sábado, 29 de octubre de 2011

Cuatro años más

Bueno, ganó. Chocolate por la noticia, ya sabíamos desde las primarias que iba a venir un día como el último domingo. En principio, son cuatro años más de esto. Que nadie diga después que no le avisaron o que no sabía; ocho años previos de pingüinato son una muestra que de gratuita no tuvo nada de nada.

No vale la pena hablar de una oposición que no supo, no quiso o no pudo tener la audacia de proponer algo verdaderamente distinto, de descartar su mediocridad intelectual y de moral y de saber plantarse a decir un "no, esto no está bien" que fuera más allá del tibio "hicieron cosas bien, pero..." o "hay cosas de este gobierno que rescato...". A esos los espera la ignominia de la mediocridad que no supieron superar.

Si no se tiene la valentía de decir que el emperador está desnudo, que el relato es un verso y que la vulgata kakista es falsa desde el primero hasta el último de sus postulados, si no se tiene la energía como para salir a defender esa postura en lugar de tratar de colgarse de las polleras de la Yegua, si no se tiene la inteligencia de proponer algo que verdaderamente difiera, no tiene sentido buscar el liderazgo y así se lo percibirá. Si no se tiene la capacidad de proponer algo que no sea más que una versión "La Salada" del kirchnerato, entonces que no se sorprendan de que los clientes prefieran comprar el original.

A los tibios y cobardes, dice la Biblia, los escupe Dios; algo parecido pasó el 23/10. Y como dice también la Biblia, el que tenga oídos, que oiga.

En cuanto a los votantes, no caigamos en la kirchnereada de decir que fueron exclusivamente debido a un lavado cerebral del multimedios kakal. Eso sería excluir de responsabilidades a quienes tendrían que haber presentado una alternativa mejor en lugar de desgastarse en peleas ridículas bajo el lema de "no ceder en mis/nuestros principios" sólo para terminar muriendo con esos principios y sin ningún resultado. Hay que ponerse en el lugar de una persona que, sabiendo que a la fiesta le queda poco, tiene que optar entre votar a un incompetente o a una psicópata.

Todo lo que pasa me recuerda a un viejo chiste soviético en el que la NKVD stalinista detiene a dos sospechosos y uno de ellos confiesa rápidamente todo lo que hizo, aún sabiendo que lo único que le espera es un balazo en la nuca. Una vez que el interrogador de la NKVD se va, el otro sospechoso le pregunta estupefacto al primero por qué había confesado un delito que no cometió. El otro responde: "Simple. Es preferible un final horrible antes que un horror sin final". Me parece que algo de esa actitud impera en la argentinidad dosmiloncera.

Así que esto es lo que tenemos. La votaron los mismos pobres a los que la inflación les come la vida. La votaron los mismos clasemedieros que se descomponían por las cosas que pasaban en la época de Menem y que en comparación con los curros de hoy en día son paparruchas. La votaron los mismos ruralistas que durante cuatro meses se habían plantado contra un gobierno que los había tratado de antipatria. La votaron los mismos que antes reclamaban transparencia y honestidad y hoy volvieron a demostrar que lo suyo es el pago en cuotas. La votaron. A no llorar. A joderse. Es lo que hay.

Se ha dicho que la gran debilidad del kirchnerismo es la euforia con la que se comporta cuando parece que ya ganó todo. Y si las medidas que están tomando respecto del dólar (que sus mismos votantes están llevando hacia arriba a base de su desconfianza en la "política económica" del régimen) son alguna señal, quizás estemos viendo algo de eso ahora.

Paciencia. A aguantar. Ya pasamos por ocho años de esto. Seguimos acá por más 678 que trate de traidores a la patria a quienes no se suben al carro, por más ANSES que les pague la festichola, por más arrastrados que laman las suelas de los nuevos Louboutin de la Vaca Estúpida.

En 1941 (coincidentemente a ocho años de iniciada su tiranía) Hitler controlaba casi toda Europa Occidental, trataba de bloquear al Reino Unido y estaba golpeando a las puertas de Moscú. Cuatro años después, en 1945, el Führer estaba pegándose un tiro en el bunker de Berlín mientras el mundo entero se le venía abajo. De la misma manera, no quedará mucho del país cuando termine esta locura, pero lo mejor que podemos hacer es conservar la cordura hasta entonces.

Una última nota respecto de los que sí tienen el cerebro lavado, de los camporitas y otras yerbas que no saben que su aliento, euforia y esperanza juvenil son el profiláctico del kirchnerato: siento una pena terrible por ellos. Dentro de un tiempo van a negar a la Yegua con mucha menos dignidad que la que tuvo San Pedro al negar tres veces a Nuestro Señor Jesucristo, o van a estar probándose el consolador del siguiente aspirante a capanga que les humedezca las canaletas, tan arrastrados ante él como hoy lo están ante la Perra. Triste destino el que les toca, tan triste que ni siquiera la guita que se van a haber robado en el proceso les va a calmar la vergüenza interior.

A apechugar. Piensen que como viene la mano, de haber ganado algún opositor, en unos años más los teníamos volviendo como héroes y desentendiéndose de las consecuencias de la fiesta. Hoy parecería que les llega a tocar a ellos pagar los platos rotos. A Ella aquí en la Tierra, a Él en el cielo de los militontos y a los demás Ellitos que viven de lamer zoquetes. Enhorabuena.

sábado, 22 de octubre de 2011

He descubierto algo nuevo y maravilloso, y lo llamaré "pólvora"

Hay cuatro grandes clases de progresistas: los ilusos, los avivados, los snobs y los perversos, pero el progresismo en sí mismo, sin importar el pelaje de quienes lo practiquen, es antinatural en extremo, como lo están descubriendo las hordas de drogones que juegan a montar barricadas en Nueva York.

Lean esta traducción de este artículo que de seguro, como dicen los amigos de El Opinador Compulsivo, los hará defecarse de la hilaridad.

