nutricionales bastante exigentes que sólo recientemente hemos podido satisfacer como especie, sin llegar siquiera a una resolución adecuada. Nos da malaria, viruela y disentería. Nos da este horrible impulso por reproducirnos sin importar que los niños vivan felices, o sufran, o mueran de forma miserable. Nos da analfabetismo, e ignorancia, e intuiciones sobre el mundo natural que podrían habernos sido útiles en nuestros tiempos de cazadores y recolectores pero que no nos hacen dar ni un paso más allá.

La naturaleza es completamente cruel y avara, y sin embargo los mercados la pueden superar, y es por eso que una calculadora a energía solar que cuesta un dólar es tan maravillosa.
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