sábado, 28 de abril de 2012

Los bueyes con los que aramos

La verdad que es muy triste ver cómo a la Argentina se la están comiendo las garrapatas.

De más está enumerar todas las barbaridades que hemos estado viendo últimamente, y de poco sirve porque en estos días estamos en un verdadera curva asintótica de barbaridades, con una barbaridad nueva todos los días que hace que la curva suba hacia el infinito, impulsada por la corrupción de una manga de depravados que no tiene freno alguno para sus desquicios. Robar por cadena nacional una empresa para ponerla en manos de un pendeviejo trotskofrénico que insiste en vestirse como un salamín que va a la matiné del boliche cuando tiene 41 años de edad, y castrar una causa judicial contra el vicepresidente corrupto de un gobierno de corruptos es nomás la frutilla del postre de estiércol del kakismo.

En este clima de malaria en perpetuo agravamiento, la sociedad argentina anda por la vida anestesiada, y por más que muchos que están del lado anti-K no tengan otra reacción inicial que no pase por maldecir al "54 por ciento" por su servilismo e inconsciencia a la hora de votar y también al 46 por ciento restante por su indolencia presente, no estaría de más tener en cuenta que muy difícilmente pueda sobrevivir la moral de una nación a las décadas de fracasos, colapsos, decepciones y "refundaciones" que ha vivido la Argentina.

Devasten a una sociedad cada diez años, quitándole todo lo que tiene y sumiéndola en el caos, dejándola en la miseria moral y material, cada uno a sabiendas de que el que está al lado es un potencial cagador, y no se sorprendan de que el primer instinto del ciudadano promedio sea correr detrás de cualquier promesa de salvación o gratificación inmediata, aunque ésta sea en la práctica una condena a largo plazo... más aún si esta promesa ofrece la oportunidad de cagar en represalia a los que hicieron el mal o a los que simplemente caen mal.

¿Cómo vamos a putearlos por ignorar el largo plazo si la experiencia ha hecho que el país no sea capaz de pensar más allá del próximo sueldo? Ha sido casi darwiniano el proceso de selección: en la Argentina, invertir a largo plazo o confiar en el otro ha sido siempre una catástrofe, así que es casi natural que los únicos que queden y prosperen sean los desconfiados y los vividores del día a día.

¿Cómo vamos a putearlos porque no les importe absolutamente nada si la experiencia pura y dura demuestra que a los que les importa algo sólo les espera un camino de decepción y desengaño, porque todo empeora indefectiblemente y ningún esfuerzo redunda en un cambio favorable?

Deberíamos tener eso más en mente si queremos algún día hacer que la Argentina deje de ser lo que viene siendo hasta ahora, porque limitarse a putearlos y a ir por la vida con pose de superado no nos ha hecho ningún favor. Para muchos, caer en la locura kirchneriana no ha sido un capricho gratuito sino lo que ellos sienten como una última oportunidad. Y no vamos a llegar a ningún lado insultando a aquellos que tenemos que convencer.

Mal que mal, tenemos que reconocer que "el otro lado" está haciendo un excelente laburo (para ellos, claro) de tomar a esos desesperados y darles aunque sea una falsa esperanza de que van a poder superar la locura cotidiana, de modo que cuando uno les plantea la necesidad de no perder la libertad, le respondan que prefieren vivir así antes que volver a "la libertad de morirse de hambre".

No se diga con esto que quiero exculpar a la sociedad argentina de su presente actual y de su futuro posible. Todo lo contrario. Sólo busco tratar de comprenderla mejor, porque no vamos a encontrar ninguna solución si no entendemos primero con qué bueyes aramos.

La expresión "bancarrota moral" es ideal para describir la condición actual de la argentinidad. No es la amoralidad de no distinguir entre el bien y el mal, sino una degradación tan grande de la moral que desemboca en la perversión de saber lo que está bien y lo que está mal... sin que eso importe un catzo a la hora de actuar.

Esa bancarrota moral nos llevó a donde estamos hoy y nos va a seguir empujando por la senda de la indolencia y la mediocridad. Y como no me canso de decirlo, está perfectamente bien porque es lo que merece la sociedad argentina. ¿Cuándo va a merecer otra cosa? Cuando esté dispuesta a luchar por ella en lugar de creer que "es su derecho" y que si no lo tiene, es porque "se lo robaron".

No tenemos kakismo porque en 2003 haya bajado de un plato volador un Bizco Malo acompañado por una Vaca Estúpida, así como no tuvimos al Proceso en 1976 porque la Junta se hubiera teletransportado desde el Enterprise. Los tuvimos porque la sociedad argentina demostró, con sus ideas y sus acciones, que se merecía eso.
 
Alemania necesitó de la locura del nacionalsocialismo, de la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial y de cuarenta años de guerra fría para aprender de una vez por todas que el nacionalismo virulento, la locura racial y el colectivismo económico no servían para nada. ¿Quién es capaz de decir que nosotros no necesitamos de una catástrofe para dejar atrás la adolescencia peronista?

sábado, 21 de abril de 2012

El relato orwelliano

A la luz de todo lo que hemos visto con YPF y demás volteretas del kakismo, tenemos que recordar que 1984 fue una advertencia, por más que muchos insistan en tomarlo como un manual con instrucciones.