Los Organizadores contra los Organizados en Zuccotti Park

Todos los ocupantes son iguales, pero algunos ocupantes son más iguales que otros. En un Zuccotti Park azotado por el viento, nuevas divisiones y jerarquías amenazan con dar vuelta a Ocupen Wall Street y su colectivo sin líderes.

Conforme crece la protesta, algunos de los ocupantes se han hecho cargo espontáneamente de proyectos grandes y pequeños. Pero muchas de las personas en Zuccotti Park no están tomando bien esta conducción, lo que llevó a un tenso jueves de desacuerdos políticos, ocasionales griteríos y al menos una pelea a puño limpio.

Comenzó, como suele hacerlo, con un círculo de percusionistas. Las maratones rítmicas de diez horas no le estaban cayendo bien a la junta comunal del barrio, a la Casa de Altos Estudios de Economía y Finanzas irónicamente ubicada en la esquina de Zuccotti Park o a muchos de los manifestantes con privación del sueño.

“[La escuela] no podía enseñar,” explicó Josh Nelson, un manifestante de 27 años procedente de Nebraska. "Y hemos tenido problemas con los percusionistas también. Tocan sin cesar todo el día, y bien alto." Los facilitadores impulsaron una propuesta en la Asamblea General para limitar el redoble a dos horas por día. "El redoble es una cuestión mayor que tiene el potencial de hacer que nos echen de aquí", dijo Lauren Digion, una líder del grupo de trabajo sanitario.

Pero las batucadas eran divertidas. Trajeron publicidad y dinero. Muchos no facilitadores se enfurecieron por la decisión y adujeron que su aprobación había sido forzada a través de la Asamblea General.

"Están imponiendo una estructura en el flujo natural de la música", dijo Seth Harper, un muchacho de 18 años oriundo de Georgia. "La AG decidió hacerlo... suprimieron las opiniones de las personas. Quise presentar una propuesta diferente, pero una chica organizadora negra y grandota con un afro dijo que no podía".

Para Shane Engelerdt, un joven de 18 años de Jersey City y autoproclamado "jefe de batucada", esto equivalió a una traición jacobina. "Se están convirtiendo en el gobierno contra el que tratamos de protestar", dijo. "Ni siquiera pidieron la opinión de los percusionistas... La batucada es el latido del corazón de este movimiento. Miren a su alrededor: esto está muerto, necesitan un pulso para mantener algo con vida.”

Los percusionistas sostuvieron que el grupo de trabajo financiero incluso llegó a fijar una especie de impuesto a la percusión, llevándose hasta la mitad de los entre 150 y 300 dólares diarios que el círculo de percusionistas recibía a la gorra. "Ahora tienen más de 500.000 dólares de toda clase de lugares", dijo Engelerdt. "Estamos como, ¿qué está pasando acá? Son como los bancos contra los que nos manifestamos."

Se supone que todas las posesiones y dinero en el parque sean de propiedad común, pero los derechos de propiedad levantaron su capitalista cabeza cuando los facilitadores se ocuparon de limpiar el parque, que empezaba a parecerse a una villa miseria más de lo habitual después de varios días de viento y lluvia. La junta comunal local iba a enviar un inspector, así que los facilitadores y los limpiadores empezaron a mover tiendas, bolsas y efectos personales a una gran pila para poder limpiar el parque.

Pero algunos se negaron a ceder. Un hombre barbudo empezó a desarmar una tienda y un ocupante emergió de abajo, gritando: "Vas a romper mi maldita tienda, vete a la mierda!" Cerca del frente del parque, dos hombres encapuchados montaron una meta-sentada, temerosos de que sus posesiones se perdieran o fueran apropiadas por otros.

Daniel Zetah, un facilitador de 35 años de Minnesota, se subió a un banco. "Tenemos que limpiar este lugar. Hay un montón de chicos que vienen a quedarse". Uno de los encapuchados retrucó: "No voy a ceder mi lugar por unos malditos niños. Ellos tienen padres y hogares. Mis padres están muertos. Este es mi lugar.”

Otros organizadores fueron más bruscos. "Si no quieres ser parte de este grupo, entonces puedes simplemente irte", gritó un facilitador con camisa abotonada. "Todas las semanas limpiamos nuestra casa", intervino en favor de los sentados Seth Harper, el proletario pro-batucada. "No nos ponemos de acuerdo sobre cómo deberíamos limpiarla. Muchos de nosotros estamos en desacuerdo con la pila". Zetah, alto e imponente con una barba rojo fuego, cerró el debate con un suspiro. "Todos somos chicos y chicas grandes. Hagamos esto". Como me dijo después, "Muchas personas son como chicos malcriados". ¿La cura? Una ola de frío. "En lo personal, no puedo esperar al invierno. Va a limpiar a la gente que no está acá por las razones correctas. Que venga la nieve. Los verdaderos revolucionarios se quedarán aunque haga 50 grados bajo cero.”

"Los manifestantes de buen tiempo se irán", dijo "Zonkers", un limpiador de 20 años y ocupante de larga data de Tennessee. (Pidió que no se publique su nombre debido a un historial delictivo de marihuana.) "Las personas que se quedan son las personas a las que les importa. Hay un montón de punks, de chicos tontos, de personas que vienen a mendigar... Me desagrada. Estas personas están acá para una fiesta".

Otra discusión estalló cerca de la pila de posesiones apropiadas, que crecía minuto a minuto. Un hombre llamado Sage Roberts buscaba desesperadamente entre la pila para encontrar una bolsa de dormir. "Se llevaron mis cosas", murmuraba. Lauren Digion, la líder del grupo de sanidad, intervino: "No son tus cosas. Tienes todas estas cosas gracias al [grupo de trabajo de] confort. Le pertenecen a confort".

Y mientras le hablaba a Michael Glaser, un nativo de Chicago de 26 años que ayuda a conducir los esfuerzos de preparación para el invierno, a metros de nosotros estalló una pelea a puño limpio entre un limpiador y un acampante.

