sábado, 31 de marzo de 2012

2 de abril


Andamos cerca del 2 de abril. Y qué 2 de abril, señoras y señores... no todos los días se cumplen 30 años de un evento importante. Especialmente cuando viene acompañado de semejante cháchara política; alguien tiene que explicarme por qué los aniversarios divisibles por cinco empelotudecen a los gobiernos y políticos de todo el mundo.

Aprovechando la cercanía del aniversario de tan importante evento, quería dejar plasmado en este post, quizás de forma un tanto desorganizada, algunos pensamientos y opiniones que me merece la cuestión Malvinas en sí misma y los distintos aspectos asociados con la misma.

Habiendo dicho esto, ¿me bancan la catarsis?

Una cosa que me gustaría ahora que nos vamos a acordar de la guerra es que se distinguiera de manera firme y tajante entre la conducción política y estratégica de la guerra, que dejó mucho que desear como es de público y notorio conocimiento, y el desempeño individual de los combatientes argentinos, el cual fue mucho más destacado y encomiable que lo que comúnmente se conoce.

Que puteen a Galtieri, a la Junta y a Menéndez todo lo que quieran por sus decisiones catastróficas, pero respeten, valoren y aprecien a quienes pelearon y sufrieron en las islas, en los cielos y en las aguas circundantes.

A los pilotos de Aviación Naval que le dejaron un ojo morado y el orgullo golpeado a la Royal Navy. A los oficiales, suboficiales y conscriptos del Ejército que hicieron honor a la bandera y al país al punto de dar la vida. A los aviadores de Fuerza Aérea que dejaron al mundo boquiabierto con su habilidad, pericia y valor. A los infantes de marina que pelearon desde el primer hasta el último día. A los tripulantes del General Belgrano, del Alférez Sobral, del Santa Fe, del Bahía Buen Suceso, del Bahía Paraíso, de la Guerrico y de todos los otros buques que hacen que la injuria barata de decir que "la Armada no salió nunca del puerto" se destiña un poco. A los efectivos de Gendarmería y Prefectura que pasaron de la seguridad interior al frente de guerra para desempeñarse de forma destacable. A los civiles que acompañaron el esfuerzo de guerra y que estuvieron presentes durante el conflicto. A todos.

Todos ellos merecen mucho más que la forrada condescendiente, malintencionada y pelotuda de tratarlos de "víctimas de Galtieri y la dictadura". En serio, me da por el decimonoveno forro de las pelotas escuchar a cada salame que anda por ahí diciendo que hay que tratarlos como víctimas, quitarles así cualquier clase de dignidad y reconocimiento y sumarlos así a la comparsa de llorones tangueros y mangueros que infectan la vida social argentina. Con historias para contar que darían para guiones enteros de películas y hay que soportar que se las oculte para continuar con el verso forrista y llorón.

Esto lo digo no sólo por la zurda perversa y degenerada que no para de insultar, humillar y despreciar con toda la basura de "los chicos de la guerra", o por toda la banda de snobs que se las dan de "intelectuales" y que llaman "postura alternativa" a repetir la del Reino Unido de forma textual, sino también por mucho superado que se conmueve y emociona con las conmemoraciones del 11 de Septiembre en Estados Unidos o con la portación de amapolas rojas en el Día de la Remembranza en el Reino Unido y los países del Commonwealth, pero que cualquier manifestación de patriotismo argentino o de aprecio por el país le provoca vergüencita y arcadas.

De paso, me jode mucho cierta actitud de varios argentinos que parecen alegrarse de que la Argentina haya perdido la guerra. Clarifico para que no se me tome a mal: creo que nunca debió producirse el conflicto. Pero una vez en la palestra, una vez que los tiros empezaron a ir y venir y una vez que los torpedos del HMS Conqueror hundieron la última esperanza de paz junto con el Belgrano, no quedaba otra cosa por hacer que lograr el mejor resultado posible para la Argentina.

