sábado, 27 de octubre de 2012

Taras


Tiendo a pensar que gran parte de los males de la sociedad argentina responden a creencias muy perversas y muy internalizadas que de una u otra manera gobiernan nuestro comportamiento social y nos llevan al desastre en que vivimos.
Entre las que puedo identificar están las siguientes:
La ley no es la regla de la sociedad sino el cepo del otro. Seamos honestos. En una medida mayor que la que nos gustaría siquiera reconocer, tenemos internalizada la creencia perfecta de que las reglas son para los otros y que para nosotros son siempre las excepciones.
Nunca pensamos en leyes que gobiernen la convivencia y permitan el mutuo progreso: pensamos en panfletos legales de forma y perversos de espíritu que sirvan para complicarle la existencia al otro, mientras nosotros los violamos con plena tranquilidad.
Que no nos sorprenda entonces que los gobiernos siempre, pero siempre siempre, legislen para joder al rival o al blanco de turno. 
El Estado es el Gobierno es el Partido es el Presidente. Esta confusión mental no es patrimonio exclusivo de la fracción o camarilla gobernante que cree que todo lo público es de ellos (y lo privado también si nadie los para a tiempo) y que hace un uso repulsivo de los bienes del Estado para beneficio personal. Esta confusión mental opera también en la cabeza de argentos y argentinos, los cuales parecen ser incapaces de distinguir entre lo permanente (el Estado) y lo transitorio (el Gobierno y sus figuras). O peor aún, personalizan lo permanente y estatal en la figura del Presidente de turno, convirtiéndolo en un perverso eco de "El Estado soy yo" de Luis XIV.
No nos tiene que sorprender que como resultado de esta confusión mental la Argentina como sociedad crea que es posible hacer un acto de purificación de culpas y de absolución de consecuencias cada vez que saca a un Presidente y pone a otro, sea por las buenas y por las malas. Las deudas que contrajeron los anteriores no nos deben ser cobradas porque "quienes tuvieron la culpa" ya no están. Las broncas e irritaciones provocadas más allá de las fronteras nos tienen que ser perdonadas porque sus perpetradores ya no ocupan el poder. Y así sucesivamente y hasta el infinito, con un país que por no entender que el Estado no es ni debe ser jamás lo mismo que el Gobierno no puede entender cómo es posible que todavía le echen en cara lo que hicieron los gobiernos anteriores.
La moralidad, el bien y el mal son cuestión de mayorías. Esta de verdad es peligrosa, porque supedita cualquier noción de lo correcto y lo incorrecto, de lo justo e injusto, a la opinión circunstancial de una mayoría circunstancial. "Vox Populi, Vox Dei" debería ser a esta altura de la vida una frase tan nefasta como lo fue "Ein Volk, ein Reich, ein Führer" para la Alemania y el mundo de mediados del siglo pasado, y debería provocar las mismas reacciones en quienes la escuchan que la crítica sarcástica que dice "Coma mierda, diez mil millones de moscas no pueden estar equivocadas". 
La opinión mayoritaria tiene sus usos, hay que reconocerlo, pero en cuestiones de bien y mal, de justicia e injusticia, no se puede apelar como se suele hacer acá al resultado de una elección o de una consulta. El 54% no justifica ninguna acción inmoral, ilegal o ilegítima, así como tampoco lo justificaría si hubiese sido el 99,99% de los votos. El día que entendamos de una vez por todas que hay cosas y acciones buenas y malas cuya condición de tales no depende de la opinión pública, habremos dado un paso vital en el progreso del país y de la sociedad.
A cada uno se le habrá de dar según cómo me caiga. Otra bien perversa, ya que legitima cualquier clase de injusticias y de atropellos cometidos contra cualquier persona o grupo por el simple hecho de que le caiga mal a uno o al grupo, facción o sector al que pertenece. Es el gran abismo moral comprendido entre el "Primero vinieron por..." del pastor Niemöller (no del comunista stalinista Bertolt Brecht) y el "Al enemigo ni justicia" del mil veces maldito Perón. 