"Cuando hay limpiezas, la gente se vuelve loca", dijo Glaser. "Esta es una ciudad en sí misma. Dentro de cada ciudad hay personas que viven de arriba, que hacen que la vida de los demás sea miserable. Simplemente nos ocupamos de eso. No podemos echarlos a patadas".

Respondiendo a la insatisfacción con la Asamblea General consensuada, los facilitadores han adoptado un nuevo modelo de "consejo de voceros", que le permite a cada grupo de trabajo actuar sin antes lograr la aprobación del colectivo. "Esto lo simplifica", sostuvo Zonkers. "La GA es poco flexible, torpe y redundante."

De las batallas de hoy, no está todavía claro quién ganará al final del día: si los organizadores o los organizados. Pero la protesta de un mes ha claramente crecido y evolucionado hasta un punto en el que un movimiento verdaderamente sin líderes se enfrenta a la expulsión, o peor aún, a la insurrección.

Mientras la discusión en torno a las bolsad de dormir comunitarias entre Lauren Digion y Sage Roberts amenazaba con salirse de control, un facilitador con sombrero rojo vino con el ceño fruncido. "¿Recuerdas? Ya no se te permite dar más entrevistas", le dijo a Digion. Ella asintió y volvió a trabajar. Pero cuando Roberts gritó "¡No me digas qué hacer!", Digion no se pudo contener.

"A algunos se les tiene que decir lo que tienen que hacer", dijo. "Alguien tiene que dar órdenes. No hay un sentido de orden en este maldito lugar".

Veamos... la manga de hipones, pelilargos y jovatos malcriados que juegan a recrear el Octubre Rojo en las calles de Nueva York pasó bien pronto de creer que viven en comunas anarcas de democracia directa y fumanchera a organizar los rudimentos de un Estado con sistema representativo de gobierno, división del trabajo en grupos funcionales organizados a tal efecto, jerarquías de jefes, y elementos de control del orden, mientras sus miembros descubren que la propiedad común es buena siempre que pueda quedarme con lo de otros sin que ellos se queden con lo mío y que el "de cada quién según su capacidad" pierde gustito cuando les empiezan a cobrar impuestos.

Ni qué hablar del orwelliano (en el sentido de Rebelión en la Granja, libro que debería ser de lectura obligatoria desde la primaria) surgimiento de "vanguardias" que empiezan a juzgar quién puede hablar y quién no, quién es más o menos revolucionario, y qué se va a tratar en los democráticos e igualitarios ámbitos de decisión colectiva popular.

No, pero si me cago de risa.

Lo más gracioso y triste es que no van a aprender un carajo de lo que les está pasando. Nada en absoluto. Seguirán por ahí rasguñando las piedras, pasándose porritos y soñando con construir un mundo igualitario al son de "Imagine" de Lennon en el que puedan vivir mantenidos de arriba, sin siquiera imaginarse que su sueño no pudo aplicarse ni siquiera en un prostituto parque de 3.100 metros cuadrados.

Es que lo de ellos no deja de ser que están hartos de la realidad y quieren fantasías.

Mañana hay elecciones. Todo indica que vamos por cuatro años más con la Reina Batata. Ya veo el retorno del "yo no la voté", y sólo espero tener la suficiente maldad desde adentro para mandar a la mierda a los llorones del mañana.

sábado, 15 de octubre de 2011

Sobre los indignados yanquis

Ahora que el tema de los dizque "indignados" en los Estados Unidos está siendo recibido y tratado por la prensa y la sociedad argentina con esa mezcla tan nuestra de Schadenfreude (alegría por la desgracia ajena, en alemán) y resentimiento de conventillo, nunca está de más leer algunas cosas que se escriben al respecto y que pueden no coincidir con los lugares comunes con los que se suele tratar la cuestión.

A tal efecto, dejo una columna de Mark Steyn sobre el tema, traducida por un servidor:

Los jóvenes "ocupantes" comparten los supuestos de sus abuelos
Por Mark Steyn

Cuando los muchachos de los think tanks cavilan sobre la "declinación", tienden a verla en términos geopolíticos. Las grandes potencias que se ven gradualmente excluidas del escenario mundial tienen dificultades crecientes a la hora de salirse con la suya: las pequeñas operaciones coloniales de policía en polvorientos y destartalados puestos de avanzada se prolongan durante años y languidecen sin un final evidente. Si esto les suena vagamente familiar, bueno, el Departamento de Estado informó el mes pasado que la última iglesia cristiana en Afganistán había sido demolida en 2010. Este dato trivial e intrigante estaba enterrado bien profundo dentro de su "Informe de Libertad Religiosa Internacional". No es, bajo ningún sentido de esa palabra, "internacional": durante la última década, Afganistán ha sido un Estado cliente de los EE.UU.; su repulsivo y corrupto líder se mantiene vivo sólo gracias a las armas de la OTAN; de acuerdo con el Banco Mundial, la presencia militar y humanitaria de Occidente representa el 97% de la economía del país. Los contribuyentes estadounidenses ya han gastado la mayor parte de medio billón de dólares y perdido a varios valientes guerreros en esa tierra ensombrecida, y todo lo que podemos mostrar como resultado es un régimen que desprecia abiertamente al viejo adinerado que lo creó y lo sostiene. En otro Estado cliente de los EE.UU., el gobierno iraquí apoya públicamente al matón asesino de Siria y lo apoya con asistencia esencial en su intento de preservar su dictadura. Sus dólares de impuestos en acción.

Mientras los EE.UU. se hunden en un pozo negro de deudas multibillonarias, es fascinante escuchar a tantos de mis amigos en la derecha inquietarse acerca de posibles recortes en el presupuesto del Pentágono. El problema en Irak y Afganistán no es que no gastamos el dinero suficiente, sino que tanto de ese dinero ha sido completamente desperdiciado. Las potencias dominantes suelen terminar con tareas ingratas, pero el truco es mantenerlas dentro del presupuesto: Londres administró el vasto, expandido y conflictivo tiradero tribal de Sudán con alrededor de 200 funcionarios públicos británicos durante lo que, en retrospectiva, fueron los dos tercios de siglo menos malos en la historia de ese país. En estos días dudo que doscientos funcionarios públicos sean suficientes para la oficina local típica del Departamento Federal de Solicitudes de Subvenciones para Organizadores Comunitarios. Tanto en el extranjero como en casa, los Estados Unidos necesitan urgentemente empezar a aprender a hacer más con menos.