Ojalá nunca hubiera ocurrido el 2 de abril de 1982. Pero ocurrió, y así como me gustaría que hubiéramos podido ganar el conflicto que le siguió, lamento profundamente que lo hayamos perdido. Mi deseo de que la absurda decisión cuyo aniversario inspira este post jamás se hubiese producido no me lleva a alabar la figura de la Tácher o sentir alguna clase de gratitud hacia ella por las razones que se puedan; lo primero no implica lo segundo, y ya corrió demasiada agua bajo el puente respecto de Magui, a quien también le cabe el sayo galtierano de aprovechar un conflicto exterior para levantar la imagen de su gobierno. Claro, la diferencia con Galtieri es que los británicos ganaron.

Y dicho lo anterior, espero nunca caer en la situación de alegrarme por la derrota de mi país.

Respecto del territorio en disputa y aunque como argentino me encantaría que las islas queden bajo la soberanía argentina, en lo personal me importan muy poco las islas en sí mismas. Si de mí dependiera, haría un canapé enrollando a la Isla Gran Malvina con la Isla Soledad, lo espolvorearía con la Isla Borbón, las Sebaldes, las otras del archipiélago y también las Georgias y Sandwich del Sur, lo condimentaría con la turba, las ovejas, los pingüinos y los kelpers e invitaría al Reino Unido a que introduzca el producto resultante en su recto. Francamente, si mañana mismo un tsunami se las llevara al fondo del Atlántico, no me molestaría en lo más mínimo.

Lo que me interesa son los recursos, y me interesa pensarlos para un futuro mejor. El petróleo. La pesca. El turismo. La Antártida, en un futuro próximo (y para el que diga que qué carajo nos tiene que importar de la Antártida, bien podría responderle que qué carajo le tiene que importar al Reino Unido). Lo que sea que se pueda sacar de esa zona y sea útil a la Argentina y a los argentinos. Mi interés fundamental es que la Argentina saque la mejor tajada posible para beneficio del país, y ante eso el argumento de "para qué las quiero si pueden llegar a beneficiar a los K" no me resulta convincente, porque prefiero pensar que habrá un futuro sin K en este país y que el mismo no tiene que perjudicarse (más) del odio y de la tirria que generan estos tipos.

Si la cosa es cagar a la Argentina con tal de cagar a los K, no sé si me puedo sumar a eso. Ya perdimos demasiado en esa clase de razonamientos y no quiero ver a la Argentina dentro de medio siglo condenando y lloriqueando por haber perdido oportunidades en un acto de mediocridad y chiquitaje absoluto.

Tampoco me conmueven mucho los kelpers. Probablemente sea una cuestión de piel o de emociones, pero sus declaraciones y actitudes me resultan profundamente antipáticas. Particularmente me molesta la paranoia que dicen tener acerca de un país del que saben que no puede ni cruzar el Riachuelo con ánimo de hostilidad.

Me rompe las pelotas tanto lloriqueo de autodeterminación para esos tres mil criadores de ovejas cuya intensa mala leche está forrada del dinero del Atlántico Sur, habida cuenta de que los mismos británicos se cagaron en lo que podían haber opinado los siete millones de habitantes de Hong Kong acerca de ser entregados al comunismo chino.

Y francamente me tiene sin cuidado si se sienten amenazados o no por la Argentina, más teniendo perfectamente en claro que escucharíamos sus chillidos de victimización y presunto temor aún si todo el arsenal con que contaran las FF.AA. se redujera a garrotes con clavos, gomones, y parapentes.

Insisto: a mí me interesa lo que le pase a la Argentina y a los argentinos. Y en el aspecto militar, me jode sobremanera que una potencia extranjera que nada tiene que hacer en este barrio se crea con derecho a montar una bruta base militar frente a las costas argentinas y a desplegar fuerzas que ellos saben muy bien (y lo dicen) que están muy por encima de cualquier defensa que pueda erigir la Argentina.