Es el cretinismo ético que nos permite justificar que al otro se lo agreda, se lo acose, se le niegue lo que es suyo y se lo someta a cualquier clase de desprotección y abuso simplemente porque me cae mal, porque no me gusta o (un sayo que le cabe a demasiados argentos) porque le tengo envidia.
El primer y sencillo paso de las tiranías, siendo la tiranía kakal la más reciente de ellas en azotarnos a los argentinos, es ensañarse contra algún sector despreciado, víctima de resentimientos o responsabilizado por todos los males de la sociedad. En el caso de la kakocracia, esos sectores fueron las Fuerzas Armadas, a las que se las humilló, purgó, maltrató y despreció sin pausa desde 2003 hasta la fecha, y posteriormente a la Justicia, empezando por la vieja (y claramente perversa a su manera) Corte Suprema de Julio Nazareno a la que se la echó por cadena nacional. En ambos casos el regocijo fue mayúsculo y compartido por varios que ya deberían tener más claras las cosas.
Y dado ese primer paso, superado a base de frases dulces y declamaciones de buenas intenciones ese umbral entre lo justo y lo injusto, es mucho más fácil avanzar en los abusos. Empezando por los militares y jueces por cuyos derechos y protecciones legales nadie daba un mango por ser blancod el escarnio público, fue que llegamos al día de hoy donde las miras oficialistas están clavadas en los que critican en voz alta, en los que cuestionan y en los que simplemente quieren resguardar sus propiedades de las arbitrariedades oficiales.
Un consejo para todos aquellos que en el futuro se sientan tentados a justificar cualquier abuso que les toque a aquellos por quienes no sienten cariño: tengan muy presente que siempre va a haber quien los odie a ustedes, y que es demasiado fácil hacer que ese odio se contagie a quienes no los conocen. Lo que aplaudan hoy lo tendrán que sufrir mañana, y en lugar de escuchar los apoyos que ustedes piden, lo único que escucharán serán los aplausos de quienes sienten por ustedes el mismo odio que ustedes sentían por las víctimas de ayer.
Estoy seguro de que puede y debe haber muchas taras más.
Por cierto, hace dos años que el Virolo pasó a revistar como tomuer. En estos días en que a más de uno se le da por pretender lavar la figura del Bizcocho Perverso, siempre viene bien recordar que:
  • Fue Nefástor el que toqueteó el Consejo de la Magistratura para tener la posibilidad de castigar a quienes no fallaban como él quería, proteger a los que le eran serviles y ascender a los inútiles chupamedias.
  • Fue Nefástor el que puso a Moreno en el cargo que ocupa actualmente.
  • Fue Nefástor el que mandó intervenir al INDEK para que mintiera sistemáticamente con la inflación.
  • Fue Nefástor el que sacó a Garré de la irrelevancia previa para que humillara a cuanto uniformado se le cruzara.
  • Fue Nefástor el que aupó a Herpes de Bonafano y a la víbora Carlotto, las llenó de guita y las convirtió en instrumentadoras y apologistas de la venganza, el odio y el resentimiento oficial.
  • Fue Nefástor el que consolidó al Congreso como "escribanía oficial".
  • Fue Nefástor el que llenó los tribunales y las reparticiones encargadas de la "seguridad" con garantistas dispuestos a defender por sobre todas las cosas a los chorros, violadores y asesinos.
  • Fue Nefástor el que inundó al Estado de montoneros, erpianos y otras lacras terroristas setentosas.
  • Fue Nefástor el que inventó las candidaturas testimoniales y tantas otras tretas roñosas de la política reciente.
  • Fue Nefástor el que inauguró los atrilazos y los discursos a los gritos con cualquiera que se opusiese a él.
  • Fue Nefástor el que puso a la Yegua y le digitó el gobierno hasta que se lo llevó la parca.
  • Fue Nefástor el que se opuso a reconocer que había problemas tales como la inflación o la inseguridad.