Como dije, estos son síntomas más o menos convencionales de la declinación geopolítica: las grandes potencias siguen comportándose como siempre pero son cada vez más ineficaces. Pero lo que los tipos del Consejo de Relaciones Exteriores suelen pasar por alto es que, para el hombre común y corriente, la declinación puede ser muy placentera.

En Gran Bretaña, Francia, España y los Países Bajos, el ciudadano promedio vive mejor que lo que jamás pudo durante el apogeo del imperio. Los europeos de hoy en día viven vidas más confortables, tienen una mejor salud y toman más vacaciones que sus abuelos. El estado habrá entrado en declinación, pero sus súbditos disfrutaron de una movilidad ascendente inmensa. Se puede perdonar a los estadounidenses por concluir que, si esto es la "declinación", entonces que venga.

Pero no va a ser así para los Estados Unidos: a diferencia de Europa, la declinación geopolítica y la movilidad descendente masiva irán de la mano.

De hecho, ya están en camino. Cada vez que la economía se va al diablo, los expertos hablan de la "burbuja" inmobiliaria, la "burbuja" tecnológica, la "burbuja" crediticia. Pero la verdadera burbuja es el "momento americano" de 1950, y nuestro fracaso en entender que tales momentos no son permanentes. Los Estados Unidos emergieron de la Segunda Guerra Mundial como la única potencia industrial con fábricas intactas y ciudades que no habían sido reducidas a escombros, y supuso que esta preeminencia sin precedentes duraría para siempre: siempre estaríamos tan adelantados y tan pletóricos de dinero que podríamos hacer cualquier cosa y gastar lo que fuera, y seguiríamos siendo el número uno. Ese fue el pensamiento de las automotrices de Detroit cuando se dieron cuenta de que podían comprar a los sindicatos. La locomotora industrial de 1950 es hoy un páramo plagado de delincuencia con una tasa de alfabetización funcional equivalente a la de los casos perdidos de África Occidental. Y sí, Detroit es una excepción, pero piensen en los supuestos que tuvieron sus líderes, y después pregúntense si va a parecer una excepción en el futuro.

Tomen por ejemplo las quejas de los jóvenes norteamericanos que actualmente "ocupan" Wall Street. Muchos manifestantes les han dicho a reporteros comprensivos que "es nuestra Primavera Árabe". Hagan a un lado las diferencias entre brutales dictaduras totalitarias y una república con elecciones cada dos años, y simplemente considérenlo en términos económicos: en las protestas de "ocupación", estudiantes universitarios no tan jóvenes exigen que se les perdonen las deudas en sus matrículas. En Egipto, la mitad de la población vive en la pobreza; el país impota más trigo que cualquier otra nación en el planeta, y los fondos para eso se agotarán en un par de meses. Se preocupan por la hambruna, no por cómo financiar media década de Estudios Cualquiercosistas en la Universidad de la Complacencia.

Uno tiende a simpatizar. Cuando las matrículas universitarias cuestan 50.000 dólares al año, no puedes "trabajar para pagarte la universidad" - porque, después de todo, un chico de 18 años que gane 50 lucas al año no necesitaría ir a la universidad, ¿verdad? Sin embargo, su situación no es la misma que la de un tipo que vive junto al Nilo con dos dólares al día: una es una crisis de la economía, la otra es una crisis de decadencia. Y por lo general, las primeras son mucho más fáciles de resolver.

Mi colega Rich Lowry señala correctamente que muchas de las atribuladas familias que declaran en los sitios web de "Somos el 99%" tienen problemas de verdad. Sin embargo, el movimiento de "Ocupación" no tiene soluciones reales, excepto más gobierno, más gasto, más regulación, más burocracia, más pseudouniversidades letárgicas e insostenibles sin retorno de inversiones, más, más y más de lo que nos metió en este pozo. De hecho, a pesar de sus jóvenes semblantes, los manifestantes están tan enlodados en el momento de posguerra de los EE.UU. como sus abuelos: una de sus demandas es usar un billón de dólares para "restauración ambiental". Hey, ¿por qué no? Es sólo un billón.

Por debajo del idealismo presuntamente juvenil hay supuestos llenos de telas de araña acerca de la permanencia de la sociedad. Los agitadores del "Otoño Americano" piensan que tales demandas son razonables por ninguna otra razón excepto que les tocó nacer en los Estados Unidos, y expectativas que ninguna otra sociedad en la historia humana ha tenido jamás son sólo parte de su derecho inherente. Pero una sociedad sólo puede vivir del capital acumulado de una gloriosa herencia por un tiempo limitado. Y en tal sentido, esta revolución insípida y sin sangre es sólo un frente algo más apestoso del status quo esclerótico.

La clase media de los EE.UU. está muriendo ante nuestros ojos: el mercado laboral no tiene pulso, las cuotas universitarias se disparan a los cielos, y Obamacare ya está haciendo que las previsiones médicas sean más caras y más restrictivas. Esto no nos deja mucho más, aunque no tengan duda de que en cuanto lo encuentren, los estatistas lo arreglarán también. Como más y más norteamericanos de clase media empiezan a notar, viven vidas más precarias y vulnerables que las de sus padres y abuelos de cuello azul que no gozaron de "educación" universitaria y "beneficios" de salud. Para los norteamericanos más pobres, los prospectos son aún más tétricos, aumentados por estadísticas cada vez más desalentadoras acerca de obesidad, diabetes infantil y tantas otras cosas. Potencialmente, esto no es una declinación, sino un derrumbe rápido y devastador, mucho más allá que lo que la Gran Bretaña y la Europa de posguerra vieron y más cerca de la Argentina peronista en una escala romana.