No las quiero ahí. No me gusta que haya aviones de combate que puedan sobrevolar a la Argentina como pancho por su casa, que haya submarinos que se paseen por las costas con impunidad. Y si están ahí, entonces quiero que mi país esté en condiciones de defenderse, les cause o no escozor y miedito a los criadores de ovejas de esos pedazos de tierra en el culo del mundo.

No crean que por todo lo anterior estoy de acuerdo con la farsa montada por la kakidad en torno a Malvinas. Si de mí dependiera, dejaría que toda la política oficial al respecto pasara por un representante especial, un diplomático de carrera de Cancillería con veinte o treinta años de experiencia en la cuestión, capaz de centralizar toda la interacción con los británicos. Le bajaría el perfil público a la cuestión, aunque me alcanzaría con impedir que funcionarios ignorantes abran la boca y terminen empiojando las cosas, con tal de llegar a avances concretos.

En fin, quería compartir estas ideas (bah, emociones) al respecto, habida cuenta de la fecha que se acerca. Quizás el lenguaje pudo haber sido más académico, pero estuve acumulando mucho en estos últimos meses sobre el tema.

Piensen lo que quieran sobre el conflicto, pero en lo que a mí respecta les pido que no caigan en la forrada de tomar por víctimas o meter en la bolsa de llanto tanguero a los veteranos y a los caídos. Hicieron lo que su deber les imponía y a muchos se les fue la vida bajo bandera.

Merecen más, mucho más que la condescendencia con que hoy en día muchos quieren reemplazar la ignorancia de décadas. Aunque más no sea por lo que vivieron y lo que sacrificaron.

Paz en sus tumbas y honor a sus memorias.

Hasta la próxima.

sábado, 24 de marzo de 2012

Llego con las manos vacías, porque no sé qué puedo intentar agarrar

Estoy sentado frente al teclado y la verdad que no sé de qué puedo hablar esta semana. Llegué a un punto en donde cierro los ojos y me pongo a escribir la primera cosa que se me viene a la cabeza. Y la verdad es que al margen de llegar al sábado sin muchas energías después de una semana un poco complicada desde lo laboral, el amplio espectro de cosas sobre las cuales se podría hacer un post es tan abrumador que desalienta.

¿De qué se podría escribir?

¿De Boudou y Ciccone, tal vez, o de cómo Boudou va camino a convertirse en un nuevo ejemplo de la máxima que reza que "los únicos que van presos en un gobierno peronista son los que vienen de la Ucedé"?

¿De la Yegua Desquiciada, que cada día da más pruebas de que anda necesitando una urgente terapia de electroshock?

¿De cómo el país está tan pedorrizado que todo se mueve o no si se le canta las pelotas al cavernícola ignorante que pusieron de Secretario de Comercio?

¿De cómo el gobierno que se llena la boca por haber sacado 54% de los votos en la elección emplea su ingenio para encontrar nuevas formas de cagarle la vida a los tres millones de porteños sólo porque elegimos a nuestro propio gobierno con el 46% primero y luego con el 64%?

¿De cómo todos los aspectos de la vida nacional (cultural, político, social, económico, productivo, you name it) parecen sumirse en una podredumbre pedorra sin final aparente?

¿De qué podría escribir? ¿De todo? ¿De nada?

Una de las cosas que de vez en cuando me llevan a mis bajoneos blogueriles, esos en donde o escribo poco o recurro a la traducción de artículos para mantener vivo el sábado, es la sensación que me agarra acerca de que todo el desastre es demasiado grande, demasiado inabarcable y demasiado deprimente como para encararlo.

Esa actitud, creo yo, es la que mueve a mucha gente a huirle a todo lo que está pasando en el país... después de todo, las cosas son siempre demasiado grandes, difíciles y complicadas como para creer que por prestarle atención van a mejorar. No digo que sea una actitud positiva; de hecho, creo que tiene bastante de responsabilidad por lo que nos pasa como sociedad, pero sí tiendo a comprender de vez en cuando porqué un argentino promedio, que trata de aguantar la inflación, la inseguridad y la vida cotidiana en una sociedad que va de cabeza para atrás, puede hacer lo imposible para vivir como el avestruz y hacerse el boludo con la catástrofe, aunque más no sea por sentirse completamente impotente.