(...) En este momento, por ejemplo, en 1984 (si es que era 1984), Oceanía estaba en guerra con Eurasia y aliada con Estasia. Ni en público ni en privado se admitía jamás que las tres potencias habían estado alineadas de distinta forma. En realidad, como bien lo sabía Winston, hacía sólo cuatro años Oceanía había estado en guerra con Estasia y aliada con Eurasia. Pero esa era sólo una pieza de conocimiento furtivo que poseía porque su memoria no había sido puesta bajo control de manera satisfactoria. Oficialmente, el cambio de socios nunca había ocurrido. Oceanía estaba en guerra con Eurasia: por lo tanto, Oceanía siempre había estado en guerra con Eurasia. El enemigo del momento siempre representaba el mal absoluto, y de ahí se seguía que cualquier acuerdo pasado o futuro con él era imposible.

Lo verdaderamente espantoso, reflexionó él por millonésima vez mientras hacía esfuerzos dolorosos para llevar sus hombros hacia atrás (con las manos en las caderas, ellos estaban girando sus cuerpos desde la cintura, un ejercicio que se suponía bueno para los músculos de la espalda)-- lo verdaderamente espantoso era que podía ser todo verdad. Si el Partido podía estirar su mano hacia el pasado y decir que tal o cual evento
jamás había sucedido-- ¿no era eso ciertamente algo más espeluznante que la mera tortura y la muerte?

El Partido decía que Oceanía jamás había sido aliada de Eurasia. Él, Winston Smith, sabía que Oceanía había estado aliada con Eurasia hacía apenas cuatro años. ¿Pero dónde existía ese conocimiento? Sólo en su propia conciencia, la cual de todos modos sería pronto aniquilada. Y si todos los demás aceptaban la mentira que el Partido imponía, si todos los registros contaban el mismo relato, entonces la mentira pasaba a la historia y se convertía en verdad. "Quien controla el pasado", rezaba el slogan del Partido, "controla el futuro; quien controla el presente, controla el pasado". Y sin embargo el pasado, aún maleable por naturaleza, jamás había sido alterado. Lo que era verdad hoy era verdad desde la eternidad hasta la eternidad. Era muy simple. Todo lo que se necesitaba era una interminable serie de victorias sobre la propia memoria. "Control de la realidad", lo llamaban; en Neolengua, "doblepensar".


Parte I, Capítulo 3


Parecía ser que hasta hubo manifestaciones para agradecerle al Gran Hermano por haber aumentado la ración de chocolate a veinte gramos por semana. Y apenas había sido ayer, reflexionó él, que se anunció que la ración sería reducida a veinte gramos semanales. ¿Podía ser posible que se tragaran eso, después de sólo veinticuatro horas? Sí, se lo tragaban. Parsons se lo tragaba fácilmente, con la estupidez de un animal. La criatura desprovista de ojos que se sentaba en la otra mesa se lo tragaba de forma fanática y apasionada, con un deseo furioso de rastrear, denunciar y evaporar a cualquiera que se atreviera a sugerir que la semana pasada la ración había sido de treinta gramos. Syme, también-- de forma más compleja, haciendo uso del doblepensar, Syme se lo tragaba. ¿Era él, entonces, el único que poseía memoria?

Las fantásticas estadísticas continuaban manando de la telepantalla. En comparación con el año pasado, había más comida, más viviendas, más muebles, más utensilios de cocina, más combustible, más barcos, más helicópteros, más libros, más bebés... más de todo excepto enfermedad, delincuencia e insanía. Año a año y minuto a minuto, todos y todo ascendían a ritmo vertiginoso. Al igual que lo había hecho Syme, Winston había tomado su cuchara y revolvía el pálido potaje sobre la mesa, usando una buena parte del mismo para hacer un diseño. Meditó con resentimiento sobre la textura física de la vida. ¿Siempre había sido así? ¿Siempre había tenido la comida el mismo sabor? Miró alrededor del comedor. Un cuarto de techo bajo y repleto, con paredes mugrientas a causa del contacto de innumerables cuerpos, mesas y sillas metálicas y abolladas, puestas tan cerca unas de otras que los codos se tocaban al comer, cucharas dobladas, bandejas gastadas, toscas tazas blancas; todas las superficies grasientas, mugre en cada grieta, y un hedor amargo y compuesto por mala ginebra y mal café y guisos de sabor metálico y ropas sucias. Siempre había en el estómago y en la piel una especie de protesta, una sensación de que se le había privado a uno de algo a lo que tenía derecho. Era cierto que no tenía memorias de algo significativamente distinto. En todas las épocas que él podía recordar con exactitud, nunca había suficiente para comer, nunca había tenido medias o ropa interior que no estuvieran repletas de agujeros, los muebles siempre habían estado gastados y al borde de romperse, los dormitorios siempre habían carecido de calefacción, los subterráneos siempre habían estado atestados, las casas siempre se estaban desmoronando, el pan siempre estaba oscuro, el té siempre era escaso, el café siempre había tenido un sabor inmundo, los cigarrillos nunca habían alcanzado-- nada había de barato y abundante excepto la ginebra sintética. Y aunque, desde luego, se tornara peor conforme envejeciera el cuerpo de uno, ¿no era una señal de que NO era el orden natural de las cosas, si el corazón de uno se enfermaba ante la incomodidad y el polvo y la escasez, los interminables inviernos, las medias pegajosas, los ascensores que nunca funcionaban, el agua fría, el jabón sucio, los cigarrillos que se deshacían, la comida con sus extraños y perversos sabores? ¿Por qué debía uno sentir que era intolerable a menos que se tuviera alguna especie de memoria ancestral de que las cosas habían sido diferentes alguna vez?