Sería alentador si más candidatos presidenciales entendieran la urgencia. Pero hay una extraña falta de audacia en la mayoría de sus propuestas. Ellos también parecen víctimas de ese momento de 1950, y de los supuestos de su permanencia.

sábado, 8 de octubre de 2011

Aburrimiento pre-electoral

Qué cosa, hay elecciones en dos semanas y acá ando con estas fachas.

Qué quieren que les diga, creo que estas elecciones ya me importan todavía menos que las del 2007, que ni registraron en mi amperímetro. Cómo podrían ser de importancia si el resultado ya está definido.

Y más aún, cómo podrían importarme si todo lo que va a pasar el 23 y todo lo que venga después no va a ser ni más ni menos que lo que merecen todos y cada uno de los involucrados.

Ciertamente es lo que se merecen todos los así llamados "dirigentes" opositores, que durante los últimos años no hicieron otra cosa salvo matarse entre ellos en una carrera absurda por ser el único que quedara, aún si con eso garantizaban que hubiera una multitud de pigmeos enfrentando a la facción política más inescrupulosa de la historia reciente argentina y al poder del Estado puesto al servicio de los intereses partidarios.

Se lo va a merecer Ricardito, que pensó que alcanzaba con imitar el tono de voz de su padre, ponerse sus chalecos y vivir cual gusano de los muertos.

Se lo va a merecer Duhalde, ese que demostró su genio estratégico primero legándonos al Tuerto, después inventando una farsa de internas para resolver el problema con Rodríguez Saá que no resolvió nada, y finalmente poniéndose de vicepresidente a un tipo como Das Neves, que sobresale en un partido de oportunistas inmundos y roñosos por ser especialmente oportunista, inmundo y roñoso.

Se lo va a merecer Binner, que anda por ahí agrandado como galletita mojada pensando que todo lo que tiene que hacer es parecer serio y hacer kirchnerismo bueno que dice "por favor" y "gracias", rodeado de viudas y mucamas paraguayas del kirchnerato.

Se lo va a merecer la gorda Carrió, que podrá ser una gran diagnosticadora pero que no pudo evitar que sus delirios místicos y sus exigencias de pureza arruinaran cualquier intento serio de construcción política del lado de la oposición.

Se lo va a merecer Rodríguez Saá, otro oportunista impresentable del pejotismo que hace el papelón de prometer internet wi-fi gratis para todos.

Se lo va a merecer Altamira, aunque ese ya se merece demasiadas cosas por ser un trotsko cavernícola.

Toda la oposición se lo va a merecer; ciertamente no merece ganar un "espacio", palabra despreciable y vacía de significado que sólo existe ante la ausencia de entidad, que tuvo dos grandes oportunidades de arrastrar al fango de la derrota a la pseudotiranía cleptómana de los Kirchner (la crisis del campo y las elecciones del 2009) y que las desperdició jugando a ser buenitos por miedo a que les caigan con el apodo de "destituyentes".

El único que medianamente zafa es Macri, que tuvo la astucia de presentir la masacre, propuso dar pasos para enfrentarla mejor y tras ser apaleado por los otros "líderes opositores" con más saña que la que jamás le dedicaron al kirchnerismo prefirió fortalecerse en su distrito y salvar una victoria a la que ninguno de los otros va a poder siquiera acercarse.

Además de la oposición, también se lo va a merecer la sociedad argentina, que demuestra una vez más que le tiene sin cuidado la institucionalidad, las leyes, el respeto a la Constitución y la mera decencia humana mientras pueda pagar todas las cuotas de los electrodomésticos y mientras le inventen aumentos que estén por delante de la inflación y mientras las cosas, como suele suceder en la Argentina, anden fantástico hasta que dejen de hacerlo. Ahí vendrá un llanto y un rechinar de dientes que por lo menos a mí no me va a conmover ni aunque lo acompañen con la escena en que matan a la mamá de Bambi.

En estos días de falta de apetito político, he llegado a la conclusión de que son preferibles hasta las putas y los yiros que desde el programa de Tinelli se dispersan por la televisión y los otros medios antes que la clase política argenta. Al menos, los michifuces mediáticos jamás ocultan lo que en verdad son, ni tratan de pretender que son algo más serio y digno.

martes, 4 de octubre de 2011

Rincón literario: Trilogía de "The Great War" (Harry Turtledove)


Después de How Few Remain, aquel primer libro del que hablé por acá hace unas semanas, la saga que Harry Turtledove escribió sobre un universo en el que la Guerra Civil norteamericana terminó con el surgimiento de la Confederación como Estado independiente continúa con la trilogía de "The Great War", cuyos libros cubren el período de esa historia paralela que equivale al de nuestra Primera Guerra Mundial y que en líneas generales van a ser el tema de este post. Pienso tratar acerca de los tres libros en general, porque a mi entender la estructura y la historia de los mismos no da para posts individuales a una escala manejable.

Cada uno de los tres libros de "The Great War" se enfoca en un período determinado de esta Gran Guerra. Así, American Front narra los eventos de 1914 y 1915, en los que el optimismo y la confianza de todas las partes en que la guerra iba a ser breve y victoriosa se choca de frente con la brutalidad inimaginable de este conflicto. Walk in Hell se enfoca en un 1916 plagado de masacres insensatas y de fútiles esfuerzos por romper el estancamiento general en el que cayeron todas las partes. Por último, Breakthroughs se ocupa de ilustrar cómo 1917 trae finalmente las rupturas a las que hace alusión el título y que llevan al final de la guerra.

Aunque comparta mucho con nuestra Primera Guerra Mundial, como por ejemplo el asesinato del archiduque Francisco Ferdinando (sólo que con una bomba en vez de a tiros) como detonante, la Gran Guerra de la trilogía es un evento considerablemente distinto, empezando por las alianzas que terminarán enfrentándose en el campo de batalla como consecuencia de esa serie de eventos catastróficos puesta en marcha por el magnicidio antes mencionado.