Lo comprendo porque a veces me pasa a mí, como hoy.

sábado, 17 de marzo de 2012

Astrofísica kirchnerista

Durante casi toda su vida, que bien puede extenderse por varios miles de millones de años, una estrella se sostiene mediante reacciones de fusión nuclear que consumen el hidrógeno que la compone a una tasa vertiginosa; nuestro Sol convierte en energía cuatro millones de toneladas de hidrógeno por segundo. Antes de que piensen que estoy agregando leña a la sarasa apocalíptica de este 2012, aclaro que hay reservas suficientes para durar unos 5.000 millones de años más.

Pero la cuestión es lo que pasa cuando ese hidrógeno se termina finalmente, y a la estrella no le queda otra cosa por emplear en su proceso de fusión que no sea el otro gas del que está mayormente compuesta: el helio. El resultado es un pasmoso proceso de expansión que convierte a la estrella en una gigante roja que, en su volumen hinchado, termina por consumir todo lo que encuentra a su paso. Esta última fase de la vida de una estrella es breve, pues al cabo de unos pocos millones de años termina por expulsar todas sus capas exteriores, dejando sólo a su núcleo convertido en una triste, fría e insignificante enana blanca en el centro de una nebulosa.

¿Para qué me mandé con esta pseudo-clase de astrofísica barata? (Desde ya pido disculpas a cualquier lector más avezado en el tema que yo por las burradas en las que pude haber incurrido)

Porque no deja de tener un cierto paralelismo con la situación en la que se encuentra el gobierno kakal. Después de ocho años de populismo enloquecido, hoy se encuentra con que el hidrógeno del que depende la estrella kirchnerista, es decir la cajita feliz del Estado, está cerca de agotarse.

A diferencia de las estrellas, que tienen que bancar toda su vida con los gases que pudo recolectar al comienzo de su existencia, es posible que un régimen se abastezca de nuevas fuentes de combustible si es lo bastante incompetente como para arruinar aquellas de las que debería depender en forma exclusiva, es decir los impuestos y los ingresos aduaneros.

El caso del régimen kakal es prueba de ello, pues cuando se le terminó la plata en 2008 quiso apurar al campo para exprimirlo a base de retenciones, y cuando eso le salió mal se abalanzó sobre las AFJP para que los aportes jubilatorios de los argentinos gatillaran el fóbal para todos, la asignación universal por hijo y el multimedios de Yrigoyen, entre otras cosas que tanto hace las delicias de la viuda.

Pero la cuestión es la misma de siempre, tarde o temprano: se acaba el dinero. Y es así que el gobierno entra en un frenesí para tratar de apoderarse de todo lo que pueda para seguir sosteniéndose, en una copia terrenal del "¿Dónde hay un átomo de hidrógeno, viejo Gómez?" que transitan las estrellas cuando han agotado el hidrógeno en sus núcleos. Esa es la etapa que vemos cuando ponen innumerables restricciones a la salida de dólares, prohibiciones de importaciones y regulaciones tan absurdas como las que Moreno acaba de poner en materia de comercio de preservativos y juguetes sexuales al grito de "¡cómo se coge en la Argentina!"

Son bálsamos de diez segundos, nada más. El problema de base sigue, y va a seguir mientras el foco pase por exprimir todo lo posible a todo lo que se pueda agarrar en lugar de asegurar un círculo virtuoso de productividad, crecimiento y desarrollo a base de la iniciativa individual y la libertad de empresa.

Volvamos a nuestro paralelismo. El gobierno ya sabe que ha consumido todo el hidrógeno político que sostiene al modelo, por lo que no le queda más opción que atacar al helio que le queda. Y ese helio, en nuestra metáfora, tiene un nombre: se llama "reservas del Banco Central".

