sábado, 27 de abril de 2013

Desolación


Realmente, después de esta semana abominable de traición, tiranía y trampa, no queda absolutamente nada para decir y no me quedan energías para escribir, sino que conviene más reflexionar sobre cómo caímos tan bajo y qué podemos hacer para empezar a trepar del pozo.
No sé quiénes me inspiran más odio: los que propusieron y motorizaron las aberraciones que fueron "aprobadas" esta semana en la "Honorable" Cámara de Diputados de la Nación, o los que sabiendo el nivel de maldad y traición que implicaban, adormecieron sus conciencias y pusieron su voto favorable.
La Historia no será complaciente con ninguno de ellos.

sábado, 20 de abril de 2013

Ensayo de respuesta


"Qué sentirá cuando llega a su casa alguien que sólo grita, agrede o golpea? Dormirá mejor? Será más feliz? Andá a saber", tuiteó la Señora como parte de su logorrea digital de estos últimos días.
Me tomo el atrevimiento de ensayar una respuesta, haciendo dos previas salvedades: sí, el jueves a la noche grité, pero no agredí ni golpeé porque no soy mano de obra kirchnerista, y mi respuesta es a título personal, porque si pretendiera asumir sobre mi persona la totalidad de la nación estaría incurriendo en la megalomanía habitual de la Presidenta de los Cuarentos y Cuarentas Millones y Millonas de Argentinos y Argentinas.
¿Qué sentí cuando llegué a casa el jueves a la noche?
Qué pregunta.
Llegué cansado. Frito. Reventado. El día había sido largo, la noche todavía más y la vuelta a casa agotaba las pocas fuerzas que me habían quedado. Lo único que quería era comer algo e irme a dormir antes de madrugar para el laburo.
Llegué sumamente irritado. Con todos, no sólo con la Señora por más que ella me esté quitando años de vida con la irritación que me provoca. Porque me revienta que cada tanto tiempo tenga que salir a la calle a putear y gritar porque la gente a la que voté para que me represente y la gente a la que no voté pero que tiene que tener mis derechos en cuenta deciden ser cómplices pelotudos y cínicos totalitarios, respectivamente, en vez de hacer su trabajo.
Llegué descorazonado, porque parece que ni cientos de miles de personas (ni siquiera me voy a meter en el debate de cuánta gente fue a las marchas del 18-A) en la calle son capaces de conmover la humillante obediencia y la indigna obsecuencia de los chupamedias que saben que están traicionando sus cargos y juramentos, sin que les importe. Bajo la presidencia del cleptómano Boudou, el asqueroso Pichetto y la banda de insanables nulidades (oficialistas y opositoras) se apuraron a votar el proyecto de castración de las cautelares y rajar del Palacio del Congreso como ratas por tirante antes de que viniera la muchedumbre.
Llegué desamparado, porque seguimos viviendo en un país donde cada día es sacarte la lotería, porque si no te matan los chorros por un celular o unas zapatillas corrés riesgo de hacerte mierda en un tren de la época de Frondizi mantenido para el orto, o vivís con la posibilidad de perderlo todo (incluso la vida) por unas lluvias, y todo mientras te tratan de traidor por querer salvar tus ahorros de la inflación, de destituyente por pretender que se respeten la Constitución y las leyes, de represor por pedir que se ponga un freno al desastre y de gorila por tener la temeridad de estar en desacuerdo con el gobierno de turno, a la vez que vivís siempre bajo la amenaza de que el Estado y las instituciones que tienen que proteger tu libertad y tus derechos se les ocurra no ya no cumplir con su tarea, sino cogerte parado y sin preservativo.
Llegué aliviado de saber que al menos no estoy solo, y de que no estamos solos, en pensar que este gobierno se ha convertido en una verdadera amenaza no ya para la institucionalidad del país, que está más muerta que viva, sino para los propios ciudadanos y habitantes, a quienes ahora se los quiere reducir de derecho (siendo que ya lo son de hecho) a una existencia de temor e inquietud ante la posibilidad de ser las siguientes víctimas de la voracidad e incompetencia criminal del Estado, sin que exista recurso alguno para defenderse.
Pero al menos no llego a casa con la suprema insatisfacción de ver que el mundo se niega a ajustarse a mis designios demenciales, como le pasa a cierta Señora que puesta contra la realidad terminó por decidir que la realidad se fuera al diablo. Y no voy a llegar a casa con semejante vacío perverso en el alma, ese vacío que la mueve a cometer las inmoralidades y crímenes que apenas puede tratar de defender por cadena nacional, ese vacío que ni siquiera los millones y millones de millones que robó puede empezar a llenar.
Y llegué a casa feliz de haber ayudado dentro de mis modestísimas posibilidades a que el 18 de abril fuese otro día negro para la Señora y su banda.
Fue un buen día, y llegué a casa con la conciencia limpia.
Que es más que lo que puedo decir de muchos, muchísimos, demasiados. Empezando por la Señora que pregunta cuando ella misma debería ser la que ensaye una respuesta.