Y muchas pero muchas cosas más.
Ténganlas en mente. No dejen que se instale la idea de que Néstor fue un santo y que todo lo arruinó la loka de su viuda.

sábado, 20 de octubre de 2012

Disociación mental


Cristina Fernández de Kirchner, "Cefecá" para los chupamedias, "Yegua" o "Perra" para mucha más gente que la que ella se imagina, anduvo pidiendo "menos odio y más amor" o algo así de parte de "los ricos", grupo con el que ella evidentemente no termina de identificarse a pesar de haber juntado cantidades de tarasca equivalentes al trabajo de varias vidas humanas en muy poco tiempo por medios inescrutables para toda la humanidad excepto para el juez Oyohervido, mientras la Agencia de Recursos Humanos "La Cámpora" estaba ahí nomás prometiendo "qué quilombo se va a armar" si alguien osaba "tocar" a la Doña.
La señora se llenó la boca hablando de soberanía y de la mar en coche, mientras del otro lado del océano un país al que no le hubiéramos dado ni la hora hace quince años se dio el gusto de tocarnos el culo y embargarnos no sólo un buque de guerra, sino un verdadero símbolo nacional, sin que desde acá hayamos hecho otra cosa más que mandar una misión de fracasados que estuvieron ahí un ratito y después se las picaron para Roma. 
Por cierto, disfruté enormemente el relato de cómo estos "enviados", entre los que se encuentran algunos responsables del patético episodio en cuestión, fueron a la fragata esperando ser recibidos con aplausos, globos, chocolate caliente y bolas de fraile rellenas con dulce de leche sólo para que la tripulación los tratara con un frío exterior y unas ganas interiores de cagarlos a patadas tan grandes que no tuvieron drama en admitirlo ante sus superiores cuando terminó todo.
Y ya que estamos con la Fragata Libertad, y de paso con la corbeta Espora que quedó varada en Sudáfrica por problemas mecánicos luego de participar en un ejercicio naval (al que fue en reemplazo del buque originalmente asignado, la corbeta Spiro, que no pudo ir... por problemas mecánicos), hoy el público en general se enteró que al famélico presupuesto de defensa le hicieron unas podas feroces... mientras siguen tirando guita al techo en el fóbal para todos que no le iba a salir "ni un peso al Estado" cuando se lo estatizó, en una aerolínea venida a menos que más que volar sólo sirve de aguantadero de camporitas, y en publicidad oficial redundante, como si no alcanzara con los coros caros de canales que nadie ve y medios gráficos que nadie lee y cuyo único propósito es complementar los "operativos Cariño" que le tienen que preparar a la Yegua para levantarle el ánimo cuando anda en la fase "depre" de su trastorno maníaco-depresivo.
No sólo Defensa se jode. También se jode el personal militar y el de las fuerzas de seguridad, de quienes estos desgraciados siguen esperando que estén listos para morir en caso de que sea necesario a cambio de migajas, desprecio y patoterismo. Se joden los jubilados que escuchan que no hay plata para ellos de boca de los "administradores" del mismo ANSES que funciona de cajita feliz de la joda. Se jode el sistema de transporte, viejo, obsoleto, demolido y estatizado de hecho. Se joden todos. Menos la propaganda, el circo y el curro. Para esos hay vía libre y la canilla sigue abierta.
Después hay que escuchar a los mismos tipos que se la pasan diciendo que vivimos en una edad de oro gracias al liderazgo preclaro de Él y de Ella, tan poderosos ambos que ni una mosca vuela sin su permiso y preclara providencia en la grandeza de la Patria, denunciando que cada cosa que va contra "el Relato" se debe a un complot oculto a plena luz del día, a una desobediencia secreta y compacta pero abierta y extendida, o a grandes males que pasaron inadvertidos durante casi diez años. 
Es así que ellos controlan todo lo que se hace, excepto lo que no se hace bien; ahí se indignan y patalean como si hubieran llegado al Gobierno ayer en el último tren del día. Es así que se pasaron (y desperdiciaron) una década pateando a los uniformados y proclamándose "restauradores del control civil", pero cuando se amotina la tropa por la aplicación de un decreto desquiciado cuyas firmas arrancan con las de la Vaca Estúpida en persona, la culpa la tienen las respectivas Contadurías por escupir el asado Nac&Pop; cuando a la fragata Libertad la incautan en un atropello vergonzoso en África, la culpa la pasa a tener un complot abierto de la Armada y no los ministros que insistieron con la pelotudez africana.
Y en otros ámbitos alcanza con prender la tele o la radio, leer el diario o conectarse a algún medio online que permita comentarios para escuchar a aprendices de guerrilleros que lo único que coparon en la vida fueron boliches y Puerto Madero tildarnos a todos de "oligarcas", a gente que la junta con pala por el simple expediente de declararse "soldados del pingüino" diciéndonos que no laburemos, a los que se masturban hablando de "militancia" puteando porque hay gente que organiza actos en contra de la Yegua, a los seguidores del cagón y violento de género de "Poronga" Moreno tildándonos de violentos, y a los fabricantes de multimedios de Yrigoyen y organizadores de los "Operativos Cariño" referirse a los cacerolazos como "inventos mediáticos".
Eso sí, nos llevan a todos de los pelos a su locura de guerra de clases y de revolución siguiendo los dictados de un humanoide como Laclau, que putea contra las Constituciones, los Parlamentos y los Tribunales por considerarlos "bastiones conservadores" contrarios a la revolución y nos canta loas al populismo desde su cátedra situada en un país tan pero tan conservador de sus instituciones como el Reino Unido, a tal grado que su Constitución está conformada por tradiciones acatadas como leyes y por documentos entre los que hay algunos del Siglo XVII (la Carta de Derechos) e incluso del Siglo XIII (la Carta Magna) que conservan su vigencia sin darle pelota a cabecitas calientes y afiebradas que sueñan con revoluciones de cuño tropical y bananero.
Hace rato que el kakismo dejó atrás la hipocresía táctica que puede poner en práctica cualquier gobierno para conservar el poder. Hace rato que dejó de ser una simple política de provocación. Últimamente parece como si realmente se lo creyeran. Como si de verdad fuera tal el grado de enajenación que creen que la realidad es eso que dicen.
No me sorprendería si fuese así.
No nos sorprendamos de lo que pueden llegar a hacer si realmente creen (no simplemente decirlo, sino creerlo como quien cree que el agua moja cuando se la toca) que la realidad es destituyente y el relato es la verdad.