Para empezar, de un lado tenemos a la Entente, integrada tal y como recordamos de la historia real por el Imperio Británico, por Francia y por la Rusia zarista, sólo que con la adición de su aliado natural en el continente americano... los Estados Confederados de América. Eso nos lleva al primer gran shock con el que nos enfrenta esta trilogía: ver a los Estados Unidos librando una guerra mundial como miembro de las Potencias Centrales y aliado de los imperios Alemán, Austro-Húngaro y Otomano.

Esta realidad es una evolución natural de los eventos de la primera novela; tras la humillante derrota sufrida a manos de la Confederación y de sus aliados británicos y franceses en la Segunda Guerra Mexicana, los EE.UU. se hunden aún más en el revanchismo y se echan en brazos de la única potencia europea que no se coaligó en su contra y que mantiene una postura amistosa: la pujante y ascendente Alemania de Bismarck, que se convierte en objeto de admiración y modelo a seguir para un país obsesionado con vengarse de todos sus enemigos.

Y es que los EE.UU. de esta parte de la historia paralela son muy distintos a los que conocemos. Hablamos de un país que mantiene un servicio militar obligatorio de dos años en tiempos de paz, con soldados que usan uniformes de corte y estilo alemán y oficiales con bigote estilo "Kaiser Bill" que hablan el alemán como segundo idioma. Hablamos de un país que todos los años conmemora su derrota militar con sombríos desfiles en los que la bandera ondea al revés como señal de peligro y como llamado a la revancha, y que no tiene una Estatua de la Libertad en el puerto de Nueva York, sino una marcial Estatua de la Remembranza que lleva un escudo en su brazo izquierdo en lugar de una tabla, y que con el derecho levanta en alto una espada en vez de una antorcha.

Pero es un país en el que se instaló una burocracia al estilo europeo y de la que ni dejan de quejarse los propios norteamericanos ni dejan de burlarse los rivales; es un país que no mantiene la menor tolerancia hacia cualquier cosa que se parezca a sedición o secesión, y en el que se estimula casi como religión cívica la necesidad de vengar las humillaciones sufridas a manos de los confederados y sus aliados europeos. Es un país en el que el Partido Republicano, humillado tras dos derrotas ante la Confederación, no es más que un partido menor y de alcance regional en un sistema dominado por el Partido Demócrata, militarista y más a la derecha que lo que podemos imaginar, y por un Partido Socialista afianzado y en el que conviven las ansias revolucionarias con la experiencia de adaptar el mensaje a la realidad de EE.UU.

Por su parte, la Confederación parece una reliquia del siglo pasado, a pesar de ser una potencia militar y económica en todo derecho y una nación increíblemente confiada y segura de sí misma. Las plantaciones de algodón, tabaco y azúcar siguen reportando pingües ganancias a los aristócratas que continúan dominando su gobierno y su conducción militar, mientras que a los negros de muy poco les sirvió la emancipación de la esclavitud, pues todavía siguen siendo personas de segunda clase, sin ciudadanía y con muy pocos derechos.

La nueva guerra les da la oportunidad a los EE.UU. y a los EE.CC. de enfrentarse en un verdadero "frente americano" que incendia a toda Norteamérica en los fuegos del conflicto. Los confederados avanzan hacia el norte, llegando incluso a conquistar Washington (que es la capital legal de los EE.UU., aunque la capital de facto se haya trasladado a Filadelfia), mientras los contraataques estadounidenses abren frentes en Virginia, Texas y Nuevo México que bien pronto terminan en el estancamiento de la guerra de trincheras.

Los EE.UU. también llevan la guerra a los canadienses en ataques en Quebec, Ontario y Manitoba que también quedan atascados en la indecisión. Incluso hay un ataque sorpresa de la marina norteamericana contra la base de la Royal Navy británica en las Islas Sandwich en los primeros días de la guerra. Si no les suena el nombre de "Islas Sandwich", es porque nosotros las conocemos por su nombre nativo de "Hawaii"... así es, son los Estados Unidos los que atacan Pearl Harbor en esta historia paralela. Incluso un personaje confederado llega a referirse a ese ataque como "un día que vivirá en la infamia".

En alta mar, el aspecto naval de la guerra es completamente distinto: ya no pasa por el esfuerzo alemán en interrumpir las vías de comunicación entre Gran Bretaña y los EE.UU., sino en el esfuerzo mancomunado de norteamericanos y alemanes por romper los lazos marítimos que le permiten a los británicos reforzar y abastecer a los canadienses, y recibir comida de la Argentina. Y en cuanto a nosotros, ya que caemos en la volada, baste decir que estamos en el frente sudamericano de la guerra del lado británico, tiroteándonos con los chilenos y paraguayos mientras Brasil deshoja la margarita y espera a calcular bien para qué lado sopla el viento.

Pero también hay problemas en los frentes internos de ambos países. En la Confederación, naturalmente, son los negros los que están cada vez más cerca del alzamiento, avivados por un adoctrinamiento marxista subterráneo. En los EE.UU., el problema viene por el lado religioso y está enfocado en los mormones. Verán, en la primera novela hubo un conato de rebelión de los mormones, que no son del todo queridos por esa cosita de la poligamia, y que terminó con el Ejército de los EE.UU. aplicando la ley marcial. En esta Gran Guerra, los mormones sólo esperan la chance para convertir a Utah en el equivalente norteamericano de Irlanda del Norte y de Cisjordania.

Como nota curiosa y señal de que estamos en un mundo similar pero no idéntico, está el nombre que en este universo se le terminó dando a los tanques de guerra, una invención de este período. El nombre "tanque" que usamos para referirnos a los vehículos blindados de combate a oruga se debe a que a los obreros encargados de construir los primeros ejemplares se les dijo que estaban construyendo "tanques de agua móviles". En este mundo se da algo similar... sólo que a estos vehículos se los termina llamando "barriles". Parece absurdo, hasta que uno se pone a pensar por qué tendrían que llamarse tanques los tanques...