Parte I, Capítulo 5

Es necesario que un miembro del Partido no sólo tenga las opiniones correctas, sino también los instintos correctos. Muchas de las creencias y actitudes que se le exigen no son nunca planteadas abiertamente, y no podrían serlo sin dejar al descubierto las contradicciones inherentes al Ingsoc. Si es una persona naturalmente ortodoxa ("bienpensante" en Neolengua), en todas circunstancias sabrá, sin detenerse a pensarlo, cuál es la creencia correcta o la emoción deseada. Pero en cualquier caso un elaborado entrenamiento mental, emprendido en la infancia y concentrado en los términos de Neolengua "nodelito", "blanconegro" y "doblepensar", lo volverá renuente e incapaz de pensar con profundidad en cualquier tema. Se espera de un miembro del partido que no tenga emociones privadas o pausas a su entusiasmo. Se supone que debe vivir en un continuo frenesí de odio hacia los enemigos exteriores y los traidores domésticos, triunfos sobre las victorias y autohumillación ante el poder y la sabiduría del Partido. El descontento que genera esta existencia insípida y nada satisfactoria es deliberadamente desviado hacia el exterior y disipado mediante recursos tales como los Dos Minutos de Odio, y las especulaciones que podrían llevar a una actitud escéptica o rebelde son eliminados con antelación por la disciplina interior tempranamente adquirida. La primera y más sencilla etapa de esta disciplina, que puede ser enseñada incluso a los niños pequeños, es llamada en Neolengua "nodelito". Nodelito significa la facultad de detenerse, como por instinto, en el umbral de cualquier pensamiento peligroso. Incluye el poder de no comprender las analogías, de ser incapaz de percibir errores de lógica, de no comprender las proposiciones más sencillas si son hostiles al Ingsoc, y de aburrirse y sentir repelencia por cualquier tren de pensamiento que pueda ir en dirección a la herejía. En resumen, nodelito es una estupidez preventiva. Pero no alcanza con la estupidez. Por el contrario, la ortodoxia en su sentido más pleno exige un control sobre los propios procesos mentales que sea tan completo como el que tiene un contorsionista sobre su cuerpo. La sociedad oceánica descansa en última instancia en la creencia de que el Gran Hermano es omnipotente y que el Partido es infalible. Pero dado que en realidad ni es omnipotente el Gran Hermano ni es infalible el Partido, es necesaria una flexibilidad incansable y constante hacia el tratamiento de los hechos. La palabra clave aquí es "blanconegro". Como tantas otras palabras en Neolengua, esta palabra tiene dos significados mutuamente contradictorios. Aplicada a un oponente, significa el hábito de proclamar con desfachatez que lo negro es blanco, contradiciendo los hechos evidentes. Aplicada a un miembro del Partido, significa una leal disposición a decir que lo negro es blanco cuando lo exige la disciplina partidaria. Pero también significa la habilidad de CREER que lo negro es blanco, y aún más, la de SABER que lo negro es blanco, y de olvidar que alguna vez se creyó lo contrario. Esto exige una continua alteración del pasado, la cual es posible mediante el sistema de pensamiento que en realidad abarca a todos los demás y que se conoce en Neolengua como "doblepensar". La alteración del pasado es necesaria por dos razones, una de las cuales es subsidiaria y, por así decirlo, preventiva. La razón subsidiaria es que el miembro del Partido, al igual que el proletario, tolera las actuales condiciones en parte porque carece de cualquier estándar de comparación. Se le debe separar del pasado, tanto como se le debe separar de cualquier país extranjero, porque es necesario que crea que está mejor que sus ancestros y que el nivel promedio de confort material está en permanente crecimiento. Pero una razón mucho más importante para el reajuste del pasado es la necesidad de salvaguardar la infalibilidad del Partido. No es sólo cuestión de que los discursos, estadísticas y archivos de todo tipo deban ser constantemente actualizados para que muestren que las predicciones del Partido han sido correctas en todos los casos. También se trata de que ningún cambio en la doctrina o en el alineamiento político puede ser admitido jamás. Cambiar la propia opinión, o incluso la propia política, es una admisión de debilidad. Si, por ejemplo, Eurasia o Estasia (sea cual fuere) es el enemigo hoy, entonces ese país debe haber sido siempre el enemigo. Y si los hechos dicen lo contrario, entonces los hechos deben ser alterados. Es así que la historia es constantemente reescrita. Esta falsificación diaria del pasado, llevada a cabo por el Ministerio de la Verdad, es tan necesaria para la estabilidad del régimen como la labor de represión y espionaje desempeñada por el Ministerio del Amor. La mutabilidad del pasado es el postulado central del Ingsoc. Los eventos pasados, se afirma, carecen de existencia objetiva, y sólo sobreviven en registros escritos y en los recuerdos humanos. El pasado es aquello que dicen los registros y los recuerdos. Y ya que el Partido tiene pleno control de los registros y también de las mentes de sus miembros, se deduce que el pasado es lo que sea que el Partido quiere. Y también se deduce que aunque el pasado es alterable, nunca ha sido alterado en alguna instancia específica. Porque cuando se lo ha recreado en la forma que se necesita para la ocasión, entonces esta nueva versión ES el pasado, y nunca podría haber existido un pasado distinto. Esto se mantiene aún cuando, como suele suceder, el mismo evento debe ser alterado hasta lo irreconocible varias veces en el transcurso de un año. En todo momento está el Partido en posesión de la verdad absoluta, y es claro que lo absoluto nunca podría haber sido distinto de lo que es ahora. Quedará claro que el control del pasado depende sobre todo del entrenamiento de la memoria. Asegurarse de que todos los registros escritos coincidan con la ortodoxia del momento es una cuestión meramente mecánica. Pero también es necesario RECORDAR que los eventos ocurrieron en la forma deseada. Y si es necesario reacomodar las memorias propias o alterar los registros escritos, entonces es necesario OLVIDAR que eso fue lo que se hizo. El truco para lograr esto puede ser aprendido al igual que cualquier otra técnica mental. Es aprendido por la mayoría de los miembros del Partido, y ciertamente por todos aquellos que son tan inteligentes como ortodoxos. En la Viejalengua se lo llama con franqueza "control sobre la realidad". En Neolengua se lo llama doblepensar, aunque doblepensar abarca muchas otras cosas también. Doblepensar significa el poder de sostener dos creencias contradictorias en la propia mente y de forma simultánea, aceptando ambas. El intelectual del Partido sabe en qué dirección deben ser alteradas sus memorias; por tanto, sabe que está haciendo trucos con la realidad; pero mediante el empleo del doblepensar también se satisface de saber que la realidad no ha sido violada. El proceso debe ser consciente, o de lo contrario no se llevaría a cabo con la suficiente precisión, pero también debe ser inconsciente, porque si no traería una sensación de falsedad y por tanto de culpa. El doblepensar está en el mismísimo corazón del Ingsoc, ya que el acto esencial del Partido es usar un engaño consciente a la vez que se retiene la firmeza de propósito que acompaña a la plena honestidad. Decir mentiras deliberadas creyendo genuinamente en ellas, olvidar cualquier hecho que se ha tornado inconveniente, y luego, cuando se lo vuelve a necesitar, rescatarlo del olvido por el tiempo necesario, negar la existencia de la realidad objetiva mientras se tiene en cuenta la realidad que uno mismo niega-- todo esto es indispensablemente necesario. Incluso para usar la palabra doblepensar es necesario ejercitar el doblepensar. Al usar la palabra se admite que se está alterando la realidad; mediante un nuevo acto de doblepensar se borra este conocimiento; y así hacia el infinito, con la mentira siempre un salto por delante de la verdad. En última instancia, es mediante el doblepensar que el Partido ha sido capaz-- y por lo que sabemos, puede seguir siéndolo por miles de años-- de detener el curso de la historia.