sábado, 13 de octubre de 2012

En el fango



Ante todo, quería pedir disculpas por haberme prácticamente eyectado la semana pasada vía una columna de Roberts. La verdad es que venía de una semana muy pero muy jorobada y el sábado pasado estaba quemando los últimos vapores anímicos y físicos.

Hoy es otra cosa.

Hoy estoy enojado.

No es tanto un enojo histérico y furioso como el de un kirchnerista; eso ya pasó. Ya completé el ciclo del enojo y he alcanzado una pureza de enojo que podría ser catalogada de "Zen". Estoy con las piernas cruzadas y en pose de flor de loto, haciéndole fuck you al universo que me rodea.

¿El detonante de mi enojo? El increíble papelón, humillación, vergüenza, infamia que estamos viviendo con la situación de la fragata ARA Libertad.

Quizás parezca tonto que me enoje por eso con todo el material que hay para enojarse en estos días, pero no en vano tengo mis aficiones muy concentradas en todo lo que hace a lo militar, y llegar a ver cómo a la embarcación más emblemática de este país, a un símbolo nacional de una belleza y gracia demasiado elevadas para la merda a la que ha sido llevada el país, le cae un destino tan ignominioso como ser embargada por un país africano sin que podamos hacer nada, bueno, eso me ha llevado a completar el Nirvana de la ira.

En estos días se ha meneado mucho la muy apropiada metáfora de que bajo el régimen kirchnerista hemos visto cómo nos embargan la Libertad. Me parece muy correcta, pero creo que puede expandirse. Hemos visto cómo algo hermoso y majestuoso, que se mantiene apenas a base de voluntad y de ingenio para escaparle a la miseria, termina sometido a una humillación inimaginable a base de incompetencia, corrupción, mediocridad y estrechez mental ideologizada, sin que podamos hacer nada al respecto.

Como nuestra fragata Libertad.

Como la Argentina.