Cuando eso pase, flor de gigante roja vamos a tener. El modelo se va a expandir groseramente al son de la inflación, ocupándolo todo y consumiendo inexorablemente a los pequeños planetas que orbitan al sol kirchnerista de la misma forma en que Mercurio, Venus y la misma Tierra van a terminar chupados por el Sol para cuando se cumpla el 5.000.000.000 aniversario del pase a la inmortalidad de ÉL.

Y cuando todo termine y ya no sea posible contenerlo todo dentro de la estrella, se va a producir la dispersión final, hasta que sólo quede una fría, minúscula, triste y patética bola de gases en el centro de lo que alguna vez fuera un sistema solar, pero que ahora quedó devastado por una inflación incontenible. De la misma manera van a terminar aquellos pocos que se hundan con el barco por no haber sabido escapar a tiempo como ratas.

A lo que quiero ir con todo esto es que el proceso enloquecedor de expansión, estatización y atropellos que vivimos no son ni por puta una muestra de fortaleza del régimen, sino todo lo contrario: están desesperados porque se les acaba el combustible. Se expanden porque no les queda otra para sobrevivir.

Se van de mambo porque saben que la alternativa es colapsar. Nos van a arrastrar a todos en el colapso, porque va a llegar lo quieran o no, pero no conciben otra alternativa. Como el sistema solar que termina arrasado por esa gigante roja en los últimos años de su vida, la expansión catastrófica del modelo nos va a arrasar a todos.

Pero aunque consuman las últimas reservas en un acto de voracidad desesperada al que van a tratar de disimular haciéndolo parecer como una señal de incontenible vitalidad, su final está tan escrito como el que deben atravesar las estrellas una vez que se acaba el combustible del que dependen.

sábado, 10 de marzo de 2012

De Vido y los muertos

Qué cosa, 51 personas se matan en un accidente ferroviario pero el ministro De Vido nos echa en cara que nunca le reconocemos "los muertos que no se producen".

¡Pobrecito De Vido! ¡Qué mal debe sentirse! Seguro que el dolor le estruja tanto el corazón que ni siquiera juntarla con pala le trae alguna alegría...

Quería subsanar ese error y agradecerle de corazón al ministro De Vido porque en todos los viajes que tuve que hacer en esta semana en el Mitre para ir y volver del trabajo no me morí ni una sola vez ni sufrí heridas, amputaciones o calambres de ninguna índole o gravedad. De paso, le agradezco que tampoco haya perdido la vida en alguno de los numerosos viajes en colectivo que debí hacer por razones laborales y académicas en el transcurso de la semana.

No quiero hacer extensivo mi agradecimiento a todos los viajes que tuve que hacer desde que empezó la Nueva Era Kakal en 2003, porque no quisiera abrumar con mi gratitud. Y tampoco lo incluyo al ex-secretario Schiavi porque entiendo que su corazón delicado ya tiene problemas para resistir la gratitud de un pueblo agradecido.

Es de bien nacido ser agradecido, ¿no?. Después de todo, no es como si ocuparse de y gastar guita en boludeces tales como planificar la inversión y el mantenimiento del sistema de transportes nacionales sea un trabajo que ellos tienen que hacer y por cuyos resultados nos deben respuestas y explicaciones. No podemos jamás dar por sentado el increíble privilegio de vivir en el país kirchnerista y formar parte del Relato.

Después de esas atinadas declaraciones, el ministro De Vido salió a gritarle a los radicales que todavía le debían explicaciones a la Argentina por los 38 muertos de diciembre de 2001 o algo por el estilo. Digamos que podríamos ser un poco buenitos y descontar de esos 38 a los que murieron a manos de las administraciones peronistas que gobernaban en Provincia de Buenos Aires y en Santa Fe, pero para no entrar en otro debate, vamos a darle la derecha (esa por donde cobra luego de putear por izquierda) a De Vido.