Parte II, capítulo 9

* * *

Hasta la próxima.

martes, 17 de abril de 2012

Un pasaje (post extemporáneo)

En momentos como los que vivimos hoy en día en la Argentina, tiendo a acordarme de un pasaje de una novela de ciencia ficción.

La novela en cuestión es "Echoes of Honor", el octavo título de la serie "Honor Harrington", escrita por el norteamericano David Weber y de la que ya hemos hablado por estos lares con anterioridad. En este libro, los protagonistas han logrado escapar del cautiverio en el que habían caído en el libro anterior, y junto con varios prisioneros de guerra logran apoderarse del gulag enemigo en el que habían ido a parar. Pero este pasaje no se relaciona con la historia principal, sino que versa sobre el encuentro de dos personajes menores pertenecientes a la República Popular de Haven, que en esta etapa de la serie es el estado enemigo de los protagonistas.

Uno de ellos, el comandante Warner Caslet, es un oficial naval decente, honorable y leal a su patria, pero que por varias causas ajenas a su control terminó embrollado con los protagonistas en su escape y posterior copamiento de la cárcel, mientras que el otro, el almirante Amos Parnell, alguna vez fue el máximo jefe militar de la República Popular, hasta que cayó en desgracia cuando el régimen al que servía fue derrocado por un golpe de Estado cuyos cabecillas lo sindicaron como chivo expiatorio, lo declararon públicamente como muerto y lo enviaron a pudrirse en el gulag.

A continuación transcribo el pasaje al que hacía referencia, traducido fatto in casa. Las negritas son mías.

* * *

Warner Caslet inhaló con fuerza, y Parnell se volvió para mirarlo fijamente una vez más. El hombre más joven abrió su boca, la volvió a cerrar, y Parnell sonrió con tristeza.

- La traición se hace difícil incluso ahora, ¿no es verdad, comandante? - preguntó con gentileza. - Aquí estoy, asistiendo y siendo cómplice con los enemigos de la República en tiempo de guerra, y eso lo decepciona. No esperaba eso de un almirante que hizo un juramento de defenderla, ¿verdad?

- Señor, sus decisiones deben ser sólo suyas - comenzó Caslet. Estaba pálido debajo de su bronceado, y su mirada estaba enturbiada. - Dios sabe que no tengo derecho a juzgarlo. Y por lo que acaba de decir, las personas que ahora dirigen la República son traidores, además de monstruos y asesinos en masa. No hice--- quiero decir, llegué a pensarlo. ¡Pero al igual que usted, hice un juramento, y es mi país, señor! Si reniego de mi fe en eso, reniego de mi fe en mí mismo... ¿y entonces qué me queda?

- Hijo, - dijo compasivamente Parnell - tú ya no tienes un país. Si alguna vez vuelves a casa, terminarías de vuelta aquí mismo, o muerto, lo que es más probable, porque nada de lo que puedas llegar a decir podría excusarte por haberte sentado en esta sala con esta gente... y conmigo. Y te diré algo más, comandante. Por lo que me acabas de decir, puedo decirte que eres mejor que lo que merece la República, porque sigues siendo leal a ella, y ella nunca ha sido leal contigo. No lo fue cuando la dirigían personas como yo, y por todos los diablos que no lo es ahora.