Todo esto se lo debemos a la codicia de este gobierno peronista que insistió en cagar lo más posible al tendal de viudas que dejó el default de un gobierno peronista anterior, al que se suma la increíble idiotez de insistir con varias escalas en puertos africanos por parte de los pajeros ideológicos que conducen la Cancillería, a pesar de los reparos que pusieron el Ministerio de Defensa y la conducción de la Armada sobre la inconveniencia y lo inoportuno de esas visitas.

Mientras Héctor "Alicate" Timerman, el cara de piedra incompetente que fue capaz de armar una visita oficial a Angola sin "formarse una opinión" sobre el hecho de que dicho país esté en manos de una cleptocracia corrupta, sigue sin dar la cara y sin tener la mínima dignidad de renunciar después de haber puesto en riesgo a un símbolo nacional y a más de 200 argentinos e invitados únicamente por hacerse la del mono con los vínculos con África, hace falta reconocer que al menos su colega de Defensa, Arturo Puricelli, la vio venir e insistió en que no se hiciera.

Nobleza obliga, hay que decir que entre esto y los parches ridículos (pero medianamente oportunos) que puso para evitar que el decreto salarial para el personal militar desatara una revuelta como la que la borracha de Garré dejó que pasara en las Fuerzas de Seguridad, parecería que Puricelli conserva el viejo instinto peronista de mandar las pelotas jodidas al corner a como dé lugar, aunque esté bastante tapado por el barniz neofrepasista y dictatorial que recubre al gobierno de la Vaca Estúpida. Algo es algo.

Respecto de la fragata, como viene la mano y tras escuchar de boca del Gobierno el clásico "tenemos a nuestros mejores hombres en esto", señal de condenación y ruina absoluta si las hay, espero que la tripulación de la Libertad entienda bien lo que quiere decir "Irse a pique antes que hundir el pabellón" y nos ahorre a todos, y a ellos mismos, la vergüenza de ver cómo se arría la celeste y blanca de nuestra nave insignia.

Por otro lado, el episodio ridículo y vergonzoso de ver cómo un país africano que hace quince años no registraba en nuestro amperímetro y al que ahora vamos a chuparles las medias se da el gusto de humillarnos, embargarnos un símbolo del país y dejarnos en mayor ridículo que el que nuestro propio gobierno ya nos inflige, debería hacer caer a muchos en la cuenta de lo verdaderamente bajo que hemos caído. Bueno, no creo que a todos: estoy seguro que debe haber una considerable horda de pelotudos, rentados y soretes que está viendo cómo hacer para echarle la culpa de esta vergüenza a Magnetto y al Grupo Clarín.

Hace treinta años supimos plantarle batalla a la tercera potencia militar del mundo, y si bien perdimos, se fueron del brete con un ojo morado y con varios moretones que no esperaban recibir. Hoy una republiqueta africana nos moja la oreja y se nos caga de risa en la cara.

Malditos sean los kirchneristas. Malditas sean sus familias. Malditos sean sus descendientes hasta la décima generación. Malditos sean sus simpatizantes. Malditos sean sus apologistas. Malditos sean todos ellos y que sus nombres sean escarnio e insulto en este país al que han arrastrado por el fango en uno de los ejercicios más espeluznantes y dolorosos de suicidio nacional y degradación social que registre el mundo moderno.

Pero hay más.

El episodio de la fragata corona dos semanas escalofriantes.

En esas semanas hemos visto cómo el mismo Gobierno que mandó a gendarmes y prefectos a hacer lo que no les toca hacer sólo por desconfianza hacia la Federal y odio hacia los militares, dejando que la frontera se transforme en un pozo ciego (ojalá fuese un colador, eso significaría que al menos hay un filtro), termina pagándoles sueldos de mierda y basureándolos en público y en privado, sembrando las semillas de un descontento muy jodido en el contexto de seguridad que vivimos hoy en día.

Hemos visto cómo un embajador argentino que supuestamente debe velar por los intereses nacionales y por los compatriotas que pisan el país en el que está destacado se puso del lado de las autoridades que abusaron, apremiaron y privaron momentánea e ilegítimamente de su libertad a ciudadanos argentinos, llegando al absurdo de culpar a estos últimos en vez de cumplir con su misión y defender a los argentinos forreados por los servicios bolivarianos de inteligencia.