Me sorprendieron estas declaraciones, porque creo recordar que después del sketch con el imitador de Belgrano en la payasada del bicentenario de la Bandera allá en Rosario la Vaca Estúpida nos reclamó a todos que no jodiéramos con los muertos, que no se los podía usar en política y la mar en coche, todo eso salpicado de alusiones a Él y lagrimitas por el dorima que la dejó para irse al cielo de los militontos.

Qué se yo, pensaba que contestar argumentos con números de muertos entraba en la categoría de usarlos en política, pero supongo que esta es una discrepancia que debe tener alguna explicación razonable según los versículos del Modelo.

Lamento decirle al ministro De Vido que no les cierra mucho la lógica en este asunto, porque si la cosa es tirarse números de muertos, entonces con los 51 de Once los muchachos kakales tienen un handicap de 13 sobre los 38 de 2001. Y ese handicap podría subir si le sumamos los que ya se habían muerto el año pasado en el choque de trenes y colectivos de Flores. Pensé también en agregarles los que murieron en las minas de Río Turbio allá por 2004 pero no quería irme tanto de mambo.

También, dentro de la lógica kirchnerista de la contabilidad tanática, habría que pedirle a Aníbal Ibarra que cierre definitivamente la boca ya que los 194 muertos de Cromañón son ilevantables según estas reglas de juego.

Por otro lado, creo entender a partir de esto la insistencia kirchnerista con el número delirante de 30.000 desaparecidos. Con semejante dibujo digno del INDEK, los muchachos del Modelo deben creer que todavía faltan muchos años y difuntos más para que en su lógica mortuoria sientan que ahora sí se les puede echar en cara algo de lo que hicieron.

Pero qué manga de hijos de puta.

sábado, 3 de marzo de 2012

Deseos cumplidos

Dicen que los chinos solían recomendar que tuvieras cuidado con lo que deseabas porque podía convertirse en realidad.

En cierto sentido, bendigo el hecho de que hoy en día nos esté gobernando la perra rabiosa que el jueves alcanzó proporciones cuasicastristas con su perorata demencial de más de tres horas frente a la corte de aplaudidores y chirolitas del Congreso.

No crean que me volví kirchnerista, por favor. No saqué turno para la lobotomía todavía y no sé si me la cubre la prepaga.

No, lo digo porque por primera vez en la historia la sociedad argentina se ha dado todos los gustos sin que al proveedor le haya sido posible rajarse antes de la catástrofe. Esta vuelta no hay golpe de Estado para que la culpa la asuman después los que portan charreteras, ni elecciones perdidas a manos de radicales demasiado imbéciles como para no estrellarse un helado en la frente y quedar sindicados como culpables de todos los males.

Esta vez, los que crearon y amamantaron a la bestia la van a tener que cuidar durante los próximos cuatro años. Y el pueblo argentino que la pidió se va a tener que hacer cargo de todas sus consecuencias.

La sociedad argentina quiso que pagando boletos a precios casi simbólicos tuviera trenes y subtes baratos, rápidos, cómodos, seguros y puntuales. Esa ecuación, lamentablemente, no cierra y su resultado no tiene entidad en el campo de los números reales, por lo cual sólo se pudo cumplir la primera parte de la fórmula, la de los boletos a precios insignificantes. Y eso es hasta ahí nomás, como podrá claramente entenderlo cualquier persona que sepa que no existe tal cosa como un almuerzo gratis y que los subsidios no los aporta Papá Noel sino que salen, entre otras cosas, del 21% adicional que pagamos por cualquier producto y servicio en esta tierra de promisión.

¿Qué sacamos de ese deseo? Trenes obsoletos, con condiciones inhumanas, inseguros, lentos, demorados, con estaciones que se caen a pedazos y vías que parecen fosilizadas, y subtes que no andan muy lejos de esa condición. Felicitaciones, Argentina, tuviste tu deseo. Ahora disfrutalo.