Las novelas hacen un excelente trabajo de transmitir el absurdo y la violencia de la Primera Guerra Mundial dentro de este escenario. Ataques tras ataques que terminan con centenares de muertos a cambio de metros de terreno arruinado, represalias contra civiles, las dificultades crecientes en los frentes domésticos de los contendientes, las estratagemas inútiles que buscan infructuosamente romper con años de estancamiento y la sensación inevitable para los personajes y para el lector de que esta guerra no sólo es inútil, sino que ni siquiera tiene una buena razón de ser.

Hay algunos problemas con estas novelas, eso sí. Está la cuestión de la multiplicidad de personajes cuyas historias son seguidas, y cuando hablo de multiplicidad lo digo en serio: estamos hablando de entre quince y veinte personajes, dependiendo del libro y del momento. Aunque por un lado el leer las peripecias de personajes en Virginia, Texas, el Pacífico, el Atlántico, Canadá y los territorios ocupados y frentes domésticos de los EE.UU., los EE.CC. y Canadá ayuda a darle a la guerra y al universo mismo una sensación de enormidad y de distancia entre sus partes, al menos al principio esto tiende a ser inmanejable y cuesta bastante agarrarle el hilo a quién es quién... y el que el autor sea consciente de este problema e intente resolverlo tendiendo a repetir algún detalle personal de la historia de cada personaje cada vez que aparece es una solución parcial y repetitiva.

Y otra cuestión: hay gente a la que se le tendría que prohibir escribir escenas subidas de tono. Eso es todo lo que diré al respecto.

La próxima vez seguimos con las tres novelas del período de entreguerras.

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sábado, 1 de octubre de 2011

Decadencias

Dando vueltas por mis discos rígidos me encontré con una traducción fatto in casa de una columna de Victor Davis Hanson que en su momento me pareció interesante. Espero que la disfruten.

¿Por qué se acaba la buena vida?
Por Victor Davis Hanson

Una mirada hacia atrás

Los pueblos simplemente no desaparecen. Miren a Alemania en 1946 o a los atenienses en 339 A.C. Ellos continúan, pero sus gobiernos y culturas finalizan. Por fuera de las dramáticas implosiones militares de sociedades autoritarias o tribales - la destrucción de Tenochtitlan, el final del nazismo, el colapso de la Unión Soviética, la anexión de la Galia tribal - ¿qué lleva a los Estados consensuales a un final, o al menos a un final de la buena vida?

Las ciudades-Estado no pudieron detener a 30.000 macedonios de la forma en que - cuando eran mucho más pobres y ciento cincuenta años antes - habían puesto un alto a 300.000 persas que bajaban por muchas de las mismas vías. La República Francesa de 1939 tenía más tanques y tropas en el Rin que el Tercer Reich que estaba ocupado subyugando a Polonia. Una Gran Bretaña más pobre peleó de manera distinta en El Alamein que hoy en día sobre Libia. Un acorazado británico fue alguna vez un símbolo de orgullo nacional; hoy un destructor representa mil millones de libras robadas a los servicios sociales.

Dame

La redistribución de riqueza en lugar del énfasis en su creación es seguramente un síntoma de las sociedades que envejecen. Sea en Bizancio durante los Disturbios de Nika o en la Roma del pan y circo, cuando el público espera que el gobierno provea seguridad en lugar de que el individuo se vuelva autónomo a través de una economía en crecimiento, entonces crece un letargo colectivo. Pienso que es el mensaje de las brutales sátiras de Juvenal acerca tanto de las turbas como de los ricos ociosos. La literatura ateniense del siglo IV a.C. se caracteriza por demandas judiciales forenses, conforme los ciudadanos buscaban demandarse unos a otros, o demandar al Estado por sostén, o pelear por herencias.

El subtexto del Satiricón de Petronio es el de una ciudadanía acomodada, sin hijos, por lo general subempleada que busca herencias y se burla de las clases productivas que producen el sobrante suficiente como para que los astutos la pasen bien sin trabajar. En algún momento alrededor de 1985 en California me percaté de que mis estudiantes esperaban un trabajo estatal primero, un trabajo federal en segundo lugar, un trabajo municipal en tercer lugar - y un empleo privado como última opción. Alrededor de 1990, repentinamente dos tipos de comerciales estaban al aire por doquier: cómo sumarse a una demanda judicial llamando al 1-800 de un estudio jurídico o cómo conseguir una silla de ruedas, un scooter o algún otro aparato de forma gratuita llamando al 1-800 de una compañía de medicina prepaga que iba a ocuparse del papeleo para la Seguridad Social en tu nombre.

Regular, no crear

¿Por qué es más moral que un burócrata federal en una camioneta provista por el Estado cierre una plataforma petrolera off-shore argumentando que es demasiado peligrosa para el medio ambiente que un individuo privado arriesgue su propio capital para encontrar algún tipo de nuevo combustible que impulse la flota de camionetas de su gobierno? Todas las sociedades prósperas creen que son demasiado ricas como para no permitirse otra regulación, sólo una indulgencia moralizante más, y otro derecho de ayuda social más. Pero como vemos ahora en los Estados Unidos posmodernos, vuelve ociosos 250.000 acres de tierra cultivable por un pececito, cierra un campo petrolífero entero, demora una nueva exploración de gas natural por temor a un posible impacto ambiental, agrégale un centavo al impuesto a las ventas, dispone todavía otro programa de medicamentos recetados sin financiamiento, u ofrece todavía otro descuento becado estatal para un inmigrante ilegal - y los costos finalmente equivalen a una implosión como las que vemos en Grecia o California. Y como lo sabemos a partir de colapsos anteriores, una nueva ayuda social se convierte en cuestión de minutos en un derecho institucionalizado cuya privación provoca mucha más angustia que su inexistencia previa. Justiniano lo aprendió cuando quiso recortar la burocracia y casi perdió su trono.