- No puedo aceptar eso, señor - dijo Caslet con voz hosca, pero Honor sintió el tormento dentro de él. El dolor y la desilusión y, todavía más que aquellos, la agónica sospecha de que podía aceptarlo. De hecho, que lo más íntimo de su ser ya lo había aceptado. Y esa sospecha aterrorizaba a Warner Caslet, porque si era cierta, lo conduciría inexorablemente hacia una decisión, lo forzaría a tomar el control y avanzar decididamente y a sabiendas en la dirección hacia la que hasta ahora sólo había ido a la deriva.

- Tal vez no puedas - dijo Parnell al cabo de un momento, permitiéndole aferrarse a la mentira, aunque sea por un instante, si así lo escogía. - Pero eso no invalida nada de lo que acabo de decir, comandante. A pesar de todo, supongo que un poco de ese mismo idealismo sigue aferrándose a mí también. Qué cosa sorprendente - sacudió la cabeza. - Cuarenta años de servicio naval, docenas de campañas a sangre fría en mi historial, ¡diablos, yo soy el que hizo los planes para comenzar esta guerra! Los arruiné, desde luego, pero por todos los diablos que fui yo quien los autorizó. Y ocho años aquí en Infierno, para coronarlo todo. Y todavía hay algo dentro mío que insiste en decir que la prostituta ebria y revolcada a la que serví es una gran y reluciente dama que merece que yo deje mi vida en su defensa.

Suspiró y volvió a sacudir su cabeza.

- Pero no lo es, hijo. Ya no lo es más. Tal vez algún día ella vuelva a serlo, y eso requerirá de hombres y mujeres como tú, personas que se mantengan leales a ella y luchen por ella desde adentro, para que así sea. Pero tendrán que ser personas como tú, comandante. Ya no podrás ser uno de ellos... y tampoco podré serlo yo. Porque a pesar de lo que podamos sentir hacia ella, nos matará en un instante si vuelve a ponernos sus manos encima.

Su voz se fue apagando (...)

- Piénsalo de esta forma, comandante - replicó Parnell con gentileza. - No sé exactamente cómo fue que diste a parar aquí, e Infierno dista de ser el lugar al que cualquier persona que yo conozca elija ir voluntariamente, pero hay algunas ventajas de estar aquí - Caslet lo miró, los ojos ensombrecidos con incredulidad, y el almirante legislaturista sonrió. - ¡Libertad de conciencia, comandante Caslet! - dijo, y se rió sonoramente ante la expresión de Caslet. - Estás metido en una mierda tan profunda que no hay forma de que se vuelva más profunda, hijo, - le dijo el ex Jefe de Operaciones Navales - así que la única cosa que importa ahora es lo que tú elijas hacer. Eso no era algo que los alentáramos a hacer cuando nosotros dirigíamos la República, y por todos los diablos que Pierre y su gente nunca jamás querrían que lo hicieran en este momento. Pero entre nos, te hemos arrinconado y te pusimos con la espalda contra la pared, y de alguna manera un hombre sin nada que perder tiene más libertad de escoger que cualquier otro en el universo. Así que usa lo que te hemos dado, comandante. - No había humor en su voz ahora, y se inclinó hacia adelante en su silla, con sus ojos pardos oscuros e intensos. - Has pagado un precio infernal por ella, y es un regalo que te puede matar en un instante, pero es tuyo ahora... todo tuyo. Toma tus propias decisiones, elige tu propio rumbo y tus propias lealtades, muchacho. Ese es todo el consejo que tengo para darte, pero tómalo... ¡y más te vale que escupas en el ojo de cualquiera que se atreva a criticar cualquier decisión que vayas a tomar!

* * *

¿Qué papel jugamos nosotros en la historia de lo que le pasa hoy a esta Argentina?

¿Conservamos las esperanzas aunque más no sea porque nos resistimos a perderlas y caer en el vacío?

¿Nos hacemos a la idea de que ya no es el país que fue y que no seremos nosotros quienes presenciemos su renacimiento?

¿O seguimos adelante, con la vaga y tímida esperanza de que haya otros allá afuera, de que haya personas decentes y dignas, que insistan en mantener la cabeza en alto y por encima del mar de mierda que nos ahoga, y que algún día realmente podrán dar vuelta la página?

Todo eso dependerá del uso que le demos a nuestra libertad de conciencia, porque por más que la horda de langostas y su banda de aplaudidores roben y depreden todo lo que tocan, esa libertad será lo último y más precioso que nos quede.

sábado, 14 de abril de 2012

Democracia

En algún momento alguien va a tener que cuestionar seriamente los méritos y postulados de la democracia, porque si vamos a vivir en una sociedad en donde absolutamente nada es sagrado o merecedor de respeto, no tiene sentido que conservemos al sistema político como algo que está más allá de toda crítica o evaluación.

Antes de arrancar, ¿hacer una crítica de la democracia significa repudiarla? Es posible que sí, pero también es posible que no sea así.

Criticar no necesariamente quiere decir despreciar; es más, creo que le hace mucho más mal a la democracia y a la sociedad en general el endiosarla y condenar de prepo cualquier cuestionamiento que dejar que la misma sea evaluada de forma honesta para encontrar sus fallas y quizás tratar de resolverlas.

Incluso un tipo como Winston Churchill, a quien no puede acusarse de ser antidemocrático o de no valorar el sistema democrático, llegó a decir: "Muchas formas de gobierno han sido probadas y serán probadas en este mundo de pecado y dolor. Nadie pretende que la democracia sea perfecta o infinitamente sabia. De hecho, se ha dicho que la democracia es la peor forma de gobierno, con excepción de todas aquellas otras formas que han sido probadas de vez en cuando".