Y hemos visto cómo se nos puede humillar libremente en el exterior, apropiarse de un bien invaluable del patrimonio nacional, someter a nuestra Armada a la indignidad de ver a su buque emblema retenido en un puerto extranjero y mantener en situación incierta a más de doscientos compatriotas y a los invitados de diversos países que integran la tripulación, sin que acá se tenga al menos la dignidad vergonzosa de echar a patadas a quienes permitieron que llegáramos a esto.

Si el Estado tiene una razón de ser, decididamente la más importante e incluso posiblemente la única real, esa razón de ser es la protección de sus ciudadanos y de su patrimonio frente a la violencia interna y exterior.

Bajo el desgobierno de la Viuda Loka, el Estado Argentino ha perdido toda capacidad de resguardar a los habitantes del país frente a la delincuencia, ha abjurado de su responsabilidad de proteger al país frente al delito, al contrabando y a la violencia que traspasa nuestras fronteras abiertas como gambas de puta, ha degradado todos los medios y especialistas en seguridad interior y exterior mediante caprichos ideológicos, pajerismo mental y un revanchismo enfermo, y ha permitido que se humille al país y a sus Fuerzas Armadas de manera dolorosa, cruel y estúpida.

Un Estado que no puede proteger a sus ciudadanos no tiene razón de ser, sin importar las banderitas que se puedan menear de manera pelotuda por tener una "aerolínea de bandera", lo mucho que pueda liberar a sus habitantes de la horrible carga de pagar por el fútbol que quieren ver o lo eficiente que pueda ser a la hora de generar incentivos para el embarazo masivo con tal de que cada pibe que venga al mundo acerce un poco más a millones de argentos al sueño de vivir de arriba sin laburar.

El Estado Argentino no tiene razón de ser. La ha perdido. Se ha convertido en una carga absurda, inútil, contraproducente, corrupta, ineficiente, vergonzosa y encima de todo tiránica.

Esa es la única verdad.

Vuelvo a mi Nirvana de la ira. Como viene la mano, creo que voy a seguir ahí por mucho tiempo más.

Chau y nos estamos viendo la próxima.

sábado, 6 de octubre de 2012

Roberts y la semana

Hoy cuelgo la columna de Carlos Reymundo Roberts en La Nación porque ni estoy en ánimo o condiciones de escribir una propia ni creo que lo pueda hacer mejor que lo que les transcribo a continuación.
Sepan disculparme por favor y por esta vez, y esperemos que vengan unos momentos más propicios para todos:

SEÑORA, HAGA ALGO: ¡SE NOS ANIMAN TODOS!