sábado, 13 de abril de 2013

De cara al 18A


Lo bueno de toda esta demencia que vivimos es que a mucha gente parece estar finalmente cayéndosele la venda que le impedía ver al régimen que nos desgobierna como lo que es: una banda de tiranuelos con veleidades totalitarias y absolutistas, cegados por la ambición de poder, enloquecidos de omnipotencia y ansiosos por el absolutismo.
Incluso la así llamada oposición, integrada en partes iguales por salames, por acomodaticios y por cobardes, está empezando a reaccionar y a llamar a las cosas por su nombre: tiranía, golpismo, autoritarismo, dictadura y monarquía.
Ya es un tema que viene bastante repetido y remanido en LBP, pero nunca está de más dejarlo en claro: nadie tiene derecho a alegar inocencia en estos momentos.
La Argentina ya rifó su institucionalidad. Ya desmanteló sus instituciones. Ya entregó su decencia. Ya subastó su libertad. 
Todo a cambio de una orgía de resentimiento, un festival de mediocridad, una farsa de precios bajos y falsas soluciones. 
Ya convirtió a su Poder Ejecutivo en una tiranía, a su titular en una déspota y a su cónyuge muerto en un ídolo pagano y grotesco. Convirtió a sus policías en espectadores impotentes del desorden, a sus militares en deprimidos y desmoralizados maniquíes de uniforme, a sus empresarios en pedigüeños y aplaudidores, a sus gobernadores en chupamedias, a sus provincias en feudos, a sus ciudades en basurales, a sus medios en megáfonos propagandísticos, a sus días en pesadillas de locura y furia y a sus noches en una desolación en donde sólo se oye el sordo terror a no poder volver a casa porque alguien pensó que tus zapatillas, tu celular o tu billetera valían lo bastante como para matarte.
Ahora van por lo último. Por los últimos retazos dignos en el tejido desgarrado de un Poder Judicial que ha dado más motivos de vergüenza que razones de orgullo. Para asegurar la impunidad. Para consagrar la omnipotencia final. Para atar cual matambre a la República con el alambre oxidado y grotesco de la "democratización". Para reducir al individuo y al ciudadano a un peón, a un siervo de la gleba al que sólo le queda relajarse y gozar cuando el Estado decida empomarlo.
No nos engañemos. No vamos a salvar la República. Ya la perdimos.
Lo que nos queda por salvar es la posibilidad de reconstruirla. De decir "hasta acá llegamos, acá se terminó, acá marcamos la línea en el suelo y no vamos a dejar que den ni un paso más". Porque así, y sólo así, haremos la diferencia entre reconstruir nuestro país o contentarse con ilusiones cada vez más lejanas.
Cuando la facción gobernante y la yegua que la conduce dice que "van por todo", no quieren decir ni más ni menos que eso. Van por todo lo que puedan agarrar, lo que les dejen agarrar. Y no se van a detener en nada para lograrlo. Y si quieren ver el país que va a resultar de eso, recuerden a La Plata, y tengan presente que en su soberbia e incompetencia fueron capaces hasta de mentir sobre la cantidad de gente que murió, haciendo que los que quedaron fuera de la lista terminaran... desaparecidos.
Al margen de que realmente nos duela y nos descorazone lo que está pasando en el país, tenemos que recordar siempre que no se trata de una desgracia particular que tenemos los argentinos (haciendo exclusión del hábito que tenemos de tropezar siempre con la misma piedra, claro), pues ni somos el primer país en caer en el autoritarismo y la tiranía ni, lamentablemente, seremos el último en hacerlo.
Una de nuestras madres patria culturales, Italia, se entregó al fascismo que le prometía terminar con el desorden y el caos y hacer que los trenes funcionen a horario, entre otras cosas. La Alemania culta que nos dio a Goethe, a Beethoven, a Hegel y a tantas otras luminarias de la civilización se abrió de gambas ante un montón de borrachos y psicópatas de camisas pardas y negras que la embarcó en una aventura genocida y catastrófica. En ambos casos, a los reclamos de libertad de quienes tenían en claro lo que se cernía sobre esos países se les respondía siempre con la misma soberbia de decir "antes teníamos la libertad para morirnos de hambre".
Incluso en nuestro barrio tenemos el ejemplo de Venezuela, país que durante muchas décadas pudo decir con orgullo que había atravesado las tumultuosas décadas del '60 y del '70 sin sufrir un golpe de estado, sólo para hallarse ahora asfixiado por una tiranía delirante y psicopática, que si no inspira miedo más allá de sus fronteras (excepto por el ejemplo que representa) es por su tendencia a caer en el ridículo.
A los tres referentes de esos sistemas se los llevó la parca, y en el tercero de los países mencionados todavía queda por verse qué suerte habrá de correr.
Nos espera una gran oportunidad para hacer que se sienta nuestra opinión. Pase lo que pase, es infinitamente mejor estar ahí y saber que se hizo lo que se pudo.
Nos vemos el jueves.

sábado, 6 de abril de 2013

Hoy la hacemos cortita


Como de nada serviría descargarme con una catarata de puteadas acerca de la incompetencia del Estado argentino en sus tres niveles, que sólo parecen buenos para recaudar y publicitar pero son chotos e inútiles para cualquier cosa que requiera prevención, preparación o respuesta efectiva (y acá no distingo entre el Gobierno nacional, el de la Provincia de Buenos Aires, el de la Ciudad de Buenos Aires o la Municipalidad de La Plata), o colocarles los adjetivos que le corresponden a la Yegua, al pelmazo de Scioli, al forro de Bruera, al imbécil de Macri y al oportunista violento de "Ocupate Cuervo" Larroque, por hoy me voy a limitar a citar una frase muy buena y apropiada del actual Papa que acabo de leer en "Sobre el Cielo y la Tierra", un libro que recopila las conversaciones mantenidas entre el entonces cardenal Bergoglio y el rabino Abraham Skorka sobre varios temas:

"Un jesuita muy inteligente solía decir, a modo de chiste, que venía corriendo una persona pidiendo auxilio. Quién lo perseguía, ¿era un asesino? ¿Un ladrón? No... un mediocre con poder".

Para cualquier otra cosa, recomiendo la lectura de la columna de opinión de José Benegas en Infobae: La Torre de Babel del populismo.

Ah, y la reflexión de la semana: "Esta vieja es peor que el tuerto".

martes, 2 de abril de 2013

In Memoriam


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