Mi principal crítica viene a cuento de que, como en casi todos los emprendimientos humanos, el paso del tiempo nos ha llevado a una situación en donde los principios y supuestos operativos del sistema ya no se condicen con las realidades materiales sobre las cuales tiene que operar.

En términos más concisos: se pensó a la democracia moderna para una sociedad que ya no existe.

El sistema que a grosso modo podemos llamar "democracia moderna" surgió en una época en donde las aristocracias todavía conservaban poder real y era necesario hacerles contrapeso, y en donde no se podía imaginar que un poder como el voto o el poder político pudieran estar alguna vez en manos de mujeres o de no propietarios. Con nuestras sensibilidades actuales, nos puede parecer horrendo pero así era la cosa, como lo demuestran los intentos hechos en todos lados de poner el voto censitario, lo que tardó en llegar el voto femenino o incluso la cláusula de nuestra Constitución que manda que es necesario tener una renta mínima para ser candidato a senador.

¿Qué beneficios podía traer semejante concepción? A mi entender, la idea que sustentaba aquella noción de la democracia era que sólo podían elegir y ser elegidos aquellos que contaran con experiencia práctica en administración de emprendimientos, manejo de propiedades u otras cuestiones. O sea, que los asuntos públicos estuvieran en manos de personas experimentadas y con experiencia.

A la luz de nuestras ideas actuales, esa noción nos puede parecer anormal o incluso repugnante, pero esa era la idea, o al menos así la entiendo yo.

Lo preocupante es cómo fue mutando la noción de república y la de democracia en estos últimos siglos, particularmente con el auge de los partidos políticos formales y organizados. Los partidos permitieron que surgiera de manera encubierta una nueva aristocracia cuyos miembros nunca hicieron otra cosa que no fuera "hacer política" y nunca tuvieron otro sustento que no pasara por la actividad política cuando estaban en el llano o el Estado cuando su facción alcanzó el poder.

A la par de ese fenómeno, mientras más se expandía el derecho a votar y ser elegido, primero con la eliminación de cualquier régimen censitario y después con el sufragio femenino y la reducción progresiva y sistemática de la edad mínima para votar, y mientras más compleja se tornaba la vida cotidiana, uno de los requisitos fundamentales del sistema tal como se lo concibió hace siglos empezó a diluirse, ya que la decisión sobre quién iba a ocupar los cargos de decisión sobre los asuntos públicos quedaba progresivamente en manos de personas que estaban demasiado ocupadas con su vida cotidiana como para pensar claramente sobre cuestiones públicas que cada vez más estaban fuera de su campo de experiencias.

Peor aún, nuestros políticos encontraron que la mejor forma de perpetuarse en el poder era asegurando un flujo constante de regalos y de frases e ideas halagüeñas para ganar el favor permanente de los votantes, quienes tienden a estar demasiado abrumados o preocupados por sus cuestiones personales y cotidianas como para darle demasiada reflexión a las grandes cuestiones de Estado... o que sólo esperan del Estado que les ayude a resolver sus problemas actuales a como dé lugar.

El sistema democrático y republicano, que había surgido sobre la idea de que el poder fuera ejercido por representantes del pueblo que actuaran bajo el control de una ciudadanía interesada e involucrada en la cosa pública, fue degenerando hacia la monstruosidad actual, en donde sólo llegan al poder y se mantienen aquellos lo bastante inescrupulosos como para dejar de lado cualquier noción de coherencia y consistencia intelectual y moral para estar siempre del lado que les permita sobornar y comprar el favor de una ciudadanía que está demasiado enloquecida con las cosas de todos los días como para pensar en cuestiones más grandes.

Así llegamos a nuestros días, en donde la democracia no es más que el gobierno ejercido por sociópatas que llegan al poder gracias al voto de los indolentes.

Hay un pasaje de Ayn Rand que, si bien habla de otra cosa, expone bastante bien lo que yo creo que es una de las raíces de los problemas que nos aquejan en el mundo occidental: "Ustedes proponen establecer un orden social basado en los siguientes postulados: que son incompetentes para manejar sus propias vidas, pero competentes para manejar las vidas de otros -- que son incapaces de existir en libertad, pero capaces de convertirse en gobernantes omnipotentes -- que son incapaces de ganarse la vida usando su propia inteligencia, pero capaces de juzgar a los políticos y votarlos para que ocupen cargos con poder total sobre artes que nunca han visto, sobre ciencias que nunca han estudiado, sobre logros de los cuales no tienen conocimiento alguno, sobre las gigantescas industrias en las que ustedes, según su propia definición de capacidad, serían incapaces de ocupar de manera exitosa el puesto de engrasador ayudante."

Algo de eso hay. O bastante. Y mientras insistamos en darle un carácter sagrado e incuestionable a la democracia tal como se la entiende hoy en día, en lugar de partir de la base de que es una herramienta y que cada herramienta es útil sólo mientras esté de acuerdo con las circunstancias y los problemas del momento, seguiremos tropezando.

sábado, 7 de abril de 2012

Moda zurda

Iba a escribir otro post hoy (y todavía guardo su esqueleto para la próxima), pero me crucé con este artículo de Barry Rubin y no pude resistirme a traducirlo para vuestro consumo, porque aún cuando la realidad que describe es la de los EE.UU., no deja de tener paralelismos con lo que vivimos acá en la Tierra de Promisión.