Ese proceso y esas consecuencias también los podemos repetir en otros servicios: quisimos nafta barata y ahora estamos rasqueteando el fondo del barril de reservas. Quisimos luz y gas baratos y ahora tenemos la perspectiva de los cortes programados y una fangotada de guita para comprar gas licuado en el exterior. Felicidades, ahí lo tenemos.

La sociedad argentina también se enloqueció con la creencia mística y pelotuda en "la juventud". De golpe, parecía como que la solución a todo pasaba por dejarle las cosas a una nueva generación con ideas nuevas y perspectivas frescas que pudiera salir del fracaso de sus predecesores. En rigor de verdad, esta creencia no está mal en principio, más si se tiene en cuenta que la clase política argentina está repleta de carcamanes primitivos e ignorantes atornillados a la función pública desde hace décadas, y que es imperativo que sea reemplazada por gente capacitada, con energía y preparada.

Pero una cosa muy distinta es pensar que la simple condición de pendejitud basta y sobra, y créanme porque con 27 pirulos algo sé de la pelotudez en la que vive buena parte de la juventud argentina. Así nos llenamos de camporitas y otros licenciados en militancia, iletrados funcionales pero expertos en batucada y con programas de pasantías en transa política y repetición de consignas ideológicas idiotas, todo para cubrir con un manto de piedad las ganas que tienen de pasársela de joda chupando y encamando. Así es que Aerolíneas pierde dos millones de dólares por día y la administración pública camporizada es todavía más incompetente que lo habitual para los estándares argentinos.

Ese culto a la juventud deriva también de un mito perverso que la sociedad argentina eligió creer acerca de una presunta "generación perdida", consistente en la manga de pendejos ensoberbecidos y mesiánicos que mataron y se hicieron matar en los '70 en pos del sueño delirante de la revolución socialista. Cuando una banda de delincuentes y cínicos se hizo pasar por sobrevivientes y herederos morales y espirituales de esa generación, buena parte de la sociedad vio la posibilidad de cumplir con ese sueño y les allanó el camino al poder.

Bueno, acá tenemos los resultados de la generación maravillosa en el poder. Tenemos inflación. Tenemos inseguridad. Tenemos corrupción a granel. Tenemos incompetencia administrativa y ejecutiva. Tenemos tendencias totalitarias desde el poder. Tenemos una perversión de la educación en todos los niveles. Tenemos degradación moral y pública. Tenemos infinidad de pequeños tiranos jodiéndonos la vida por todos lados. Tenemos regulaciones estúpidas y contraproducentes. Tenemos una obsesión con "el relato" en desmedro de la realidad.

Ahí los tenemos. A disfrutarlos.

Y la señora después dice que no sabe si quiere quedarse o no. Que se quede. Hasta la última hora del último día. Que diga que deja jirones de su vida en el camino como la Eva, esa otra perra mayor a la que tanto admira, pero que se quede y se banque hasta el último quilombo que provocó. Que no raje como rata por tirante para venir después como si nada hubiera pasado.

Y que la sociedad argentina se lo banque hasta el final. Pidió lo que quiso y le dieron lo que pidió. Ahora hay que tomarse hasta la última gota del menjunje como unos duques. Insisto como siempre insisto con este tema: las sociedades merecen lo que tienen y no van a tener nada mejor hasta que no lo merezcan. Cuando la sociedad argentina demuestre que valora la democracia, la república, la institucionalidad y el respeto a la ley, entonces los tendrá, pero que no espere que caigan del cielo o que se los den por ser un presunto "derecho". Un buen paso sería empezar por admitir que no se puede construir nada firme, duradero o estable sobre la premisa de que las leyes son de cumplimiento optativo.

Quizás entonces hayamos aprendido que el autoritarismo, la demencia, la tiranía y la devastación nacional no vienen sólo de uniforme sino que pueden portar traje o incluso un trajecito negro de duelo.
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