Los buenos gobiernos se ven cuando las papas queman, y esta semana podemos sacarnos el sombrero. Qué bien estuvo Juanmanuelito Abal Medina. Transformó un reclamo salarial de tipos a los que les habíamos quitado hasta el 70% de su sueldo en un golpe de Estado. Eso es tener mística. Los de Prefectura y Gendarmería se sacaron más cuando lo escucharon, pero hay que entender: son gente de un discurso plano.
Y qué bien estuvo la Garré. El miércoles, en el peor momento, apareció ante las cámaras para decir que con el relevo de las cúpulas de las dos fuerzas la situación había quedado "normalizada". El problema fue que, mientras huía sin contestar una sola pregunta, la televisión volvió a mostrar que los insubordinados seguían con su protesta y eran cada vez más. Por eso amo a la ministra: me enternece su candor y las pilas que le pone a todo. Ya tengo el título para su libro biográfico: "Sangre, sudor y Garré".
Cristina aportó lo suyo. En medio de ese hervidero, de la tensión que crecía, del afán de todo el kirchnerismo para convencer al país de que estaba en marcha un movimiento destituyente, nos presentó entre sonrisas al presidente del Líbano. Y discurseó durante 15 minutos sobre Medio Oriente. Lo que le pedimos a nuestra líder es eso: que enfrente una revolución sin perder la calma y hablándonos de bueyes perdidos.
Ojo que no me chupo el dedo. También vivimos momentos complicados. Un poco nos desestructuró que el levantamiento fuera de tipos que -no sé cómo decirlo- no son fáciles de catalogar. Nacieron lejos, viven en pueblos desconocidos, tranquilamente pueden llamarse Epifanio Gualberto González y no hablan ni de re-re, ni del cepo, ni de libertad de prensa. ¿Por dónde les entrás? Yo propuse que los tratáramos de esbirros de los poderes concentrados, pero me dijeron que no daban el physique du rôle .
Tampoco ayudaban sus pancartas. Buscamos y buscamos, y sólo vimos leyendas como "Por un salario digno" y "Familias de gendarmes unidas!" Queríamos infiltrarlos con nuestros chicos de La Cámpora, y todos los que se presentaron venían con pilcha de marca y olían a Puerto Madero. No veo la hora de que reclutemos algún morocho, por lo menos para mostrarlo en los actos y llevarlo a los programas de televisión.
Lo que es la vida: el jueves estábamos reunidos en la Casa Rosada, viendo qué hacíamos, y terminamos reconociendo que preferimos a los caceroleros del 13-S, a quienes todos los calificativos les quedan bien: fachos, garcas, gorilas, coleccionistas de dólares, piqueteros de la abundancia, la División Miami, soldadesca de Macri. Con los gendarmes y prefectos se complica. Son personas sencillas, no politizadas, ganan dos mangos y la gran mayoría lleva tres generaciones votando al peronismo. Además, a muchos los trajimos de Formosa, del Chaco o de Jujuy, los separamos de sus familias y los mandamos a combatir la delincuencia en el sur de la ciudad y en el conurbano más violento. Es un horror. No la situación de esa gente: es un horror cuando el relato se complica tanto.
Para peor, Macri se despegó de ellos y les pidió que volvieran a sus casas, la oposición nos acompañó en el comunicado de repudio y la prensa hegemónica no dudó en hablar de insubordinación. Por eso, no podíamos denunciar una gran conspiración orquestada contra el Gobierno. Obviamente salimos igual a calificarlo de golpe, pero estos miserables ni siquiera golpeaban cacerolas.
No sé qué pasa. Es como que todos se nos animan. No estoy pensando sólo en estos milicos frustrados que no aceptaron la sintonía fina en sus sueldos. En Harvard, diez imberbes se le plantaron a Cristina y la pusieron a parir; la CGT oficialista no le hizo caso cuando les pidió que no pusieran de jefe a Caló; nuestros propios funcionarios se reúnen a escondidas con periodistas para contarles que están preocupados por el desgaste y por lo mal que la ven a la jefa, y, el colmo de los colmos, en África los fondos buitre lograron que nos retuvieran la Fragata Libertad. En este último caso, lo mejor sería mandar al canciller Timerman. En una de esas tenemos suerte y lo retienen a él.
Estos síntomas de rebelión en la granja tienen que ser atacados de raíz, porque un día nos vamos a desayunar con que Barone pide conferencias de prensa, Víctor Hugo desliza una crítica, Kicillof se reúne con el FMI, Boudou se deja ver arriba de una moto con Vandenbroele y a Moreno se le escapa la palabra inflación, a Echegaray, cepo, y a Aníbal Fernández, inseguridad.
Hay que estar atentos porque la batalla cultural vive instancias cruciales. Es hora de volver a las bases. Más discursos, más cadenas, más aplaudidores. Nuevas denuncias de golpe. Ahora que a los trenes se les ha dado por chocar o incendiarse todos los días, digamos que es obvio que los ferroviarios están en algo destituyente. También, más anuncios y promesas. Si hay que inaugurar un bebedero de plaza por décima vez, se lo inaugura. Más épica. Más Chávez (si Capriles no se lo lleva puesto mañana), más Ahmadinejad y menos Obama, que ni nos da la hora. Más Angola y menos Europa. Más pesos y menos dólares. Más La Matanza y menos Harvard. En una palabra: más Cristina. Ésa es la clave. Más Cristina. Señora, ¡la necesitamos! ¡Señora! ¡Señora!
La pucha, no contesta.
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