¿Por qué es tan espantosa la situación política? Porque las elites le tienen más miedo a no estar de moda que a estar equivocados
Por Barry Rubin

"En los áticos de los estudiantes, en los desvanes de Bohemia, y en las oficinas desiertas de doctores sin pacientes y abogados sin cliente se encuentran germinando [los revolucionarios]" — Hippolyte Taine, escribiendo sobre Francia en la década de 1860.

"Somos hábiles para cerrar nuestros ojos ante una verdad dolorosa, y escuchar la canción de aquella sirena hasta que ella nos transforme en bestias. ¿Así deben comportarse hombres sabios enfrascados en una gran y ardua lucha por la libertad? ¿Debemos estar entre aquellos que, teniendo ojos, no ven, y, teniendo oídos, no oyen, las cosas que tanto hacen a su salvación temporal? De parte mía, sin importar la angustia de espíritu que me produzca, estoy dispuesto a conocer toda la verdad; a saber lo peor y a prepararme para ello." — Patrick Henry a la convención de Virginia, 23 de marzo de 1775.

¿Cómo hacer para convertir a "la gente más inteligente del mundo" en la más estúpida? Es simple: se convierte a las sofisticadas fuentes de información de las que dependen - los medios de élite, el sistema académico y las escuelas - en fuentes de desinformación.

¿Y cómo se persuade a gente que debería ser más despierta para que abracen malas ideas y tontos conceptos? De forma igualmente simple.

Haces que esas ideas estén de moda.

Una de las chicas en el curso de sexto grado de mi hijo le dijo que se vería mejor si usaba jeans azules. Luego de que me explicara que eso era lo que usaban los otros chicos de su clase, lo llevé de compras y le compré dos pares de jeans. Usó jeans al día siguiente en la escuela, y un chico dijo: "¡Hey, miren, Daniel está usando jeans azules!" Y aplaudieron.

Pero después él me preguntó si importaba tanto lo que alguien vistiera. Después de todo, esa es sólo una apariencia exterior superficial. Me sentí orgulloso de él por hacerme esa pregunta - ya que demostraba que valoraba el carácter por sobre la imagen - pero le expliqué que esas cosas son importantes porque mandan señales sociales. La mayoría de las personas no saben en verdad cómo evaluar a alguien según su carácter y valores. O no tienen el tiempo o no tienen la habilidad para hacerlo. Por lo tanto, se fijan en símbolos como la ropa, el peinado y la clase de auto que alguien conduce, o sus credenciales, como los títulos universitarios, para poder juzgar a los demás.

Una vez estaba en el ascensor de un elegante edificio de Manhattan llevando café para mí y para mi esposa. Estaba vestido de manera informal y tenía una gorra de los Orioles de Baltimore. Una mujer en el ascensor se volvió hacia otra y dijo: "¡No sabía que Starbucks tenía servicio de delivery!"

De hecho, la moda puede ser el peor enemigo para la supervivencia de los Estados Unidos de hoy. Sostener un conjunto determinado de ideas ha sido definido como lo que hace que alguien parezca sofisticado, exitoso y admirable. Otras ideas son consideradas horribles, e indican que la persona es un campesino, un ignorante, un atontado, un imbécil o un racista. En síntesis, la clase de persona que odia a los otros porque son diferentes y que se aferra a las armas y a la religión.

Uno de los grandes éxitos del izquierdismo (que se hace pasar por progresismo) en América del Norte y Europa hoy en día es que se ha hecho tan de moda, tan identificado con la sofisticación, la calidad intelectual y lo que solía llamarse la clase alta. No la clase alta de los clubes de campo y los yates (aunque el senador John Kerry tiene un pedazo de bote), pero la clase alta del mérito, los verdaderamente buenos que odian el racismo y que están salvando a la Tierra.

Es gracioso ver cuántas de estas personas son ellas mismas bastante ricas. El mensaje: mi dinero y mi éxito están justificados porque tengo las actitudes correctas. Al Gore puede tener una casa grande y una huella de dióxido de carbono grande, pero eso está bien porque él habla de cómo estas cosas son malas.

La verdadera guerra de clases que tiene lugar no es la del uno por ciento de ricos reaccionarios y codiciosos versus el noventa y nueve por ciento de todos los demás, sino de un sector de la elite que se beneficia con el gran Estado - en presunta alianza con aquellos que reciben pagos del gobierno, además de varios grupos con privilegios especiales - contra todos los demás. Siguiendo las palabras de Taine acerca de la Francia decimonónica, los revolucionarios ya no son "doctores sin pacientes y abogados sin clientes", sino aquellos que no tendrían ni pacientes, ni clientes ni empleo si no fuera por el patrocinio del gobierno.

Parte del truco para esconder esa realidad ha sido el hacer que las buenas intenciones y no los resultados del comportamiento o políticas que uno sostenga sean la prueba. El resultado puede ser desastroso para la economía, los pobres, el sistema de salud y aquellos que viven en países que son víctimas de la política exterior terca y errada de uno, pero eso no importa si tuviste buenas intenciones. Sin embargo, el abandono del pragmatismo - medir las cosas según si funcionan en lugar de hacerlo según estándares ideológicos o intenciones - es el principio del abandono de la vida democrática exitosa.

Otro elemento es la transformación de la izquierda en el partido de los snobs, el instrumento para el desprecio de la elite por el pueblo.

En una recepción diplomática en Washington, estaba en la fila para la comida detrás de una mujer bien peinada y bien vestida. Nos embarcamos en una discusión sobre libros de texto, y le pregunté si sabía cuál estado era el mayor comprador de ellos.

“¿California?” dijo ella.