Ellos

No es que la elite esté exenta. La literatura moral occidental, desde Horacio hasta Thackeray, se enfoca en la vanidad de los ricos que piensan que un heredero codicioso no heredará de verdad sus riquezas dura o sospechosamente ganadas, o que sus caderas y rodillas en constante envejecimiento siempre los van a impulsar con potencia por las escaleras monumentales de sus casas colosales, o que un quinto yate u otros mil acres por fin van a acabar con el aburrimiento. Pero el problema no es que sean ricos sino que sean ociosos, no que manden un mensaje de que la prosperidad mejora la vida sino que la prosperidad es inevitablemente corruptora. En Los Doce Césares de Suetonio, el tema no es simplemente la decadencia y crueldad imperiales, sino también las pasiones ciegas de la muchedumbre que la elite manipula tan cínicamente para sus propios privilegios inútiles e indulgencias insensatas.

Somos buenos y por lo tanto podemos actuar mal

La transferencia de la moralidad privada al Estado es una aflicción particularmente moderna, pero igual de perniciosa. Presenciamos la sorprendente paradoja de que la sociedad privada de hoy en día es más burda, menos honesta y más ordinaria aún cuando la moralidad oficial de su gobierno enfatiza la superioridad ética de género, raza, clase y medio ambiente. Pero sólo porque el Estado ahora y gracias a Dios disponga que haya lugares de estacionamiento para los discapacitados no significa que tratemos a un pariente inválido con más respeto que en el pasado, o que nuestros hijos sean más proclives a escribir notas de agradecimiento por el regalo de un abuelo. Ciertamente veo una erosión en la expresión pública de modales y moralidad aún mientras siento que nuestro gobierno es ahora más "justo" e "igual" que nunca.

Sólo porque el Estado te demande por un aparente acoso sexual no significa que sea menos probable que al olvidarte tu laptop en una universidad te la roben que, por ejemplo, una billetera en 1955. La terrible preocupación es que las dos están conectadas: mientras más se mete el Estado a proclamar que somos cósmicamente morales, más asumimos que nos podemos relajar y por ende volvernos concretamente inmorales. Detroit es un síntoma de esa transición de las definición familiar de moralidad a la definición estatal. Vayan a Atenas hoy en día, y uno podrá leer altisonantes elogios del omnipresente Estado de Bienestar, y ver por doquier maquinaciones privadas para evadir impuestos y fanfarronadas acerca de conseguir un empleo público que no requiere trabajo y que consigue enormes sueldos.

Cuando la pobreza se define como deseos relativos en lugar de necesidades existenciales, los Estados decaen y las sociedades declinan. En el siglo V a.C., los atenienses se daban por satisfechos con que les pagaran para ir al teatro; para el siglo IV a.C., también se les pagaban para votar - aún mientras contrataban mercenarios para pelear y se olvidaban de quién había vencido en Salamina y por qué. Los flash mobs no atacaban comercios mayoristas de alimentos. Los saqueadores se organizaron en Facebook a través de laptops y celulares, no mediante reuniones en ollas populares y colas para el pan. Los asaltos al azar no se debían a una pobreza elemental, sino a la furia de no tener exactamente lo que aparece en TV.

La obesidad, no la desnutrición, es la enfermedad en Wal-Mart. En nuestra extraña cultura, que alguien conduzca un costoso BMW aparentemente significa que nuestros propios Toyotas no tienen aire acondicionado o radios. Pero que John Edwards o John Kerry o Al Gore tengan una casa enorme no significa que la mía sea inadecuada, o que las casas prefabricadas que surgen en mi comunidad para los recién llegados de México sean demasiado chicas.

Por supuesto, la elite tiene la responsabilidad de usar su esplendidez sabiamente y no convertirse en los Kardashian. Pero que la quinta parte de un uno por ciento de los contribuyentes estén buscando formas de no pagar la tasa del impuesto a las ganancias que les corresponde por sus grandes ingresos no lastima a la república tanto como que el 50% de la población no pague nada de impuesto a las ganancias. Estos últimos seres nobles no nos molestan tanto, pero su falta de cumplimiento perturba las bases de la sociedad mucho más que la tacaña pero minúscula cantidad de ricos codiciosos.

Lala land

La irrealidad es un síntoma especialmente perturbador. Cuando Jimmy Hoffa amenaza a los no sindicalizados, uno imagina que Detroit está construyendo autos mejores, más seguros y más confiables a mejor precio y que lo viene haciendo desde hace décadas. Cuando Barack Obama le pide al Interbloque Negro del Congreso que marche por la igualdad, y adopta las cadencias y posturas de un líder de los derechos civiles en la década de 1960, uno pensaría que la derecha de Florida acaba de elegir a Bull Connor y no a Herman Cain como ganador de su encuesta simulada. Cuando la vocera canchera y de tercera generación de La Raza habla de desigualdad, uno pensaría que ella acaba de cruzar la frontera de Oaxaca, obligada a dejar un México benevolente para trabajar en las fosas de un Mordor norteamericano.

Esperanza

Todos sabemos qué nos salvará y qué nos está destruyendo. Pero el truco está en ver cómo los dos chocan. Un nuevo código impositivo, tasas simples, pocas deducciones, todos pagan algo; una nueva reforma de la asistencia social, menos beneficios, jubilaciones posteriores; un gobierno más pequeño, un sector privado más grande; una cultura popular diferente que honre el carácter en lugar del exceso - todo lo que no es, y a la vez es, imposible de imaginar. Sólo ocurrirá cuando los llantos de los angustiados por su interés propio sean ignorados. Mi expectativa es que pronto los prósperos de las repentinamente ricas China e India contraigan la enfermedad occidental que vemos endémica en Europa y entre nosotros, aún cuando los Estados Unidos se despabilen y vuelvan a dedicarse a la confianza en sí mismos y a la creación de riqueza. Pero cuando veo a la Venecia del siglo XVIII, o a la Gran Bretaña de la década de 1950, o a Francia en 1935, o a la Atenas del siglo III a.C., o a la Roma del siglo V, me preocupo. No creo que querramos vivir en una Grecia tranquila pero colapsada en la era de Plutarco, por siempre soñando con una era remota de logros pasados.
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