“Ah, mucha gente piensa que sí, pero en realidad la respuesta es Texas.”

Segundos antes de que pasara, yo ya sabía lo que iba a ocurrir. Hizo un gesto particularmente desagradable de desdén y dijo - en serio, palabra por palabra - en el tono de voz más snob que pudo poner: "Oh, esa gente no piensa como nosotros.”

El odio de moda no es despreciar a otras razas o a otras naciones o a los homosexuales como inferiores a los que hay que aborrecer. Semejante delito de pensamiento es raro hoy en día en Occidente. Ha sido reemplazado por el odio hacia los verdaderamente religiosos, los que no viven en las grandes ciudades, las personas no-izquierdistas que no piensan las cosas correctas.

Así es como más o menos el 50 por ciento de los norteamericanos ven al 50 por ciento restante hoy en día. Buena parte de los medios, de la industria del entretenimiento, de las editoriales, de las escuelas y de los políticos así lo hacen.

A pesar de la pose del heroico intelectual que le dice la verdad al poder, muchos o incluso la mayoría de aquellos cuya buena fortuna se basa en credenciales de papel o en elecciones en lugar de logros reales y comprobables son cobardes u oportunistas. No harán nada verdaderamente valiente cuando se trata de separarse del consenso de moda. Mientras los alguna vez valientes intelectuales desafiaron a tiranos que gritaban "¡córtenles las cabezas!", ahora no se atreven a decir nada que pueda conducir a "¡córtenles las becas!", "¡córtenles las reputaciones!", "¡córtenles las invitaciones a fiestas lindas!" Temen menos que el país se vaya al diablo que se los identifique como uno de esos roñosos, ignorantes y atrasados idiotas que realmente creen que la Constitución debería ser respetada, que la libertad de expresión es un derecho básico y que la deuda ilimitada es mala.

No estoy bromeando. Son personas que pueden ridiculizar a las masas como si fueran turbas ignorantes y llorar por los pobres y los desvalidos al mismo tiempo. Con la plena buena conciencia de que son a la vez superiores y compasivos, miran desde arriba tratando de inferiores a aquellos que provienen de la mayoría de los estados norteamericanos, a los pequeños empresarios y a las masas que trabajan duro. En términos marxistas, han puesto a la clase media-alta yuppie en lugar del proletariado. Estamos viendo un programa aprobado por el establishment para consagrar al snobismo como virtud.

Pero eso es precisamente por lo que el izquierdismo actual funciona de forma tan efectiva. Pueden poner en términos románticos a distantes campesinos - o terroristas - mientras se burlan de cualquiera que compre en Walmart. Pueden tener un estándar de vida elevado, sentirse virtuosos y ser arrogantes hasta la perversión al mismo tiempo sin sentir culpa alguna.

Es una vida maravillosa.

Estar de acuerdo con cualquier cosa que se diga en la radio, por ejemplo, equivale a usar medias de distintos pares, hacer ruido cuando se bebe algo o usar el tenedor equivocado. Y los medios masivos, muchas escuelas, y la industria del entretenimiento - que todavía parecen dar forma a la visión del mundo de más o menos la mitad de los norteamericanos - han trabajado tiempo extra para intensificar esa imagen y cerrar todas las opciones. Lograr que cosas como el patriotismo, la religión, el amor a la familia y otras cosas por el estilo parezcan insensateces retardadas ha sido su mayor éxito.

El marco de lo que es aceptable no sólo ha sido movido notablemente lejos y rápido, sino que la mayoría de las personas ni siquiera se percatan de lo que ha ocurrido. Tanto los progresistas como los conservadores, cada uno por sus propias razones, insisten en que las cosas siempre han sido así. Pero eso no es verdad en absoluto.

Cuando yo iba a una escuela pública medio progre en los '60, recitábamos la Promesa de Lealtad y el Salmo 23 todas las mañanas sin que ninguno de los padres predominantemente demócratas y progresistas se horrorizaran.

En 1973 las mujeres lograron la habilidad de tener un aborto de forma legal. A esto se lo llamó "elección". Hoy se da por supuesto que los tratamientos anticonceptivos deben ser un derecho "gratuito" a pagar por el público y a ser provisto por todas las instituciones sin importar si eso viola sus creencias religiosas. A esto se lo podría tildar de "no elección". ¿Alguna vez hubo un debate acerca de esta sorprendente transformación?

Históricamente, los progresistas han sido personas que decían que estaba bien que los gobiernos tuvieran déficit siempre y cuando no fuera demasiado grande y el dinero fuera usado para propósitos productivos creando más riqueza. Hoy el progresismo parece promover un gasto ilimitado para cualquier propósito aún si se puede demostrar que ese dinero no produce ningún buen resultado.

Ninguno de estos - y muchos otros - puntos son siquiera discutidos de forma honesta en las universidades y los medios masivos. Simplemente se los da por supuestos como verdades y se borran los antecedentes históricos. Lo más desalentador no es el hecho de que haya un número ilimitado de izquierdistas haciéndose pasar por progresistas, sino que hay muy pocas personas dedicadas a la ética profesional - seguir la verdad a donde sea que ésta lleve - en las mismas profesiones a las que se les confiere esa responsabilidad.

Alguien más va a tener que salvar a los Estados Unidos, porque los académicos, periodistas, políticos de Washington y los varios "expertos" no lo van a hacer. No le tienen tanto miedo a equivocarse, a dañar a la sociedad o a fracasar en su deber como le temen a que digan que son el equivalente de nerds y campesinos.
Hasta la próxima.
Más recientes›  ‹Antiguas